16 de agosto de 2014

SALMO 130



1-    Comentario sobre el Salmo.

         El comentario está extraído de las Enarraciones de San Agustín sobre el Salmo 129: San Agustín, Obras de San Agustín. Enarraciones sobre los Salmos. IV volumen, a cargo del P. Balbino Martín Pérez, B.A.C., Madrid 1967, p. 398-413.

San Agustín, comienza diciendo que éste es un salmo de grado porque es de quien desde lo hondo, sube. Cada cual sube desde una profundidad distinta y hemos de adivinar cuál es nuestra profundidad desde la que clamamos a Dios. Nos muestra el ejemplo de Jonás que estando en lo profundo del mar y dentro de un cetáceo, oró al Señor y su súplica fue escuchada.

Según Agustín nos comenta que la profundidad es la vida mortal y que el alma ansía subir hasta el Señor para que sea libertada, para que fuese renovada, porque el hombre peca, cae, pero sólo puede sanarnos Dios. Y es el grito del que clama en el abismo el que le permite subir hasta Dios. Sin embargo, los que no claman al Señor desde lo más hondo, son los pecadores que han caído a un abismo profundísimo. Y lo peor, es que muchos de los más grandes pecadores, prosperan en sus vicios y así, se creen que son más felices y por tanto, no sienten necesidad de gritar al Señor. Y viéndose en lo profundo del abismo, piensan que se condenarán sin remedio y en ese caso, coma van a ser castigados igual, cometen todos los delitos que pueden. Pero Jesús, que por nosotros se hizo hombre, que se abajó hasta nuestra condición por amor, ha puesto en el hombre el ansía de gritar a Él desde lo más profundo del abismo y así, el clamor y el arrepentimiento del pecador lleguen a Dios.

“Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos

a la voz de mi súplica” (129, 1-2). Es el pecador quien clama al Señor desde lo más profundo porque está firmemente convencido que ya que vino a perdonar los pecados, perdonará al que clama desde el abismo de sus iniquidades. El pecador se da cuenta de que todos los hombres son culpables y pecadores y todos los hombres deben estar seguros de la misericordia divina, porque: “Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?” (129, 3).

            Y ¿por qué el pecador tiene esa esperanza?, esta respuesta nos la da también el salmo: “Pero de ti procede el perdón” (129, 4).  Pues bien, ese perdón, esa “propiciación” como dice San Agustín, procede del sacrificio del Hijo del Hombre, de Cristo, que ofreció Su sangre inocente para redimir a los hombres. Y si existe esta propiciación, es porque el Señor es misericordioso.

            Sigue hablando ahora Agustín de la Ley; dice que a los judíos se les dio una ley para que descubriesen sus pecados, no era una ley que pudiese vivificar, y así, la ley le hizo al hombre, reo, era una ley que ataba al pecado pero el Autor de la ley libró al pecador porque existe otra ley, la de la misericordia.

            Ahora, habla sobre la ley del amor y dice el Apóstol: “Sobrellevaos mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo”. Es decir, unos a otros debemos llevar sobre nosotros mismos las cargas de nuestros hermanos y perdonarlos, y también ellos deben perdonarnos y cargar con nuestras flaquezas. Pero eso no significa que debamos consentir en los pecados ajenos, pues si es así, los hacemos nuestros. Llevar las cargas del otro, significa que cuando cae en una falta, se debe rogar por él, nos debe desagradar su falta y debemos perdonar si nos pide el perdón, y así, obraremos como Cristo nos enseñó: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

            Prosigue ahora San Agustín, con el perdón que necesitamos de Dios, pues aunque no hayamos caídos en pecados sumamente graves, nadie se puede escapar de los pecados de la lengua aunque sean leves, pues dice el Evangelio quien llame a su hermano “imbécil”, es reo del infierno. Y si por creer nosotros que son leves, seguimos cometiéndolos, amontonamos pecado sobre pecado y al final, existe una montaña gigante de pecados.

            El salmista contempla la gran cantidad de pecados aunque leves, que cometen cada día los hombres y observando la fragilidad del ser humano, clama: “Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz mi súplica: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?” (129, 1-3). Entonces, se pueden evitar muchos pecados de los más graves como el homicidio o el robo entre otros, pero ¿quién es capaz de omitir los pecados de la lengua o del pensamiento? Por tanto, si Dios en vez de ser un Padre misericordioso es un juez severo, “¿quién podrá resistir, Señor?” (129, 3).

            Sobre el versículo del salmo: “Espero en tu palabra” (129, 5). Dice que sólo puede esperar quien todavía no ha recibido la promesa, esto es, han sido perdonados nuestros delitos, no debemos sufrir el castigo merecido por nuestro mal, pero esperamos todavía, entrar en el Paraíso, la vida eterna. Hay que esperar en el Señor, como nos dice el salmo, pero no sólo un momento, sino: “mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora” (129, 6-7). Y al ser perdonados, sabemos que igual que resucitó el Señor, resucitaremos nosotros.

            Cristo tomó de nosotros la carne, el Verbo se hizo carne y ofreciéndose por nosotros como sacrificio, en la resurrección innovó lo que fue matado.

            Cristo resucitó en la vigilia matutina, y nosotros debemos esperar hasta la noche, es decir, hasta la muerte, porque hay muchos que esperan en Dios cuando toda va bien, pero al ver a los malvados prosperar, dejan de esperar en el Señor si las cosas no les van como ellos quieren.

            El Señor resucitó al rayar el alba para ya no morir más y nosotros tenemos que esperar desde la vigilia matutina, sabiendo que resucitaremos como el Señor y que ya no habremos de morir.

