Muchos autores de los primeros tiempos del
Císter, escriben sobre la Pasión del Señor y Su Resurrección. Ahora, en este
tiempo que precede al Triduo Pascual, nos vamos a fijar brevemente en algunos
de estos escritos que nos sirven para recordar lo que Cristo ha sufrido para
nuestra salvación y redención, sin olvidar que la última palabra, que el
acontecimiento salvífico no termina en la muerte sino en la Resurrección.
Quisiera, por tanto, aunque muy
brevemente, transcribir algunos párrafos de diferentes autores cistercienses
que nos pueden ayudar a meditar en estos días de la Semana Santa, y que pueden
ser de gran ayuda para nuestra sincera conversión que no debe acabar en el
Domingo de Pascua, sino que debe continuar durante nuestra vida. No debemos
caer otra vez en el sueño vano del pecado, sino que debemos mantener en tensión
el amor pues es lo que nos hará verdaderamente felices en esta vida y en la
futura que será eterna.
En los sermones litúrgicos de Guerrico de
Igny, encontramos verdaderas joyas, no tienen desperdicio, pero como no podemos
copiar todos sus sermones, nos limitaremos a algunos párrafos de su primer
Sermón en el Domingo de Ramos[1]:
“Tened en vosotros los mismos
sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien siendo Dios[2]" ¡Óigalo el siervo malo y
fugitivo! Me refiero al hombre que, siendo por naturaleza y condición siervo, y
por lo tanto teniendo que servir, quiso arrebatar la libertad de su Señor y ser
igual a Él. Cristo siendo igual a Dios, igual no por robo sino por
naturaleza, por ser omnipotente, coeterno y consubstancial, anonadándose a sí
mismo, no sólo tomó la forma de siervo, hecho como un hombre cualquiera[3], sino que cumplió el oficio de siervo
humillándose y obedeciendo al Padre hasta la muerte, y
muerte de cruz[4].
" No serviré[5], dice el hombre a su Creador. Pues yo te
serviré a ti, dice el Creador al hombre. Tú siéntate; yo serviré, yo te lavaré
los pies[6]… Si tienes hambre o sed…, yo estoy preparado
para ser inmolado para que comas mi carne y bebas mi sangre… Si fueres llevado
cautivo o vendido, véndeme a mí y recátate a ti con el precio que saques de mí
o dándome a mí como precio. Es verdad que parezco un esclavo de poco valor,
pero aunque sea llevado violentamente de noche y a ocultas como algo robado,
aunque sea comprado por los sumamente avarientos sacerdotes de los judíos, sin
embargo, al menos me considerarán que valgo treinta monedas de plata[7]. Con este precio mío podrá ser comprada una
sepultura para los peregrinos, y con mi precio la vida de los sepultados. Si
temes caer enfermo o morir, yo moriré por ti, para que con mi sangre prepares
el remedio para la vida".
"Todo lo que has hecho es digno.
Entonces, ¿por qué has sufrido tantas cosas indignas? Puso las espaldas para
ser azotado y le dieron no pocos ni ligeros azotes. Como prueba son los
regueros de sangre que manan de tantas partes del cuerpo. Interrogado con injuria
y tormento, fue como un esclavo o un ladrón sujeto a interrogatorio en el que
se quiere sacar la confesión de un crimen".
"¡Oh detestable soberbia del hombre
que desdeña servir, que no es capaz de humillarse, a no ser con el ejemplo de
una servidumbre y tal servidumbre se su Señor!... Oigo al mismo Señor que se
queja por Isaías de la ingratitud del siervo malo, cuando dice: …me hiciste
sufrir con tus iniquidades[8]. Y eso para no recordar ahora todo:
abofeteado, cubierto de esputo, coronado de espinas, sujetado con clavos, traspasado
con un a lanza, abrevado con hiel y vinagre…"
¡Realmente mucho has sufrido, Señor mío,
¡en mi servicio!... ¡Con qué arte de piedad, llena de dulzura y de bondad,
recuperaste y te sometiste a un siervo contumaz, venciendo el mal con el bien[9], confundiendo la soberbia con la
humildad, cubriendo de beneficios al ingrato!... ¡Has vencido, realmente, Señor,
¡has vencido al rebelde! Pongo mis manos para que me encadenes, y mi cuello lo
someto a tu yugo… ¡Recíbeme para siempre como siervo, aunque inútil, y que tu
gracia esté ahora y actúe conmigo[10] siempre precediéndome y acompañándome!”
