INTRODUCCIÓN
Nacido
en el año 360 en la ciudad de Dobrudja, en la desembocadura del Danubio, de
nacionalidad escita. De familia poderosa, terminó siendo aún muy joven sus
estudios clásicos. Junto con su amigo Germán, al cual se sentía muy unido, se
embarcó en un viaje hacia Oriente, interesándose sobre todo en el testimonio
cristiano que daban los monjes que poblaban esos lugares.
Se
detuvo en Palestina por unos dos años, en un monasterio de Belén. No consta,
sin embargo, que haya conocido personalmente a Jerónimo. Aparentemente, lo
conoció y lo estimó sólo por sus escritos. Después de dos años, Casiano y
Germán se dirigieron a los desiertos de Egipto, en particular a Escete y a
Nitria. Volvieron ocho años después y nuevamente partieron por tres años más.
En
el 399 se dirigieron a Constantinopla, debiendo huir de Egipto a causa de su
"origenismo." Casiano fue admirador y partidario de Orígenes,
particularmente en lo que se refiere a su exégesis escriturística. Mantuvo, sin
embargo, una posición equilibrada y evitó seguirlo en ciertos aspectos más
dudosos y menos ortodoxos. En Constantinopla, Casiano fue ordenado diácono por
Juan Crisóstomo, por el cual conservó siempre una profunda devoción. Luego que
Juan Crisóstomo fuera expulsado, también los dos amigos se tuvieron que ir, y
se dirigieron a Roma, al papa Inocencio I, para solicitar su ayuda en favor del
obispo perseguido. Desde ese momento se pierde el rastro de Germán, a quien
suponemos muerto en Roma.
Con
toda probabilidad, Casiano fue ordenado presbítero en Roma. De allí se dirigió
a Marsella, en el año 415, donde fundó el monasterio de San Víctor y un
monasterio femenino, Murió alrededor del año 435 en el monasterio por él
fundado de San Víctor.
Por
medio de sus dos grandes obras, Instituciones cenobíticas y Colaciones
espirituales, Casiano transmitió a Occidente un conocimiento bastante exacto a
propósito de la institución monástica en Oriente y Occidente.
Durante
el tiempo transcurrido en Marsella, Casiano intervino en las disputas
doctrinales relativas a la gracia y, poco dotado para este tipo de cosas,
incurrió en formulaciones erróneas o imprecisas, de carácter semipelagiano. Sin
embargo, aun en este delicado tema, su santidad y su tendencia hacia la dulzura
y la sumisión, no fueron menos evidentes. Casiano, no bien advirtió su error,
se retiró y calló.
El
programa monástico de Casiano era audaz y preciso: reformar el monacato
occidental, para devolverle la luminosidad de la tradición de los tiempos
apostólicos, y además intentar adaptar a la vida cenobítica las prácticas de la
anacoresis vivida por él en Oriente. El primer fruto de esta labor son los doce
libros de las Instituciones. Es un
tratado no precisamente sistemático compuesto de dos partes muy diversas. La
primera describe las “instituciones” monásticas y litúrgicas que conoció entre
los Padres de Egipto, Siria y Capadocia:
“Lo que… hemos tratado de cumplir o
aprender, o constatado con nuestros ojos,
ahora no podemos ya
retenerlo íntegramente, alejados después de tantos años de su frecuente compañía (de los monjes
orientales, sobre todo egipcios) y de la imitación de su vida”[1].
La segunda parte,
comprende los libros V al XII y habla de los ocho vicios capitales del monje y
de la manera de combatirlos.
Más importancia tiene su segunda obra literaria, las
Conferencias o Colaciones (Collationes),
divididas en tres libros, que versan sobre las principales cuestiones de la
vida monástica.
Las Colaciones son la prolongación, en un plano
hondamente espiritual y místico, de su obra anterior, Las Instituciones. Y en
cuanto reflejan una parte de las reacciones de su vida íntima, son como la
autobiografía de su alma. Alma enamorada de Cristo y de la vida monástica que
se centra en Cristo.
En Casiano se encuentran descritas todas las fases de la
vida mística que describen nuestros más modernos tratados de espiritualidad.
Sólo que no se hallan sintetizadas ni expuestas en un orden sistemático. Sin
embargo, se puede afirmar que su espiritualidad es, como la de todos los
autores antiguos, una espiritualidad de combate: es un ejercicio, un ascetismo.
Casiano quiere, no obstante, que la mortificación exterior sea siempre
moderada.
Con su obra, Casiano da a la vida monástica una nueva
vigencia. El monacato occidental le parecía desquiciado, lánguida. Por eso
concibió el plan de reformarlo. Para ello introduce las observancias del
cenobitismo egipcio, mitigada por las de Palestina y Mesopotamia[2],
e integra en la vida del cenobio –por una transposición que representa el gran
hallazgo de Casiano- lo esencial de la anacoresis[3].