            Hemos de esperar hasta la noche, es decir, hasta el fin de nuestra vida o del mundo, porque entonces ya no se necesitará la esperanza pues estaremos en posesión de la realidad, pero debemos esperar con esperanza, y cuando venga Cristo, los justos alegrándose, irán con Dios, y los impíos, irán al fuego eterno.

            “Mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora”  (129, 6-7). Por tanto, Israel debe esperar al Señor, pero desde la vigilia matutina. Hay que esperar en el Señor desde la mañana hasta la noche, pero aquí también deberemos sufrir tribulaciones como las sufrió Jesús, pues lo que debemos esperar con esperanza, es la resurrección a la vida eterna; “Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora” (129, 7).

            “Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (129, 7); y “él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129, 8). Pero debemos ser librados de todos nuestros pecados por Cristo que sin cometer pecado es el Único que puede librar a Israel, para resucitar como ha resucitado nuestra Cabeza. Debemos acudir a Cristo con confianza para pedir perdón y esperar Su redención segura, ya que él nos mandó decir: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, y el salmo nos termina diciendo: “él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129, 8).


2-     Comentario en modo litúrgico.

5º Domingo de Cuaresma – Ciclo A
Lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de comentar un salmo que aparece en una celebración dominical, es el conocer que el Evangelio es la lectura más importante de la celebración eucarística, y que a su comprensión van encaminadas todas las demás lecturas. Así, la Primera Lectura, el Salmo Responsorial, la Segunda Lectura y el Aleluya con su versículo, se deben leer teniendo como clave de comprensión el Evangelio.

      El contexto es fundamental, pues es éste el que da el significado. Cuando se saca un texto de la Biblia para “colocarlo” en el Leccionario, se cambia el contexto, la situación y por tanto, el significado.

Primero comentaré la relación de la Primera y Segunda Lectura con el Evangelio y luego comentaré el salmo dentro del contexto de este domingo, pues como ya dijimos, todas estas lecturas se relacionan entre sí y crean una unidad encaminada hacia el Evangelio.

Este domingo está caracterizado por una Liturgia de Resurrección, en la que domina el concepto de Jesús fuente de vida, capaz de devolverla incluso a los muertos. “Os infundiré mi espíritu y viviréis” (Ez 37, 14). La profecía que se lee en Ezequiel este domingo, preanuncia la era mesiánica, contramarcada por las resurrecciones espirituales y corporales realizadas por el Hijo de Dios, y no menos el fin de los tiempos, en el que se hará verdad la resurrección de la carne.

Entre las resurrecciones obradas por Cristo, la de Lázaro tiene una importancia capital. La respuesta que Jesús da a quienes le anuncian la enfermedad  de Lázaro: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios” (Jn 11, 4); Su demora en llegarse a Betania y , por último, la declaración imprevista: “Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis” (Jn 11, 14-15), manifiestan que el hecho estaba ordenado a glorificar a Jesús “resurrección y vida”, y al mismo tiempo a perfeccionar la fe de quien creía en Él y a suscitarla en quien no creía (Jn 11, 42). El Maestro  insiste sobre estos dos muertos en el coloquio con Marta. La mujer cree: está convencida de que si Jesús hubiera estado presente, Lázaro no habría muerto; pero Jesús quiere llevarla a que reconozca en Su Persona al Mesías Hijo de Dios venido a dar la vida eterna a cuantos creen en Él, por eso declara: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vida y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Jn 11, 25-26). He aquí hasta dónde tiene que llegar la fe: creer que el poder de resucitar a los muertos pertenece a Cristo y se sirve de este poder para asegurar la vida eterna a cuantos viven en Él por la fe.

            El tema vuelve a ser tratado por San Pablo en su carta a los Romanos: “Si Cristo está en vosotros (por la fe y el amor), el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia” (Rom 8, 10). Jesús no ha abolido la muerte física, pero librando al hombre del pecado, le ha hecho participar de Su propia vida, que es vida eterna; por eso, la muerte no tiene poder alguno sobre el espíritu de quien vive “por la justicia”. Llegará un día en que también los cuerpos de los que creyeron resucitarán gloriosos para nunca más morir, partícipes de la resurrección de Jesús. Entonces el Señor será , en su pleno sentido, “la resurrección y la vida”, glorificado por los elegidos, resucitados y vivos para siempre por la gracia que brota de su misterio pascual.

            Al aproximarse la Pascua, el relato de la resurrección de Lázaro es una exhortación a desatarnos cada vez más del pecado, confiando en el poder vivificador de Cristo, que quiere hacer a los hombres partícipes de su propia resurrección.

            El versículo del Aleluya toca el tema fundamental que se desarrolla en estas lecturas: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11 25a-26). Y vemos también su conexión con el salmo; si se es perdonado, si se acoge el perdón de Dios, será una criatura nueva, y entonces, vivirá y creerá en el Señor y “no morirá para siempre” (Jn 11, 26).

            Ahora vamos a relacionar este salmo y el versículo que se repite para ver su significado en este concreto contexto:

            Este es un salmo penitencial y se usa en la liturgia de los difuntos. Es un clamor hacia la misericordia del Señor pidiendo perdón por el pecado, por el mal cometido; solo Dios puede otorgarnos el perdón y llevarnos a resucitar con Él no sólo después de la muerte, sino también proporcionándonos una vida nueva al ser cancelado, perdonado nuestro pecado.

