Hoy, como en Navidad, la luz está presente
en la liturgia. El profeta Isaías en la Primera Lectura, en cierto sentido,
profetiza lo que acontecerá en el Evangelio, pero, sobre todo, lo que ocurrirá
cuando, finalmente, aparezca la fulgurante
gloria del Señor que llevará a esa
gloria a la humanidad. Esta es una “llama de luz viva” que iluminará
nuestro camino y mantendrá nuestra esperanza en la larga noche del mundo. Un
mundo que parece vivir constantemente en la noche, tanto que, para muchos, la
vida se desenvuelve en las tinieblas, se distrae durante las noches inconsciente
de que la vida tiene necesidad de la luz, de tal modo que se dice cuando uno
nace: “se ha dado a luz”. Una pregunta que hoy nos debemos hacer es esta: “¿Vivo en la luz o en las tinieblas de la
noche?”.
Hoy, sin embargo, recordamos
la venida de Oriente de los Magos. Ellos buscan un niño y encuentran al Rey de reyes. Van guiados por una estrella
y encuentran “la Estrella”, pero no
donde está Herodes ya que es fuera de su presencia cuando de nuevo vuelven a
ver la estrella que ilumina el camino que conduce al lugar donde está Cristo.
¿Qué nos puede enseñar esto?, pienso que
quiere decir que aquel que vive consciente y voluntariamente en el mal no puede
ver el justo camino que conduce a Jesús,
mientras para el que elige y se propone vivir alejándose del mal, la estrella aparecerá siempre, antes o
después, para indicarle el camino de la
alegría que conduce a Dios. En verdad, esta estrella es Cristo: Camino,
Verdad y Vida.
Volviendo a nuestros Magos,
debemos decir que habían venido por un camino, pero regresan a su país por otro
camino. El haber visto a Cristo ha producido en ellos un cambio de camino
porque, después de haber visto a Jesús, después de haber comprendido quién era Jesús,
vuelven ciertamente siendo mejores de lo que eran antes de ir. Es decir, también
para nosotros hay dos caminos, un camino que conduce a la perdición y el otro
lleva al Reino de Dios: el que conduce a Herodes es el más fácil, no necesita
esfuerzos, y por lo que produce falsas
y efímeras alegrías, porque lo que, como ya sabemos, lo que cuesta poco, vale poco. El camino de Cristo a veces cuesta
mucho, sin embargo, lo que se recibe después, es una alegría grande y duradera.
Los Magos dieron regalos al
pequeño Jesús; nosotros le damos a Él nuestra vida a fin de que en el
transcurrir de nuestro tiempo siempre se nos dé la sabia luz de Su estrella.
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