Digamos, en fin, que sus experiencias, las fuentes en que
bebe el oro puro de su doctrina, la índole y trascendencia de los temas y aun
la forma documentada y sagaz en que los pone de relieve, le colocan en la línea
de los grandes autores espirituales.

Casiano la intitula Seniorum Conlationes: “Colaciones o
Conferencias de los ancianos”, y en otro lugar, Conlationes spirituales: “Colaciones espirituales”. Son el
coronamiento de las Instituciones y ya en el prefacio precisa:
“Del aspecto exterior y visible de la vida de los monjes, de que nos
ocupamos en disposiciones del hombre interior, que, por ser invisibles, se
ocultan a la mirada”[4].
Por tanto, el objeto
del autor es darnos una visión panorámica, lo más completa posible, de la vida
interior del monje. Estas conversaciones habidas por él con los solitarios de
Egipto, se ordenan a establecer toda la doctrina monástica por la que se ha de
regir la vida de los monjes de Occidente.
La obra “casianense”
es un legado de la doctrina de los Padres. Nos dice cómo se siente, cómo se
vive en el desierto. Casiano introduce, a no dudarlo, conceptos de su propia
cosecha; pero aun éstos aparecen sugeridos y, por lo mismo, subordinados a los
que van exponiendo los ancianos.
Por otra parte, lo
que más da calor y viveza a su obra es precisamente este diálogo que entabla
con los monjes. El papel de discípulo que interroga va a cargo de Germán, su
amigo entrañable y compañero de peregrinación, pero también alguna que otra vez
lo desempeña este papel, el mismo Casiano[5].
Las respuestas de los quince maestros que responden están condesadas en veinticuatro
conferencias. Entre los maestros están Moisés, Serapión, José, Nesteros… Casi
siempre nos describe los rasgos personales de estos héroes, sus virtudes, sus
preferencias, su idiosincrasia…
Si a ello se unen
las descripciones topográficas que prodiga el autor, tenemos la grata impresión
de revivir las circunstancias y situaciones de aquel mundo monástico en que se
hallaron un día los dos monjes peregrinos. Y es que Casiano, en este sentido,
puede llamársele con el justo título “intérprete de los Padres del yermo”.
Entre sus fuentes es
de máxima importancia Evagrio Póntico y así, nos dice el P. Marsili que la obra
de Casiano es una “codificación de la docta espiritualidad de los maestros
alejandrinos para uso de los monjes”[6].
2- Esquema ideológico
Las Colaciones constan de tres partes, al frente de las cuales
figura su respectivo prefacio, original de Casiano. Los tres grupos de
conferencias están estrechamente coordinadas.
Como se componen de veinticuatro, en la última el autor subraya
el carácter simbólico de este número, que evoca a los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis. Es que redacta la obra como un homenaje ofrecido al Codero
Salvador[7].
Casiano vuelve reiteradamente sobre los mismos temas y toca a menudo los puntos
de vista de los sucesivos Padres, y de ahí, que repita una y otra vez las
mismas ideas insistentemente, como si temiera no exponer claramente la
doctrina. A pesar del aparente desorden a que dan lugar tales repeticiones, las
tres partes -que comprenden respectivamente, diez, siete y siete colaciones-
forman un todo cuyo esquema ideológico es:
Primera parte: consta de diez conferencias, escritas,
igual que las Instituciones, a petición del obispo Cástor. Pero al fallecer
éste durante la redacción del a obra, van dedicadas al obispo Leoncio y al
solitario Heladio. Estas conferencias corresponden al largo período que pasó el
autor en el desierto de Escete[8]:
A-
Fin del monje y medios de alcanzarlo (Col. I-III).
B-
Obstáculos que empiezan en la consecución del fin
(Col. IV-VI).
C-
El combate espiritual que libra el alma (Col.
VII-X).
Segunda parte: Comprende siete
conferencias dirigidas a los hermanos Honorato y Euquerio. Esta serie de
conferencias corresponde a los principios de la permanencia de Casiano en
Egipto y se sitúan en Panéfesis[9]:
A-
Complemento y aclaración de lo dicho sobre la
perfección (Col. XI-XIV).
B-
La perfección consumada y sus indicios (Col.
XV-XVII).
Tercera parte: siete conferencias
destinada a los cuatro abades de la isla de Hyeres, Joviniano, Minervio,
Leoncio y Teodoro. Las tres primeras datan de su permanencia en Diolcos; las
otras cuatro, que se sitúan generalmente en Panéfesis:
A-
Sobre los monjes y diversas modalidades de la vida
monástica (Col. XVIII-XIX).
B-
Adiciones y suplementos sobre la vida espiritual
(Col. XX-XIV).