            El perdón del Señor se espera con ansia, con un anhelo realmente profundo y que nace de lo más íntimo del corazón del hombre: “Mi alma aguarda al Señor , más que el centinela la aurora” (Versículo 6).
            Del mismo modo que en la Primera Lectura se nos muestra como vuelven a la vida los huesos secos que representan a la casa de Israel y Dios les dice: “Infundiré en vosotros mi espíritu y reviviréis; os estableceré en vuestro suelo y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago” (Ez 37, 14). También en el salmo vemos este despertar espiritual, pero en esta vida, no hablamos ahora de la vida eterna; es un resucitar a una vida nueva sin haber llegado todavía a la muerte física: “Desde lo hondo a ti grito, Señor” (versículo 1); “pero de ti procede el perdón...” (versículo 4); “Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos” (versículos 7-8). Es esta deseo de perdón que nace de lo más profundo del alma, es esta acogida del perdón que Dios nos regala, la que nos hace “resucitar” a una nueva vida siguiendo y obedeciendo al Señor; y es esta nueva vida la que nos hará alcanzar (por la gracia de Dios), la vida eterna donde resucitará todo lo que somos, cuerpo y alma.

Leyendo la Segunda Lectura, vemos: “Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, pero el espíritu está vivo por la justicia” (Rm 8, 10). Para vivir plenamente necesitamos el perdón de Dios y así, Cristo “vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8, 11b). Dios infunde vida a los huesos que son la casa de Israel a través del soplo de Su Espíritu, vivifica nuestros cuerpos mortales por medio de Su Espíritu y por eso el salmo dice: “Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor más que el centinela la aurora” (Sal 130, 5-6).

Advertimos pues, que estas lecturas están interconectadas entre sí para llevarnos a una comprensión del Evangelio más plena, pero teniendo en cuenta que se trata de una comprensión de lo que la liturgia en este domingo nos quiere expresar.

La antífona que se repite en el salmo este domingo es: “Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (Sal 130,7). El Señor siempre está pronto para perdonar y ofrecernos Su amor y Su misericordia  y llevarnos a una más íntima y profunda unión con Él. Siempre perdona, nunca se cansa, nos quiere a Su lado para siempre y siempre está esperando a que deseemos acoger Su perdón y resucitarnos a una vida nueva ya aquí y después tenernos siempre a Su lado en el Paraíso.

  
3-    Lectura con la Liturgia de las Horas.

Este salmo aparece en las Completas del miércoles, después del Salmo 31 (30).
Las Completas se rezan antes de ir a la cama, por la noche, cuando ya todo está oscuro y por tanto, esta oscuridad por simboliza muy bien el estado del alma cuando se peca y por eso, este salmo está muy bien elegido para rezarlo a esta hora diciendo al Señor: “Desde lo hondo a ti grito, Señor” (129, 1). Pero igual que después de la noche llega la mañana y la luz, al invocar al Señor, se alcanza Su perdón y la luz vuelve al alma.

El Himno de este día repite dos veces: “Mi corazón te sueña, no te conoce”; quizás, si el corazón hubiese conocido al Señor, no habría pecado, pero también es cierto, que sí se conoce al Señor, pues es conocida Su misericordia y Su perdón: “porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129, 7-8).

El salmo que se recita antes, es un grito de ayuda a Dios al encontrarse amenazado por los enemigos; se refiere a un peligro externo, ajeno a la persona y se pide al Señor la ayuda que necesitamos de Él para rechazar este trance. Sin embargo, el salmo que estamos comentando, también hace referencia a un peligro, pero interior, que viene de dentro del ser humano y así, nos encontramos que en las Completas de este día pedimos  Dios que nos libre de todo mal, de TODO mal, externo e interno.

Es verdad que en el salmo anterior se dice: “A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás” (30, 6). Aquí, parece que se refiere también a un peligro que viene de dentro de la persona, pero no es así, pues también se dice: “sácame de la red que me han tendido” (30, 5), por lo que se observa que se pide verse libre de un peligro que viene de fuera. Y el salmo del que ahora nos ocupamos, dice: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor” (129, 3), es decir, se refiere a los delitos cometidos por un mismo y por los demás. Y también: “Mi alma espera en el Señor” (129, 5); es el alma de la persona que espera el perdón de Dios por sus delitos, porque sabe que solo Él puede perdonarle y también es poderoso para perdonar a todo “Israel”.

El título de este salmo es: “Desde lo hondo a ti grito, Señor”, que corresponde al primer versículo del mismo salmo. Pero ya nos da la clave de cómo leer e interpretar este salmo. Es un grito que proviene de lo más profundo del hombre, donde la oscuridad es total y de donde sin la ayuda y la misericordia de Dios, no se puede salir. Desde lo hondo de las tinieblas, de lo hondo del pecado, se grita a Dios Su ayuda, Su perdón; se “grita” por temor a que Dios no nos oiga, tan hondo hemos caído y tanto nos hemos apartado de Él. Pero es un grito no desesperado, sino lleno de confianza en la misericordia divina. Si no existiera esta inquebrantable confianza en Dios, ¿existiría este grito? No, no es un salmo para la tristeza, sino para la esperanza y la alegría, después de la noche, llega siempre el día. A pesar de estar en lo más profundo del mal, nos podemos acercar a Dios, Él es más grande que nuestros pecados.

La sentencia que aparece después del título y antes de comenzar el salmo es esta: “ Él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1, 21)”. No puede ser más clara, en el salmo se espera “la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129, 7-8). Por tanto, sólo  Dios, puede salvar del pecado a los que acuden a Él con confianza. Todo el Antiguo Testamento debe ser leído desde la perspectiva del Nuevo Testamento, es decir, El Antiguo Testamento es un referencia continua de la Persona de Jesús. En la sentencia del salmo: “Él salvará a su pueblo de los pecados”. Ese “Él”, revela a Cristo. Cristo, Segunda Persona de la Trinidad es Dios y Él vino al mundo a redimir a todos los hombres del pecado y de la muerte eterna, vino a traernos Su salvación y a ser nuestra Luz.  Por tanto, aquí nos dirigimos a Cristo para que Él nos perdone y redima. Pero hay más: el salmo dice: “Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra” (129, 5). Cuando decimos que esperamos en Su palabra es decir que esperamos en Su “Palabra”; Cristo es la Palabra del Padre. Así que decimos que esperamos en la salvación que Cristo nos quiere regalar. Durante siglos se ha anhelado que llegase el “esperado de Israel” para que trajese a los hombres la salvación tan ansiada, aunque no siempre ha sido comprendida cuál era esta salvación, y a este propósito nos dice el salmo: “Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora” (129, 7), pero también nos da la clave de qué tipo de salvación se trata: “Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos” (129, 7-8).