Ahora nos ocuparemos de Elredo de Rieval, primeramente,
sus predicaciones sacadas de sus sermones litúrgicos[11]:
“No cabe duda que nuestro Señor
Jesucristo ha realizado nuestra salvación[12] "
"Ahora bien, de la misma cruz de
Jesús hemos de aprender el modo de vivir. ¿De vivir, digo, o de morir? Mas bien
de vivir y de morir. De morir para el mundo, de vivir para Dios. De morir a los
vicios y de vivir par las virtudes. De morir a la carne, pero de vivir para el
espíritu. Por tanto, en la cruz de Cristo está la muere y en la cruz de Cristo
está la vida. En ella está la muerte de la muerte y la vida de la vida; la
muerte de los pecados y la vida de las virtudes; la muerte de la carne y la
vida del espíritu. ¿Por qué Dios eligió este género de muerte? Sin duda porque es
un misterio y un ejemplo. También porque nuestro mal era tal que convenía este
remedio”.
“Y he aquí de nuevo la Pascua, de nuevo el
paso, ciertamente de la muerte a la vida, de los infiernos al mundo, del mundo
al cielo. Ea, amadísimos hermanos, celebremos esta santa Pascua[16] en la que Cristo pasó de este
mundo al Padre[17], y celebrémosla de modo que sea una
Pascua para nosotros que pasamos de los vicios a las virtudes, para que lo que
hoy se realiza en el cuerpo de Cristo, se lleve a cabo en nuestras almas”[18].
San Bernardo también escribe sobre la
Pasión del Señor y es muy difícil escoger algunos textos, pero no por eso vamos
a dejar en olvido a San Bernardo y citaremos algunos de sus textos:
“Oportunamente se juntó con las
procesiones (de Ramos) la pasión, para que aprendamos por esto a no tener
confianza en ninguna alegría de este mundo, considerando que todos sus gozos
vienen a parar en el llanto"
"Admirable es tu pasión, Señor Jesús,
pues alejó las pasiones de todos nosotros, fue la víctima para aplacar a Dios
por nuestros pecados y jamás resulta ineficaz contra ninguna peste nuestra.
Porque ¿qué veneno puede haber tan mortal que no se deshaga con tu
muerte?"
"Verdaderamente en su humildad
fue condenado por los jueces cuando ni a tantas blasfemias respondía ni a los
falsos crímenes que le acumulaban… en fin, fue manchado con salivazos, hartado
de oprobios, condenado a una muerte torpísima y colocado entre los malhechores…
como su paciencia es singular, así su humildad es admirable; una y otra sin
ejemplo".
Mas a la una y la otra realza
magníficamente la causa misma, que es la caridad. Porque movido de la extrema
caridad con que Dios nos amó, por redimir al siervo, ni el Padre perdonó a su
Hijo, ni el Hijo a sí mismo… Y tú padeciste por los injustos, muriendo por
nuestros delitos"
"Ninguna cosa ilustra tanto esta
paciencia y humildad como haber entregado su vida a la muerte, haber tomado
sobre sí los pecados de todos los hombres, rogando aún por los transgresores de
la ley para que no pereciesen. ¡Expresión verdadera y digna de todo aprecio es
ésta! Porque quiso fue ofrecido[19]. No sólo quiso y fue ofrecido, sino que fue
ofrecido porque quiso. Él solo tuvo la potestad de exponer su vida; ninguno se
la quitó; la ofreció espontáneamente".
"… Cristo, en cuanto al haber
muerto, murió una vez solamente para el pecado, mas en cuanto a la vida que
ahora tiene vive para Dios[20], vive para la eternidad. Por eso con razón
es las primicias de los que resucitan, porque de tal modo se levantó, que nunca
volverá a caer, habiendo alcanzado ya la inmortalidad”[21].
Mucho, muchísimos más textos podríamos
añadir de San Bernardo y otros autores y autoras cistercienses, tanto de los
primeros tiempos como de hoy en día. Esto que hemos transcrito es sólo un
aperitivo para que conozcamos algo todo el hermoso patrimonio cisterciense
cuyos textos pueden hacernos tanto bien y ser útiles para encender nuestro amor
a Dios y a la Virgen, y enseñarnos el camino que conduce a la eterna
bienaventuranza.
Gracias por estas reflexiones que nos iluminan para que no desaparezca en nosotros el espíritu de conversión.
ResponderEliminarMaría Dolores