3- La doctrina: Doble fin en la ascensión espiritual
Casiano concibe dos fines en
la búsqueda y posesión de Dios: el inmediato y el mediato. El inmediato es lo
que él llama “la pureza de corazón”. Implica la purificación total del espíritu
y el desprendimiento completo de todas las cosas. Este fin inmediato tiene su
valor sólo en razón del fin último o “Reino de Dios”, que es la vida eterna
poseída en el cielo[10].
A estos dos fines –próximo y supremo- corresponden dos aspectos de la vida
espiritual: la scientia o vita actualis, que es sinónimo de “vida
ascética”; y la scientia o vita theorética, que es lo mismo que
“vida contemplativa”.
Para alcanzar el fin próximo
o “la pureza de corazón”, que es caridad[11],
santidad[12], el
monje renuncia a todo y abraza una vida de total consagración a Dios. El
conjunto de estas renuncias y prácticas religiosas constituyen la vita actualis o práctica, es decir, el
ascetismo monástico[13].
El conocimiento de los vicios y el modo de curarlos; el de las virtudes y la
manera de adquirirlas, son los dos jalones de esta scientia preliminar de ascesis.
Esta ciencia le lleva de la
mano a la vita theorética o
contemplación, que le pone en posesión del fin último de su vida: el Reino de
Dios[14].
Por la ascesis, pues, camina el monje hacia la unión con Cristo; por la
“ciencia práctica”, a la “ciencia teórica”; por el ascetismo, a la
contemplación, que es, para Casiano, la realización incipiente del quehacer
eterno en el cielo.
Ahora bien, para vivir la vita actualis y la vita contemplativa es esencial la “discreción”[15].
Esta virtud distingue lo que favorece el bien, lo que fomenta el mal, lo que
viene del hombre y lo que procede del demonio[16].
Pero para obrar el bien se precisa de continuo la gracia de Dios. En esto,
Casiano insiste fuertemente, sin embargo, yerra en un punto notable. Al
contrario de S. Agustín, Casiano cree que para salvaguardar la libertad de la
voluntad se debe admitir en el libre albedrío un mínimun de iniciativa personal del todo independiente. Este desliz
fue parte para que se le considerara como autor del semipelagianismo. No
obstante, Casiano no fue el creador pues los orígenes de esta doctrinase
remontan más allá en la historia de la teología y de la ascesis. Orígenes y S.
Juan Crisóstomo, entre otros, trazaron ya inconscientemente los primeros
esbozos doctrinales de la misma[17].
4- La contemplación
La ascesis no es el fin del
a vida espiritual, nos suministra los medios para llegar a la contemplación.
Ella, constituye la esencia
de la vida eremítica y Casiano la trata en la Colación IX : la oración pura;
las formas de la plegaria; el sentido del Pater
Noster; la oración ígnea, constituyen para él, el más alto grado de
oración. La compunción y el don de lágrimas son las señales por las cuales
sabemos que hemos sido oídos. Por otra parte, la Colación X está dedicada al
tema de la contemplación perpetua. Casiano se revela aquí, como en otros
puntos, de ser un fiel seguidor de la espiritualidad alejandrina. El medio más
eficaz para fomentar ese clima espiritual de contemplación nos lo ofrece Casiano
en la Colación XIV ,
que versa sobre la ciencia del espíritu desde el punto de vista de la gnosis.
En el fondo, se trata de un más profundo conocimiento “pneumático” de las
Sagradas Escrituras, con aplicaciones a la vida moral.
5- La “Apatheia”, presupuesto de la oración pura
Par llegar el monje a esta
plegaria “ígnea” –que constituye el más alto grado de oración- ha de estar
dotado de la impasibilidad, es decir, de la “apatheia”. Para él es lo mismo que
“pureza y tranquilidad del alma”[18].
Constituye el ideal del asceta oriental, y Casiano lo propone como objetivo y
fin de todo el ascetismo monástico y cristiano[19].
Se caracteriza por la ausencia de pasiones y turbación de la sensibilidad. Deja
al monje en una serenidad y paz sin eclipse. Además, afecta también al cuerpo,
y es como una inmunización de la carne que logra el alma frente a los efectos
de las leyes fisiológicas[20].
Esta perfecta integridad de cuerpo y alma es como una especie de imitación del
estado angélico[21] que
precede a la “oración pura”.
Así llama Casiano la oración
gratuita, don de Dios, superior a todo esfuerzo humano, La denomina
“transitoria”[22] y
“ocasional”[23], por lo mismo que es breve y fugitiva.
Constituye, en realidad, la cúspide de la perfección, pues en ella reconjugan
la elevación más sublime de la plegaria con el fuego encendido de la [24]caridad.
La oración pura es propia del alma pura.
Tal es, en bosquejo, la
doctrina espiritual contenida en la obra de Juan Casiano.