Hna. Marina Medina

12 de mayo de 2014

MONAQUISMO SIRIO


ISAAC EL SIRIO Y SU INFLUENCIA EN DOSTOYEVSKI

                Podemos advertir en el monaquismo sirio a partir del siglo V un hecho no tan evidente en el monaquismo bizantino a latino como es la gran cantidad de literatura monástica: Reglas, Cartas, Tratados. Aunque se sabe poco de sus autores.

            El monaquismo sirio es el fenómeno ascético-monástico que geográficamente comprende desde Palestina-Líbano hasta la parte más oriental de Mesopotamia. El sirio es un idioma semítico y es la que se utiliza en toda Mesopotamia –y hasta la India- sobre todo después de la segunda mitad del siglo V. Con las invasiones árabes del siglo VI, será este idioma el que poco a poco sea utilizado por la literatura cristiana hasta el siglo XII.

            Las Iglesias de tradición siria, leen la Sagrada Escritura en dos versiones bíblicas; en lo que se refiere al Antiguo Testamento tenemos: Peshittá, traducción siria hecha a mitad del siglo II; en cuanto al Nuevo Testamento: Diatessaron (sólo los Cautro Evangelios) en la segunda mitad del siglo II. Diatessaron es una palabra de origen griega. Es una versión única de los Cuatro Evangelios, pero es una narración unitaria. Fue la versión litúrgica usada hasta el final del siglo V por las Iglesias y monasterios sirios. Fue prohibido porque al ser una versión muy antigua, contenía textos que no existían en los Evangelios canónicos, y S. Efrén ha hecho un comentario al  Diatessaron: El Señor dice en el Evangelio: “donde hay uno en Mi Nombre, Yo estaré con él”. Los ermitaños tienen el consuelo de saber que el Señor está con ellos. Sin embargo en los Evangelios canónicos se lee: “Donde dos o tres están reunidos en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).

            Las Iglesias de idioma sirio se pueden dividir en dos grandes grupos según su confesión cristiana: las Iglesias sirio-orientales que no participan en el Concilio de Éfeso (431) y las Iglesias sirio-occidentales que no acogen el Concilio de Calcedonia (451). Mas su espiritualidad es común cuando dependen de la misma fuente, es decir, de la espiritualidad siria de los primeros siglos. La literatura siria se ha perdido en gran parte debido a las luchas dogmáticas de los siglos IV-V.

            Al inicio del siglo IV, observamos en el ambiente sirio la presencia de un movimiento ascético-monástico importante. Movimiento que está más ligado a los anacoretas que a la vida cenobítica, aunque también se encuentran testimonios arqueológicos de fines del Siglo IV que nos muestran la existencia de cenobios, o al menos de grupos de ascetas. Los sirios son comerciantes, habituados a moverse, a peregrinar, y practican voluntariamente la xeniteia: hacerse extranjero, el ir de un país a otro, para vivir allí la vida monástica. El monaquismo sirio tomará como formas, algunas curiosas como son los estilitas, los reclusos… Sin embargo a partir de S. Efrén (306-373) en el ámbito sirio será más cenobítico.

II- ISAAC EL SIRIO
            Isaac el Sirio o de Nínive, nació en Bet Katraye. Susiana (Seleucia, la recordada y célebre Sodoma bíblica, hoy en Irak) sobre la segunda mitad del siglo VII.

            Era un eremita, estudioso de las Sagradas Escrituras, que se dedicaba a enseñar a todos los que se acercaban a él.

            A Mar[1] Jorge el katholikós[2], dio vía libre a su pariente Mar Gabriel Katraya, predicador de la Iglesia y se llevó a Mar Isaac, a quien nombró obispo y para el que logró que se le asignara la Sede Episcopal de Nínive, junto al río Tigris. Mas a los cincos meses renunció  a este ministerio pues no fue capaz de aguantar. Regresó a la soledad después de obtener permiso del Papa, que le otorgó la dimisión. Mar Isaac se retiró al monte Matut de Bet Huzaye con los monjes que vivían en aquel lugar[3].

            Mar Isaac pasó a continuación al monasterio de Rabban Shabur, en la actual Shushtar, al sur de Irán. Las razones no son claras, pero parece ser que escandalizaba a sus hermanos y a su Abad que eran bastantes más conservadores y por eso se cambió a este monasterio. Se dedicó a la meditación y contemplación de las Sagradas Escrituras. Hombre de gran ascesis[4] quedó ciego y fue un discípulo  quien tomaba nota por escrito de su doctrina. Así nos han llegado cinco tomos de escritos que se conservaron como alimento espiritual para los monjes de del desierto y la Iglesia de Oriente, ya que trataban sobre la vida de los solitarios. Pero sus enseñanzas, por desgracia, como la de otros Padres de Oriente, pasaron a Occidente en su parte más externa, es decir, en sus formas penitentes las más de las veces vacías de contenido.

      Murió ya mayor y fue sepultado en el monasterio de Rabban Shabur.
            El estilo de este autor no es siempre fácil. Se pueden ver frases sencillas, encadenadas una después de la otra, al estilo de sentencias o proverbios bíblicos, pero también hay otras partes más difíciles por el estilo y el contenido. En Isaac observamos algo común entre los escritores sirios, como es el hecho de que es un autor que ha escrito mucho y que ha tenido un gran éxito, y sin embargo, gran parte de su biografía permanece en la oscuridad.

