a)
Basilio comienza esta carta
poniéndole a su amigo un ejemplo, como señal al reconocimiento de su carta. Le
reprocha que, sin saber de sus costumbres en aquel lugar, opine sobre ello;
pero a la vez alaba su decir, de que todo
es nada en la tierra comparado con la promesa del Señor.
Le confiesa que se avergüenza de escribir sobre lo que hace
allí y dice no sentirse satisfecho. Se lamenta de haber dejado las ocupaciones,
pero no la causa de sus males, que es él mismo; y para explicárselo, recurre al
ejemplo de los navegantes que se marean en un navío grande, y pensando que este
es la causa de su mareo, cambian a otro más pequeño, pero siguen mareados, pues
el origen de él, lo llevan dentro de sí. No es el lugar, sino nuestra
disposición interior: la negación de
nosotros mismos, tomando la cruz y siguiendo al Señor, nos hará seguir con
fidelidad a Aquel que nos mostró el camino, Dios mismo.
b)
La tranquilidad del alma (comienzo de la purificación) se consigue con la gracia de Dios, el
esfuerzo (ascesis) y evitando la dispersión de los sentidos; de esta forma se
ve con nitidez y se encuentra la Verdad. Para
que esto se haga realidad es necesaria la separación del mundo, con todo lo que
esta expresión lleva consigo: abandono de
todo lo material, y un vivo deseo de ser instruidos por la
Palabra de Dios, que se nos da como alimento,
sobre todo, en la
Lectio Divina.
Olvidar el pasado es imprescindible, así como disponer el corazón para grabar
en él lo nuevo, las cosas del Espíritu.
La soledad es un bien para el cuerpo porque adormece las
pasiones y libera la razón, dejando libre al alma para vencer: tensiones,
tristezas, desesperación, ímpetus, etc. El lugar (la soledad) es importante
pues, alejados de los hombres, no son interrumpidos por ellos y, siendo
alimentados por pensamientos divinos, será una vida angélica: dedicación total
a la alabanza divina que consuela y tranquiliza el alma.
Evitando la dispersión hacia lo exterior, el espíritu se
recoge y eleva hacia Dios. Contemplándole a Él, que es la Belleza inmarcesible, se
olvida todo lo terreno, volcando todo el celo en los bienes que perduran y
ejercitándose en las cuatro virtudes cardinales.
c)
Las Sagradas Escrituras. Es vital meditarlas pues nos muestran el deber y cómo conducirnos,
encontrando cada uno en ellas el remedio a sus males. Las vidas de hombres como
José, Job, David y Moisés, que han sido
fieles a Dios, son modelos a imitar porque son imagen de Aquel a quien
seguimos.
d)
Las oraciones que siguen a las lecturas ayudan a avivar el deseo, imprimiendo en el
alma una idea más clara de Dios. Se llega a ser “templos de Dios” cuando las
inquietudes y emociones terrenas no turban el espíritu, ahuyentando todo lo que
invita al mal y practicando la virtud.
e)
Exalta el
uso equilibrado de la palabra y la delicadeza en todo. De la palabra: fijarse una medida para hablar y para
escuchar… la voz emitirla en tono medio, dulce en las conversaciones… En el trato: Ser afable en los
encuentros, dulce en las conversaciones, acogida amable, rechazar la rudeza.
La humildad es imprescindible: rebajarse
por humildad. Nos pone el ejemplo del profeta Natán cuando advierte a David
para hacerle ver su pecado, erigiéndolo en juez de su propio pecado. David
-porque es humilde- no puede reprochar al hombre que lo había avergonzado.
f)
Lo que acompaña a la humildad
exterior lo asemeja a los que están de duelo, y que se ha de manifestar
espontáneamente. La ropa y el calzado han de ser útiles para cubrir las
necesidades del cuerpo, no para lucirlos. Y lo mismo el alimento, solo lo
necesario, para que en todo sea Dios glorificado.
g)
La oración ha de preceder y seguir
a las comidas, ya que estos son dones de Dios, los presentes y los futuros. Remarca
la importancia de la regularidad en la comida, pues la ocupación principal del
asceta es el trabajo espiritual, así como la moderación en el sueño para
ejercitarse en la piedad, pues la calma de la noche proporciona solaz al alma.
