18 de julio de 2015

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo B)

         

"Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. 
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado"

        “Al desembarcar, Jesús vió una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma”. Con estas palabras termina el relato del evangelista  Marcos, y que es conclusión lógica del evangelio del domingo pasado, que evocó como Jesús había enviado a sus discípulos a la misión que les sería confiada en el futuro. Hoy se nos dice que los apóstoles, terminada su primera misión, regresaron para dar cuenta de su  experiencia. Jesús, al acogerlos, les propuso: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. No es una invitación a la pasividad, a un descanso egoísta, sino a hacer un alto en el camino para profundizar la experiencia realizada, en el silencio, la reflexión, la escucha y la plegaria, de modo de poder continuar con nuevo ímpetu la misión que les había sido confiada.

            Pero todo se precipita y tanto Jesús como sus discípulos en lugar de hallar un lugar tranquilo para conversar con calma, se encuentran de nuevo ante una multitud, ávida de ser enseñada, ansiosa de ser conducida por el camino de la salvación. Marcos, al hablar de la compasión que Jesús experimenta ante el espectáculo de aquella gente que lo busca, no expresa un sentimiento fruto de  la emoción del momento, sino más bien la actitud fundamental del  Hijo de Dios que se ha hecho hombre, para ser obediente hasta la muerte, y así salvar al hombre del pecado y de la muerte.

            La expresión del evangelista  «andaban como ovejas sin pastor» aparece en diversas ocasiones en el Antiguo Testamento para designar a Israel privado de jefes, descuidado por sus reyes, abandonado a merced de sus enemigos, privado de una guía segura y estable. Es el tema que ha recordado la primera lectura. El profeta Jeremías arremete contra aquellos pastores que, olvidando su cometido, han hecho posible la dispersión y la pérdida de las ovejas que se les habían confiado. Dios que ama sobremanera a su pueblo, se ocupará él mismo de reunir a las ovejas, de hacerlas volver a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen. Para esta obra, Dios se sirve de pastores escogidos, fieles a su deber, entre los cuales destaca el vástago de David, Jesús de Nazaret.

            Como ha dicho Pablo en el fragmento de la carta a los Efesios, Jesús, el Buen Pastor, ha derramado su sangre por las multitudes, para constituir un único rebaño, reconciliando a judíos y gentiles, estableciendo la paz entre todos los pueblos y razas, entre sí y con Dios mediante su cruz. La Iglesia, este nuevo rebaño que Jesús ha formado, no ha de ser un ghetto cerrado, un club para gente selecta y clasista; ha de permanecer abierta a todos, ha de vivir la misma compasión que Jesús sintió ante la muchedumbre que se le acercaba y ha de dedicarse con generosidad y constancia, con paciencia y amor, a enseñar con calma el camino de Dios, la buena nueva del Evangelio.

            La Iglesia de Jesús ha de evitar la tentación de encerrarse en si misma y de caer en un legalismo estéril e inútil. La legítima satisfacción de ser cristianos no ha de llevarnos a una satisfacción sutil o ingenua, que a la larga o a la corta lleva a considerar como ignorantes o estúpidos, a quienes no comparten nuestro punto de vista. La Iglesia de Jesús no ha de ser intolerante en nombre de la verdad que ha de anunciar y defender, más bien ha de trabajar para hacer caer las barreras que separan a los hombres, suprimir el odio, comunicar el único espíritu para crear la paz, tanto para los que están cerca como para los que están lejos. Mientras los cristianos conservemos la compasión de Jesús hacia las multitudes, la Iglesia será misionera. Porque la Iglesia es fruto del amor de Jesús que se dio sin medida por todos. Sintiéndonos pecadores perdonados por el gran amor de Jesús, hemos de sentir el ardiente deseo de comunicar a los demás este mismo amor del que hemos saboreado las positivas consecuencias, para que arda en nosotros y se comunique a todos el amor de Jesús que hemos recibido.