            Isaac es un monje que escribe para monjes, especialmente para los solitarios: anacoretas; los instruye y les anima a ser fieles en su vida. La vida solitaria para él viene a ser semejante a la resurrección, cuando el Solitario después de haber perseverado en la soledad y en el hábito con los Libros, olvida el mundo e incluso a sí mismo y tiene en la mente solamente, la grandeza de Dios y Su gloria, y en el desprecio de sí mismo, se da cuenta hasta que alturas ha sido elevado, su vida impulsada por el Espíritu Santo, procede de Dios y entonces se llena de un asombro infinito, y nos dice que uno no puede acercarse a Dios sino se aleja del mundo. Se refiere sine embargo, no a un alejamiento físico, sino que es un tomar distancia de las pasiones y de los interese mundanos.

            Nuestro monje, es ante todo un asceta y un escritor espiritual que se nutre sobre todo de la Sagrada Escritura: “La Escritura es el alimento del solitario y de todo cristiano” nos dice. Cuando Isaac queda ciego, sucede un hecho del que se habla mucho en la tradición monástica: El Espíritu renueva en el corazón del monje, la memoria de las Santas Palabras de la Escritura. La Sagrada Escritura será la fuente principal de Isaac, aunque también tendrá como fuentes a autores precedentes como Basilio, Evagrio Póntico, Efrén, Juan el Solitario…

            Entre los temas preferidos de Isaac, predominan el misterio de Dios, donde destaca Su amor paterno, y el misterio del hombre, una tríada formada por espíritu-alma y cuerpo, cuyo centro es el corazón, la ascesis y la vida espiritual. Tres temas merecen un especial interés:

            La plegaria con la distinción original entre plegaria de súplica, plegaria pura y no-plegaria,  que equivale a la unión mística.

      -La humildad, engendrada en el corazón humano o por el exacto conocimiento de sus pecados o por la meditación de la humildad de Nuestro Señor Jesucristo.

      -La misericordia y compasión, que es el incendio del corazón por toda criatura.

      La exposición del pensamiento ninivita se completa con unas páginas sobre la escatología, el punto quizás más difícil y conflictivo de nuestro autor.

      El camino del monje en el mundo, nos dice Isaac, es el camino del retorno a Dios donde se libra una batalla contra el mal hasta la efusión de sangre, para llegar a la vida eterna. Este camino ha sido ya trazado por la venida de Cristo que nos ha revelado “la gran caridad de Dios”. Esta caridad ha sido manifestada en Jesús. La búsqueda de Dios, va hacia la humillación, hacia el Hombre humillado, en la comunión con Jesús. El solitario, por la lucha espiritual y la mortificación, hace del mundo un crucifijo, imagen de la expoliación necesaria para llegar a la pureza. Se necesita en este camino de purificación, el trabajo, el cansancio, la perseverancia, y sobre todo, el silencio, ya sea exterior, ya sea interior[5].

II.1- Legado y obras
         Se le recuerda por sus homilías espirituales sobre la vida interior. Sobreviven sus manuscritos en siríaco y en árabe y algunas traducciones al griego que después se tradujeron al ruso.

            Isaac evitó escribir sobre los tópicos en disputa de los debates teológicos de sus coetáneos. Se enmarca dentro de la tradición mística de los santos orientales que enfatizaban el valor del Espíritu Santo.

            Su influencia en la literatura rusa es importante: en la obra “Los hermanos Karamazov”, de Fiódor Dostoyevski, el personaje Smerdiakov es un asiduo lector de Isaac. También es citado en el “Peregrino ruso” y varios de sus escritos están incluidos en la “Fillocalia”.

            A Isaac se le reconoció pronto como maestro de vida ascética y sus obras gozaron de gran éxito sobre todo en los ambientes monásticos de su Iglesia.

            Sus obras fueron traducidas a partir del siglo IX del siríaco al griego y al árabe, tras lo que fueron muy apreciadas en otras Iglesias orientales, y más tarde en el mundo eslavo y en los países latinos. Por tratarse de colecciones y discursos y no de obras sistemáticas, resulta difícil saber si lo que ha llegado hasta nosotros es la totalidad de su obra o sólo una parte de ella. La crítica moderna ha agrupado sus escritos en tres amplias colecciones.

            Con el título de Liber de contemplu mundi se reunieron veinticinco sermones diferentes, arbitrariamente distribuidos en 53 capítulos. La misma colección ha sido incluida en las Filocalias griega y eslava. Por este camino, pasó a Rusia.

            De sus obras traducidas al griego en el siglo XVIII y publicadas por Nicéforo Theotoki en 1985, se ha editado en español, la siguiente obra:
      -El don de la humildad: itinerario para la vida espiritual, Sígueme, Salamanca 2007. ISBN 9788430116294.

III- ISAAC EL SIRIO Y DOSTOYEVSKI

      Ya hemos apuntado anteriormente la influencia de Isaac en el escritor ruso Dostoyevski (1821-1881) nacido en Moscú. Fue muy importante también la importancia de la mediación de Dostoyevski para difundir el pensamiento de Isaac el Sirio en Rusia y en Occidente. Así, muchos de los principales puntos doctrinales del monje sirio, llegan a multitud de lectores y a la vez han influido en importantes teólogos como Barth, Thurneysen y Bonhoeffer por poner sólo algunos ejemplos.

            Dostoyevski, retomó de la obra de Isaac muchos puntos esenciales no sólo para los monjes, sino para todos aquellos que al menos una vez en la vida han sufrido mucho y sin embargo han encontrado sentido en su sufrir.