2. Análisis
lingüístico
En la carta abundan los verbos. Unos son de acción como: vigilar, trabajar, disponer, renunciar,
purificar, desasir, esforzar, padecer, vencer, salir, nutrir, romper, perder,
hacer, preparar, echar, cambiar, procurar, encontrar,
cuidar, comenzar, mostrar, elevar, cultivar, levantar, encontrar, volver, purificar, imitar, etc. y ayudan al alma en su ascensión a la unión con Dios, sin
interrumpir la ascesis. Otros son de quietud, y evitan la distracción, la
dispersión en el camino emprendido hacia la interioridad; verbos como: ser, retirar, dejar, adormecer, pensar,
posar, estar, fijar, mirar, detenerse, ver, cesar, querer, saber, recibir,
desear, esperar, etc., muy importantes en
el proceso de la santificación, pues el alma ha de cesar en su actividad y estar
receptiva a la acción de Dios en su alma. Otros son de lucha contra el enemigo
que tienta hacia el mal: distraer,
turbar, exasperar, apoderar, separar, excitar, interrumpir, revolotear,
aflojar, dispersar.
Sustantivos: Creador: el que nos creó para Sí y al
que debemos tener siempre presente. Náuseas,
tensiones, campos: son palabras simbólicas del proceso interior, del
trabajo-ascesis. Constancia: con ella
vamos adquiriendo la virtud; eternos:
todo se hace, pensando en agradar al que contemplaremos en la eternidad, el
Bien Supremo, Dios. Soledad, que,
como dice Basilio, es donde el hombre se encuentra el hombre a sí mismo y a
Dios. Melodías, himnos y cánticos,
con los que -según Basilio- se imita a los ángeles y no hay mayor felicidad en
la tierra, pues nos procuran consuelos. Felicidad,
tranquilidad, simpatía, nitidez, amistad, íntimas, divinas, hermosos, pura, etc., definen distintos estados
del alma en gracia. Malestar, oscuridad,
tristezas, excitación, violencia, pasiones: van apareciendo en el proceso
de ascesis-purificación del alma, y son dificultades-peligros que el enemigo va
poniendo al alma.
Adjetivos: imposible: Basilio quiere expresar con
él la imposibilidad que siente el hombre en el camino hacia su
purificación-interiorización. Brillante y
resplandeciente (como el brillo de Dios, algo inexplicable a nuestro
entender humano).
3. Fuentes bíblicas
En el número 1, hay una cita
bíblica explícita a Lc 9, 23; Mt 16, 24; Mc 8, 34: Si alguno quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome su cruz
y sígame. Y también otra cita casi explícita a Rm 8, 18: todo es nada en la tierra comparado con la
promesa del Señor. Y a 1 Co 2, 9: lo
que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios
preparó para los que le aman.
En el número 3, encontramos cinco
citas bíblicas implícitas, y en el 4, una.
-Gen 39,7-20, cuando José es acusado por la mujer de
Putifar de un falso intento de violación
-Jb 2,7-11; 3 ss.: Job no se irrita a pesar de su desgracia
y, ante los discursos de sus amigos, se mantiene fiel a Dios.
-2 Sam 11 y 12. Se describe el pecado de David con Betsabé.
También es un hombre profundamente bueno que no es capaz de hacerles mal a los
enemigos; pocos capítulos antes (cap. 9,1-13) se cuenta cómo hace buscar por
todas partes a los descendientes de Saúl y de Jonatán, y los hace llamar
-Ex 34, 5-9 “…entonces Moisés, apresurándose, bajó la
cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en
tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura
cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad”.
Num 20, 1-13; 21, 4-9. Dios no es solo santo, sino que también es misericordioso
con su pueblo. Aquí estaba la clave que buscaba Moisés, y Dios le manifestó a
él Su gloria en la montaña:
-1 Co 3, 16: “Así llegamos a ser “templo de Dios” cuando las inquietudes no interrumpen la
continuidad de este recuerdo…”.
4. Ideas
principales del texto
Sobre Dios. En el nº 2, habla
del espíritu que, atento a las cosas interiores, se eleva hacia Dios, que es
belleza, y cumple las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza en todos los actos de su
vida. En el nº 4: El que ama a Dios, se
retira cerca de Él, ahuyentando y alejándose de los deseos que invitan al
mal.
