El amor restablecido
En la Cuaresma suena una palabra con insistencia: ¡conversión! ¿Qué significa
esta palabra que martilleará nuestros oídos a lo largo del tiempo cuaresmal?
Significa, ante todo, volver nuestros pasos hacia otra dirección. Si el pecado
nos aleja de Dios, la conversión nos hace añorar su amor y contemplarle como la
meta de nuestros pasos. “Sí, me levantaré y volveré junto a mi Padre”, es
el inicio de la conversión del famoso hijo de la parábola y el primer
sentimiento que debemos provocar y alimentar en este tiempo de Cuaresma. Pero
¿por qué queremos volver a la casa del Padre? ¿Cuál es nuestra intención más
profunda? Conviene distinguir: “no es lo mismo conciencia de pecado que
sentimiento de culpabilidad”. Esto es, no es lo mismo “arrepentirme de mis
pecados” que "tener remordimiento de los mismos”. En la práctica nunca van
disociados y en estado puro. Vamos a distinguir entre arrepentimiento y
remordimiento para poder purificar nuestro corazón en nuestro deseo de volver a
la casa del Padre. “Sí, me levantaré y volveré junto a mi Padre”.
Benedicto XVI
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