            A través de los personajes de sus obras, Dostoyevski hace al lector reflexionar sobre el significado de la existencia del mal, del sufrimiento y de la muerte también de muchas víctimas inocentes. Mas, al frente de todo esto, tiene personajes que experimentan una profunda alegría en las circunstancias paradójicamente más desesperadas cuando descubren hasta que punto los ama Dios y la belleza y la plenitud de vivir.

            Hay un momento importante en la vida del autor ruso, el 28 de diciembre de 1865; está registrada en sus apuntes dedicados ala tercera redacción de su novela “Crimen y castigo”, y dice así:

            IDEA DE LA NOVELA: 1) LA CONCEPCIÓN ORTODOXA, EN QUE CONSISTE LA ORTODOXIA
               No se logra la felicidad en una situación de comodidad. Es a través del sufrimiento que se llega a ella. Esta es la ley de nuestro planeta, mas este conocimiento directo (soznanie), percibido mediante el  proceso vital, es una alegría tan plena que se puede pagar con años de sufrimiento. El hombre no nace para la felicidad. Conquista su felicidad, y siempre mediante el sufrimiento. Aquí no hay ninguna injusticia, porque el conocimiento, directamente percibido por el cuerpo y el espíritu…, se adquiere con la experiencia de los pros y los contra, que es necesario experimentar sobre sí[6].

      Esto lo escribe en un momento en el que ha pasado él mismo por situaciones que le han causado mucho sufrimiento. El fragmento de sus apuntes que acabamos de transcribir, concentra en pocas líneas uno de los caminos indicados por los Padres de la Iglesia para realizar dentro de sí, el Reino de Dios, o bien, una dimensión de plenitud y de alegría iluminada por la gracia.

            En los apuntes para su obra “Los hermanos Karamazov”, el nombre más citado es el de Isaac el Sirio. Las palabras a través de las cuales en sus apuntes del 28 de diciembre explica “en que consiste la ortodoxia”, son una paráfrasis de un concepto  que está  a la base de la concepción de Isaac:
                  Aflicciones, preocupaciones, tentaciones son parte de los dones que Dios envía para preparar el camino… Nadie puede subir al cielo viviendo entre comodidades. Sabemos a donde conduce el camino de las comodidades (1923, p. 280).

                  No rechaces las tribulaciones porque por medio de ellas llegarás al conocimiento. No temas las tentaciones porque en ellas encontrarás bienes preciosos (1923, p. 124).

                  Hasta que el corazón no es humillado, no deja de divagar. La humildad levanta el corazón… mientras el corazón se llena de alegría y de asombro y frecuentemente el agradecimiento y la gratitud surgen en él (1923, p. 71-72)[7].

            En “Crimen y castigo” aparece el discurso de compasión y de perdón de uno de sus personajes –Marmeladov- contraponiéndose al orgullo, rabia y rebeldía de Raskolnikov. Este discurso es pronunciado por un hombre que está en el último peldaño de la escala social y que por tanto, no goza ni de respeto  ni de credibilidad por parte de los demás. Mientras que Raskolnikov, enmascara sus pensamientos más íntimos, Marmeladov, no esconde nada, aparece humilde y desnudo, transparente en su sentido de culpa y en la vergüenza de su condición. El secreto manifestado y que todos conocen es su condición y la de su hija Sonia (que es prostituta). Y este conocimiento por parte de los demás, hace sentirse a Marmeladov, como un pobre Cristo burlado y flagelado (él mismo Marmeladov exclama: “Ecce Homo”, Jn 19, 5). Es este el personaje que no tiene ya nada que esperar de los hombres y por esta misma razón, eleva los ojos a lo alto en busca de ayuda y descubre un “secreto” revelado a los pobres y humildes y escondido a los poderosos  y justos” de este mundo:
              El perdonará a mi Sonia… a todos juzgará y perdonará, a los buenos y malos, a los sabios y mansos. Y cuando termine con todos, entonces nos dirá a nosotros: “¡Salid, vosotros también! ¡Salid borrachos, salid vosotros los débiles, salid los viciosos!” Y nosotros saldremos sin avergonzarnos, y estaremos delante a Él. Y nos dirá: “¡Sois sucios! Con aspecto de animales y de su ralea; mas venid también vosotros”. Los sabios objetarán, objetarán las personas de sentido común: “¡Señor! ¿Por qué los acoges?”. Y Él responderá: “¿Por qué los acojo, oh sabios, por qué los acojo oh, personas de sentido común? Porque ninguno de ellos se creen dignos…” Y nos tenderá sus manos y os cerraremos los labios y lloraremos… y comprenderemos todo… Señor, venga tu Reino[8].

                  Es importante subrayar que este discurso hecho en una taberna por un hombre que se siente profundamente culpable e indigno, es contenida la idea  sostenida por Isaac el Sirio en su discurso nº 90, que se apoya en citas evangélicas que Dostoyevski sostiene indirectamente en este texto. Como es Lucas cuando habla de las Bienaventuranzas (cuando dice Marmeladov que perdonará a todos; y Mateo cuando escribe la segunda parte de la parábola de los obreros mandados a lo viña: cuando se refiere a las objeciones de los justos). Lc 6, 35; Mt 20, 8-15. Mas Isaac hace referencia explícita a estos pasajes evangélicos y lo hace en el mismo orden:

                        Sé un mensajero de la bondad de Dios, porque Él cuida de ti que no eres digno… No llames más a Dios justo porque David lo haya llamado justo y recto. Su Hijo nos ha dejado claro que Él es bueno y amable porque dice: “Él es benévolo hacia los malvados e ingratos” (Lc 6, 35). ¿Cómo llamarlo justo cuando responde al trabajador y la jornalero: “Amigo, no soy injusto. Quiero dar también a este último igual que a ti… ¿o quizás tu ojo es envidiosos porque soy bueno?” (Mt 20, 13-15). ¿Cómo llamar a Dios justo, si consideramos la historia del hijo pródigo?... ¿Cómo podría ejercer justicia Dios, cuando Cristo ha muerto por nosotros pecadores? (1923, p. 239-240).