CONCLUSIÓN
De lo que hemos apuntado ya aquí, se desprende que las Conferencias
de Casiano no son propiamente una relación de sus viajes. Han sido redactadas
mucho tiempo después, y arguyen otras influencias además de los Padres del
desierto. No obstante, los pormenores e incidencias que contienen son bastante
exactos para permitirnos reconstruir las vicisitudes de la Estancia de Casiano en
Egipto. Y ello desde el desembarque hasta que abandona el país del Nilo, al
cabo de veinte años, cuando el arzobispo Teófilo de Alejandría expulsa a Juan
Crisóstomo.
En esta obra, el lector
sigue, año tras año, los avatares de la vida que lleva un monje peregrino (pero
un monje que es a la vez, un escritor excepcional), a través de celdas y
monasterios.
Casiano no hace consistir la
perfección en las austeridades o en las obras de misericordia, ni siquiera en
los carismas o dones preternaturales, sino en la caridad que nos une a Dios[25].
En Casiano apunta ya la idea
de las tres vías: purgativa, iluminativa y unitiva. Baste citar, entre otros,
el pasaje siguiente:
“Queremon
nos dijo: hay tres cosas que alejan a los hombres del vicio: el temor del
infierno y de la ley, la esperanza y el deseo del cielo, el atractivo del bien
y el amor de la virtud”[26].
Más claramente distingue en
el trabajo un doble aspecto: uno, negativo, que se refiere a la renuncia por la
cual nos alejamos del mal; y otro, positivo, que es la oración y la
contemplación, por la cual practicamos el bien
y nos unimos a Dios.
“La influencia monástica de Casiano, en particular, con su aspiración a
renovar el cenobitismo
con una ascesis más discreta y a la vez más idealista, integrando el ideal espiritual del anacoretismo, influyó
notablemente sobre la evolución del monacato, produciendo
un tipo de monje más disciplinado, más cultivado y más equilibrado. Esto se debe, sobre todo, a la acción de
Casiodoro y S. Benito. A través principalmente de la Regla de este último”[27].
Tomadas, pues, en su
conjunto, las Colaciones constituyen un directorio completo y de los más
autorizados de la vida monástica o simplemente ascética.
Marina
Medina Postigo
BIBLIOGRAFÍA
Alejandro María Masoliver, Historia del monacato
cristiano, Desde los orígenes hasta S. Benito,
Ediciones Encuentro, Madrid 1994.
Alfredo López Amat, El seguimiento radical de Cristo,
Ediciones Encuentro, Madrid 1987.
Juan Casiano, Colaciones. Tomo I, Ediciones
Rialp, col. Neblí n. 19, Madrid 1958.
Juan Casiano, Instituciones, Ediciones Rialp, col. Neblí n. 15,
Madrid 1957.
M. Cappuyns, Cassien (Jean), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques.
T. 11, París 1949.
M. Colombás, San Benito, su Vida y su Regla,
B.A.C., Madrid 2006.
S. Marsili, Giovanni Cassiano ed Evagrio Pontico. Dottrina
sulla carità e contemplazione,
Studia Anselmiana 5 (1936) 162.
[1] Instituciones, prefacio 4.
[2] Instituciones, prefacio
9.
[3] García M. Colombás, San Benito, su Vida y su Regla, B.A.C.,
Madrid 2006, p. 34.
[4] Colaciones, prefacio.
[5] Ídem., XIV, 2; XVII, 3.
[6] S. Marsili, Giovanni Cassiano ed Evagrio Pontico. Dottrina
sulla carità e contemplazione, Studia Anselmiana 5 (1936) 162.
[7] Ídem., XXIV, 1.
[8] Ídem., XI, prefacio 2.
[9] Ídem., XI, prefacio 2.
[10] Ídem., I, 1, 4 y 5.
[11] Ídem., I, 7-8.
[12] Ídem., I, 5.
[13] Colaciones I, 7; Cfr. Colaciones XIX, 8; e Instituciones IV, 34-35.
[14] ColacionesI, 8 y 15.
[15] Ídem., II.
[16] Ídem., II.
[17] M. Cappuyns, Cassien (Jean), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques.
T. 11, p. 1349.
[18] Casiano pone gran cuidado en evitar el término “apatheia” por el uso
que hacían de él los pelagianos. Lo traduce por “inmutable tranquilidad del
alma”.
[19] Colaciones I, 5-8; II, 6 y
7; IX, 2; XVII, 28; XXI, 12. 14.
[20] Colaciones XII, 11; Cfr. Instituciones IV, 6.
[21] Colaciones XII, 6; XXII, 3.
[22] Ídem., IX, 15.
[23] Ídem., IX, 26.
[24] Ídem., IX, 18.
[25] Ídem., XXIV, 6.
[26] Ídem., XI, 6.
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