4 de julio de 2015

Domingo XIV del tiempo Ordinario (Ciclo B)


Fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga. San Marcos evoca la visita que Jesús hizo a Nazaret, al pueblo que le vio crecer y, tal como acostumbraba, entró en la sinagoga para enseñar, suscitando la sorpresa de sus compaisanos, los cuales debían conservar aún la  imagen del adolescente que jugaba por el pueblo y del joven aprendía a trabajar junto a su padre. Y no les fue fácil aceptar que ahora se comportase como maestro que enseñaba con sabiduría y autoridad. En Jesús ven sólo al hijo de José el carpintero, aquél cuya parentela continuaba viviendo entre ellos. La realidad de su origen se convierte en obstáculo a su valoración y, en consecuencia, su corazón permanece cerrado, sin comprender sus palabras y su mensaje. Marcos concluye con una frase que es una seria advertencia para sus lectores: “Jesús se extrañó de su falta de fe y no pudo hacer ningún milagro”. Los de Nazaret ven, pero no creen, viven una experiencia nueva, pero ésta no les ayuda a superar su situación concreta y abrirse a nuevos horizontes. Podría decirse que sus prejuicios, su actitud, paralizan al mismo Hijo de Dios en su obra salvadora.
            Reconocer en Jesús al Mesías no es fácil. Sólo quien abre su corazón para creer en él, puede reconocerlo como inicio de una nueva etapa, aceptar sus palabras y entrar en la dinámica de la salvación. No sólo en el Nazaret de aquellos tiempos, sino también ahora y en todas partes, son muchos los que miran sin ver, los que oyen sin escuchar, los que no colaboran a la obra de la gracia. Hoy como ayer son multitud los que no conocen a Jesús y pasan de largo ante él. El evangelista Juan recuerda cómo algunos seguidores de Jesús, después de escuchar el sermón del pan de vida, reaccionaron diciendo: “Son duras sus palabras”, para justificar su negativa de aceptar a Jesús como Mesías y Salvador del mundo. En efecto, Jesús sigue desconcertando, porque no ha venido a proponer una moral fácil, que se adapte a nuestras debilidades y sea capaz de satisfacer nuestros caprichos.

            La primera lectura de hoy confirma que el drama del rechazo que Jesús experimentó durante su vida, y que perdura hoy en las actitudes negativas hacia la Iglesia, no es algo insólito en la historia de la salvación. El profeta Ezequiel, al recibir de Dios la llamada a trabajar en la conversión de su pueblo, es informado de que es enviado a un pueblo rebelde, y que dificilmente será escuchado, como de hecho aconteció. Quien conoce la Biblia sabe que ésta es la tónica de la historia de la salvación, y que la estructura de la aventura humana es un forcejeo constante y difícil entre el hombre que rechaza ser criatura y pretende ser como Dios y Dios que busca al hombre con una paciencia y un amor sin límites.

Hoy hemos escuchado el testimonio de uno los que creyeron con toda sinceridad: el apóstol Pablo. Aceptó la Palabra, se dejó formar por ella, creyó de verdad y por eso anduvo por el camino del Evangelio. Por esta razón, el gran apóstol, sin rubor, no duda en proclamar su propia debilidad: “Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Porque cuando soy débil entonces soy fuerte”. Pablo había entendido el ejemplo de Jesús y se mantuvo fiel al mismo. Hemos de hacer nuestra la actitud sana y eficaz que Pablo propone, cuando afirma: “Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte, porque así reside en mi la fuerza de Cristo”. Con Pablo hemos de ponernos a la escuela de Jesús, dejándonos llevar por el mismo camino por el que él paso, seguro que más allá de la cruz, de la contradicción, de la prueba, nos espera la gloria y el descanso en el Reino de Dios.


29 de junio de 2015

ARTÍCULOS: San Bernardo y "El Cantar de los Cantares"

ARTÍCULOS: San Bernardo y "El Cantar de los Cantares":     SERMÓN 20 DE SAN BERNARDO Nació en Borgoña (Francia) el año 1090. Fue el principal propulsor de la reforma cisterciense, promotor de la...