                  Isaac insiste en el hecho de que Dios no es justo, o mejor dicho, que no sigue los criterios de la justicia humana. En la edición rusa del texto de Isaac, que traduce el texto griego, este discurso está al final del libro, después que el recorrido de purificación descrito por el autor ha llegado a su cumplimiento y se llega a una dimensión interior de alegría profunda y de inmenso amor.

                  Muchos capítulos de los “Discursos ascéticos” de Isaac están dedicados a la vida solitaria, a la oración continua, a la ascesis y a los ejercicios de los monjes. Isaac toma también otro camino, aquel que es recorrido por muchos personajes de Dostoyevski, desde Sonia a Mitja karamazov:

                        Feliz el hombre que conoce su debilidad, del  confrontamiento de su propia debilidad conoce hasta que punto es grande la ayuda prestada por Dios… no hay hombre que tenga necesidad y pida y no sea humillado… Hasta que el corazón no es humillado no cesa de divagar. La humildad levanta el corazón. Y apenas es humillado el hombre, lo circunda y rodea la Misericordia… Quien una vez haya conocido este momento, de ahora en adelante tendrá la oración como un tesoro… Tanto más se acerca a Dios con su pensamiento, tanto más se acerca Dios a él con sus dones y, por su gran humildad, no le resta más su inhabitación en él (1923, p. 70-71).

                              En las novelas de Dostoyevski vemos el modo del actuar de Dios que es a través de un doloroso conocimiento de la debilidad y límites que perciben sus personajes en sí mismos, y que los despoja de sus ilusiones. Esto es un motivo principal en las obras de Dostoyevski, este proceso de purificación –como recuerdan los starcy y los Padres de la Iglesia- es por medio del sufrimiento, que hace morir al hombre viejo y a todos sus deseos.

                              En este sentido, es interesante el episodio de Markel, el joven mortalmente enfermo en “Los hermanos Karamazov:
                        La vida es un paraíso y nosotros estamos en el paraíso, sólo que no queremos verlo… ¿De qué sirve contar los días cuando basta uno solo para conocer la mayor felicidad posible? Queridos míos, ¿de qué sirven los litigios, tener rencor el uno contra el otro?... Amemos y alabemos, besemos y bendigamos nuestra vida… Estoy llorando de alegría, no de dolor… ¿no me encuentro ya en un paraíso?[9].

                              En este texto encontramos un elemento propio de la espiritualidad ortodoxa, donde se describe los métodos que llevan a la realización del “Reino” en lo más interior de uno mismo. El tono como el muchacho pronuncia su verdad, su palpitar de amor, su alegría en medio del dolor y el sufrimiento, muestran una nueva forma de ver el mundo, a sí mismo, a la vida.

                              Este modo de sentir también lo expresa Isaac el Sirio cuando describe la experiencia del “Reino” en lo profundo de uno mismo:

            Cuando se llega al verdadero conocimiento, movidos por la percepción del misterio de Dios se es consumado en el amor… Cuando escribía estas cosas, mis dedos se paraban sobre el papel. No podía soportar la alegría que nacía en mi corazón… El amor es hijo del conocimiento (1923, p. 288-289).
                              Se dice que el reino celeste es la contemplación espiritual (duchovnoe sozercanie). Ésta
                  no se conquista a través de la fatiga del pensamiento, pero puede ser gustada por la gracia. Hasta
                  que el hombre no se purifica a sí mismo no tiene la fuerza suficiente ni siquiera para sentir
                   hablar. Si llegas a la pureza del corazón… improvisadamente lograrás la visión espiritual…
                  Erige una estela y derrama aceite sobre ella y encontrarás un tesoro dentro de ti (1923, p. 354).

            El arrepentimiento es una segunda gracia: nace en el corazón de la fe y del temor: El temor es la verga paterna que nos guía al paraíso espiritual. Cuando llegamos allí, entonces nos deja y retrocede. El paraíso es el amor de Dios… El amor es el Reino (Carstov)… El amor es suficiente para alimentar al hombre en lugar del pan  y las bebidas. Este es el vino que alegra el corazón del hombre. Feliz quien ha bebido de este vino (1923, p. 211).
                        La paz habita en tu corazón y el cielo y la tierra estarán en paz contigo. Esfuérzate en entrar en el tesoro que hay en ti y verás el Reino de los cielos, porque son una misma e idéntica cosa, y, penetrando en uno, contemplará ambos. La escalera del Reino de Dios está en ti… sumérgete profundamente en ti mismo y encontrarás la escalera (1923, p. 8).

            A un amor inmenso que brota de la percepción del amor divino dentro de uno mismo, Isaac, dedica un emocionante discurso capaz de abrazar  como si fuera un solo cuerpo, todo lo que vive, sin excluir a los seres más desagradables y repugnantes:

                        Un corazón caritativo es un corazón que arde de amor por toda la creación: por el hombre, los pájaros, los demonios y todo lo que existe… a la vista de estos los ojos se llenan de lágrimas por la fuerza del amor… (un corazón caritativo) ruega hasta por los enemigos de la verdad y por aquellos que hacen el mal, también por los reptiles, por la fuerza de una compasión que se vuelca en su corazón sin medida (1923, p. 341).

            Markel vive esta experiencia no de un estéril sentimiento de culpa, sino de apertura a un inmenso amor y a una gratitud sin límites cuando afirma “llorar d alegría no de dolor.

