6 de diciembre de 2019

SOLEMNIDAD DE LA IMMACULADA CONCEPCIÓN



El dogma de la Inmaculada Concepción afirma que María, por una especial gracia de Dios, fue redimida anticipadamente por el sacrificio de Cristo, permaneciendo ajena al pecado desde el mismo instante de su concepción. Su nacimiento supone la aparición, en un mundo oscurecido y deformado por el poder del pecado, de una fuente pura y cristalina de la que nacerá una humanidad nueva y victoriosa.
Dice el Evangelista S. Lucas en su Evangelio que María cuando el Ángel le anunció que sería la madre de Dios se turbó y se preguntaba Como será eso si no conozco varón[1]. Seguramente, también nosotros nos turbamos, con mucho amor ante la cercanía de Dios, y nos preguntamos a qué nos invita el Él en cada momento  concreto de nuestra vida.
Como cristianos, ya en el Bautismo, asumimos el compromiso de luchar contra el mal, en creer lo que Dios nos ha revelado como amigo, en vivir amándole a Él y a los hermanos, construyendo así su Reino de amor y de paz. En en sacramento de la Confirmación recibimos más plenamente el Espíritu para realizar esta misión. La Palabra de Dios ilumina siempre nuestro camino y en el sacramento de la Eucaristía recibimos el alimento para andarlo.
Tenemos un gran camino común a todos. Sobre ello, nos queda discernir la vocación y servicio al que hoy nos llama el Señor a cada uno. Hemos de seguir preguntándonos siempre: ¿qué puedo aportar yo? ¿en qué puedo servir mejor? ¿a qué me está invitando Dios? Esto lo tenemos que hacer cada uno de nosotros, tengamos la edad que tengamos.
El Señor nos va dando señales y capacidad de discernir, en el silencio de la oración, en las invitaciones de otros hermanos, en los acontecimientos diarios que van surgiendo en la Iglesia, en la sociedad, en la familia etc.
Ante dudas y dificultades, como a María, Dios nos dice: No temasyo derramaré sobre ti mi gracia, mi Espíritu. Como María estamos llamados a confiar y responder con Ella el Sí, que tanta transcendencia tuvo en la Historia de Salvación, también nuestros nuestro  a todo lo que Dios quiera de nosotros tiene transcendencia salvífica.
María es la Mujer del Adviento, mujer de esperanza que alienta nuestra esperanza, es la Figura del Adviento modelo de esperanza y de espera. Ella pertenecía al resto de Israel, a los anawin, los pobres de Yaveh que se confían enteramente en Dios. Acogió la increíble propuesta de Dios; más allá de no poder comprender cómo, confió, y quedó biológicamente en estado de buena esperanza sin obra de varón, por intervención del Espíritu Santo, y dará a luz al Mesías, al Señor. 

Así pues, con la confianza puesta en Oh Dios, le pedimos que, fecundados por su amor, engendremos a Cristo dándolo a luz en cada momento de nuestras vidas, en la Iglesia y el mundo. ¡Oh María Inmaculada, ponemos en tus manos nuestras súplicas, para que tú que eres la Reina de la Pureza y la llena de Gracia, intercedas por nosotros ante tu Hijo nuestro Señor! Mira nuestras preocupaciones, concédenos la paz; mira que tenemos miedo… y con frecuencia éste nos paraliza, porque nos hace desconfiar. Aumenta nuestra fe y fortaleza espiritual, ya que a veces también perdemos la esperanza y nos faltan estímulos para caminar. María Madre de Dios y nuestra, que sepamos siempre poner toda nuestra confianza en Dios. Que en tu de tu corazón humilde, sincero, amemos cada día más a Jesús tu Hijo. Madre Inmaculada, purifica nuestra alma, para que un día podamos glorificar a Dios en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.
Hna. LMJP

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