Sobre el hombre. En el nº 2: Huida del mundo, y ventajas que procura la
soledad al alma, dejándola libre. Y el esfuerzo por mantener el espíritu tranquilo y establecer el alma en la alegría. Dice
cómo debe ser su comportamiento.
Equilibrio en todo. En el nº 5
y 6: moderación en el hablar, sin deseos
de ser admirado, sin ostentación, con una formación e instrucción sin envidia.
Aprendiendo también lo bueno de los demás.
Compostura en el hablar, en el vestir; sólo lo que sea útil: moderación en el alimento, en el sueño,
ya que esto ayuda al asceta.
Es imprescindible que el hombre se aleje del mundo, pero
más importante aun es dejarse a sí mismo.
Sagradas Escrituras. En el nº 3
nos dice: que meditando la Sagradas Escrituras ,
encontramos en ellas el cumplimiento del deber, y, cada persona, cada espíritu,
el remedio a sus males. Con su lectura y las oraciones, llegamos a ser Templos de Dios” (1 Co 3,16), e imprimen
en el alma una idea más clara de Él, colocándolo en lo profundo de sí mismos y
aplicándolo así a la práctica de las virtudes. En las Escrituras halla el
modelo para imitar a los santos, dedicándose al trabajo y perfección de la
virtud.
5. Reflexión
La carta es bellísima y deja claro el camino que ha de
llevar al alma a la interioridad, que no es otro que “olvidarse de sí misma, y
negarse para seguir a Cristo”. El cumplimiento estricto de la disciplina, de la
ascética, nos ayudará a ello. El autor explica muy bien que no es suficiente
retirarse lejos del mundanal ruido si nuestro interior sigue alimentándose por
las cosas de él, sin cambiar el corazón. Describe lo que suele ocurrirnos cuando
nos irritamos contra todo lo exterior:
personas, cosas, lugares, etc., (ejemplo: del
navío o del barquillo ligero), sin darnos cuenta que el obstáculo principal
está en lo más íntimo de nuestro corazón, de nuestro
egoísmo, de nuestra alma, herida por el
pecado.
El contenido doctrinal de la carta es
un estímulo en el proceso de mi vida espiritual; me apremia y me ilumina el
camino y me impulsa al agradecimiento, por el don de la vocación que me lo
facilita. Apoyándome en su enseñanza, me pongo en disposición de que Dios
purifique mi corazón y me aleje de cuanto no es Dios ni me conduce a Él. Como
dice Basilio a su amigo, el lugar es muy importante, ya que es protección
(donde se quitan los obstáculos que perjudican al alma), obteniendo la
seguridad para acoger el don de Dios, y despertando en el alma el amor hacia Él
con un amor de gratitud, de acción de gracias por haber sido elegida para Sí,
para morar en su tienda (Sal 22,6).
Es desde el agradecimiento desde donde puedo amarle más y más. Es como si me
aconsejase a mí: “Aléjate, entra dentro de ti misma”. O bien, como dice San
Benito: entra simplemente y ora (RB
52,4).
“Nuestro interior”, es el ámbito del
encuentro de lo humano con lo divino, con nosotros mismos, nuestra morada interior. Es crisol donde se
avivan las virtudes teologales y cardinales. Alejados del exterior penetramos
en el interior de la conciencia, con
el fuego divino de la meditación de la Sagradas Escrituras
y la oración sálmica.
Esta carta de Basilio a su amigo
Gregorio es de plena actualidad.
Los cristianos que quieran, ante todo, alcanzar la perfección, han de realizar
a su modo y según su condición el ideal moral vivido en el desierto (ascesis y
disciplina).
Hallar la paz y el sosiego del cuerpo, pero
sobre todo del espíritu, es un deseo cada vez más urgente para las personas del
siglo XXI; y meditar esta carta, puede ayudar a buscar la soledad para
encontrar en ella la paz y el sosiego que tanto necesita el hombre de hoy. De
la intimidad de la persona con Dios nace una exigencia, la necesidad de “esa
soledad exterior”, imprescindible para hallar “la paz interior, el sosiego y la
armonía que necesita el alma”. Solo estando a solas con nosotros mismos y
llenándonos del Señor, podemos encontrar “ese descanso del alma” que cada
persona, cada alma, necesita para encontrarse consigo mismo y con Dios, y así
poder ser feliz.
Hna. Florinda Panizo