            A partir de este episodio, el sufrimiento adquiere significado. El velo cae de los ojos, según Dostoyevski, así como según Isaac, dos caminos son posibles: el camino del monje que se aleja  del mundo, o bien, el trauma causado de un sufrimiento que perfora y deja humillado y desnudo de frente a sí mismo y a Dios. Es la condición de Markel en sus últimas semanas.

            A este estado de alegría y plenitud espiritual, tienden todos los personajes principales de las obras de Dostoyevski, incluso los más desesperados  culpables.           

            En el discurso del starec Zósima, recordando el episodio de Markel,  se ve claramente la influencia de Isaac el Sirio:

                              Recuerda sobre todo que no puedes ser juez de nadie, Ya que no puede existir sobre la tierra juez de un criminal, si el mismo juez no ha comprendido primero que él mismo es culpable… Aunque esto parezca absurdo, esta es la verdad. Pues si yo hubiese sido justo, quizás aquel criminal que ahora está frente a mi no habría sido tal.
                              Hermanos, no tengáis miedo del pecado de los hombres –afirma todavía Zósima- amad al hombre también en su pecado, pues precisamente esta es la imagen del amor divino y esla forma suprema del amor sobre la tierra.
                              ¿Qué es el infierno?... El sufrimiento de no ser capaz de amar… que el tormento no está fuera, sino dentro de ellos. Pero si fuera posible liberarlos de eso, pienso que su infelicidad sería todavía más amarga… ya que alimentarían en ellos más fuerte que nunca la llama de la sed de un amor recíproco, activo y reconocible, que de aquí en adelante es imposible[10].

CONCLUSIÓN

                  Isaac, monje del siglo VII, libre de su ministerio episcopal y en la soledad, se dedica durante el tiempo que le queda de vida (todavía bastante) al estudio de la Sagrada Escritura. Las interpretaciones que nos ofrece, están plagadas de citas bíblicas que nos revela todo el trabajo de una vida. Isaac sabe entresacar de la Biblia como nadie, el inmenso potencial que se esconde tras sus páginas. La radicalidad que descubre Isaac, resulta incómoda y desagradable a los bienpensantes, a los justos, a los píos, igual que resulta desagradable a los mismos, el discurso del starec Zósima escrito más de mil años después.

                  En las obras de Dostoyevski es fácil percibir la riqueza espiritual que esconden y todo esto se debe a su talento y a sus experiencias personales, así como a la asidua reflexión del escritor ruso sobre la Biblia filtrada a través del pensamiento de los Padres de la Iglesia orientales, sobre todo, de Isaac el Sirio.

                  La comunión que existe en el pensamiento de Isaac de los primeros siglos del cristianismo y del escritor ruso sobre puntos fundamentales de la teología, nos muestra el revolucionario mensaje de amor que aparece en la Biblia, entre Dios, el cristo y los hombres –un sufrimiento muchas veces difícil y doloroso entre las pospartes- sobre todo para aquellos que en cada momento de la historia, tienen el valor de romper con una interpretación superficial de las Escrituras y cierran los ojos a la dura realidad de la vida, para poder seguir acomodados en sus vidas confortables.

                  El pensamiento de Isaac ha llegado gracias a Dostoyevski a muchos hombres de nuestro tiempo y también a otros autores que luego lo han difundido indirectamente como son Barth, Thurneysen y Bonhoeffer. Todos ellos nos ofrecen el testimonio de una plena confianza en Dios y una gran y profunda comprensión de los extractos más difíciles de la Escritura y no sólo Bonhoeffer que estuvo y murió en el terrible campo de concentración de  Auschwitz, o Dostoyevski en los sufrimientos de su existencia, sino todos aquellos que en nuestros días ven o sufren duras contradicciones, violencias, y la ceguedad que existe en nuestro mundo[11].
Hna. Marina Medina Postigo



[1] Mar o Maar: equivale al Don, forma respetuosa en el trato a clérigos de la Iglesia de Oriente.
[2] Katholikós: Patriarca u Obispo.
[3] Su sucesor, Mar Sabr’Isho, siguió el mismo camino renunciando al ministerio episcopal para dedicarse a la oración en el monasterio de Mar Shehim en Kurdistán.
[4] Comía sólo tres rebanadas de pan a la semana y algunas legumbres crudas.
[5]Cf. Sabino Chiala, Dall’ascesi eremitita alla misericordia infinita. Ricerche su Isaacco di Ninive e la sua fortuna, Firenze 2000, p. 119-278; Cf. M. NIn, Monachesimo Orientale. Fonti. (Corso per i monaci cisterciensi 15-22/09/2008, Roma 2008, p. 8-14.
[6] F. Dostoyevski, Polnoe sobrante socinennii v tridcati tomach, Nauka, Leningrad 1972-1988, T. 7, p. 150.  La traducción al italiano es de Simonetta Salvestroni y al español es mía.
[7] La edición a la que Salvestroni se refiere es Mystic Treatises of Isaac of Nineveh, translated from Bedjan’s Syriac text by A. J. Wensinck, Amsterdam 1923.
[8] F. Dostoyevski, Prestuplenie i nakazanie, T. 6, p. 21 (trad. It. Delitto e castigo, Gl Garzanti, Milano 1969, p. 16. Y traducido al español por la estudiante).
[9] F. Dostoyevski, Brat’ja Karamazovy, cit. T. 14, p. 262. (Tr. It. I fratelli Karamazov, GL Garzanti, Milano, 1992, p. 400-40)1.
[10] Ibid., T. 14, p. 289-293, trad it. P. 445-448.
[11] Cf. S. Salvestroni, Isacco il Siro e l’opera di Dostoevskij, Studia Monástica 44. Fasc.1 (2002) 45-56.