30 de diciembre de 2017

Meditando la Palabra de Dios (Sagrada Familia B)


“Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley y hacerlos hijos de Dios”. Nuestro Dios ha querido que su Hijo, su Palabra, por medio de la cual hizo el universo, se hiciese hombre, naciese de una mujer, para que todos sin excepción pudiésemos llegar a ser hijos de Dios y participar de su vida. El telón de fondo de esta escena es el forcejeo entre Dios y la humanidad, entre la gracia y el pecado, la vida y la muerte. Y Dios venció: la redención llegó a su término con la muerte y la resurrección de Jesús, el Mesías. Ahora toca a nosotros hacer nuestra su victoria, y vivir en plenitud la dignidad de hijos de Dios que nos ha dado.
En esta historia de salvación, un lugar muy importante está reservado a la mujer por medio de la cual Jesús vino al mundo. Hoy hablando de la Madre del Salvador, el evangelista ha recordado que María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. Con estas palabras, Lucas ofrece una imagen sugestiva de la Virgen María: Ella es la persona abierta totalmente a la Palabra de Dios, que la recibe con un sí hecho de fe y de amor, que la recibe con tal intensidad que se convierte en la Madre de la Palabra divina hecha carne. Ella, María, es también imagen del pueblo de Israel, aquel pueblo escogido por Dios y preparado pacientemente para escuchar la Palabra de Dios y acogerla. Muchos fueron los patriarcas, profetas y justos que a lo largo de la historia escucharon y trataron de acoger la Palabra pero nadie pudo hacerlo como María. En ella Israel, la raíz de Jessé, el tronco de David, dio su mejor fruto: el Hijo de Dios hecho hombre.
Pero esta actitud receptiva y acogedora de María en relación con la Palabra de Dios, fue también para ella motivo de turbación, de sufrimiento, de dolor. La Palabra de Dios es vida y luz ciertamente, pero a veces esta vida y esta luz tardan en manifestarse con todo su esplendor. María se abrió sin reservas a la Palabra de Dios, pero ya desde los primeros momentos del nacimiento de su Hijo, a pesar de los gozosos anuncios angélicos y de la presencia entusiasta de los pastores que fueron las primicias en saludar al Salvador, María, en su corazón meditaba estas cosas, sopesando las sombras que descubría en el plan del Señor. María, en su meditación de las obras de Dios, iba creciendo, preparándose para cuando llegase el momento del si supremo al pie de la Cruz, dónde su maternidad llegaría a su plena y total realización. Desde aquel momento María, Madre del Dios hecho hombre, empieza también a ser Madre del hombre llamado a ser hijo de Dios por el sacrificio supremo de Jesús. Dios ha enviado a su Palabra hecha carne para rescatar a los que estaban bajo la ley del pecado, para hacerlos hijos de Dios, para que pudiesen decir con Jesús, al dirigirse a Dios: Abba, Padre.
El calendario civil ha fijado para hoy el comienzo de un nuevo año. Lo que significa que hoy, de común acuerdo, empezamos a contar un nuevo año. Un período de tiempo que indudablemente está lleno de deseos y esperanzas, pero que comporta también incógnitas, que puede traer contratiempos o dificultades. Gracias a Dios no podemos preveer el futuro. Lo importante es vivirlo puestos nuestros ojos en Él, aceptando de antemano su voluntad, con una actitud semejante a la de María. Hemos de entender este nuevo año como un don de Dios, como una oportunidad para hacer algo útil, para nosotros mismos, para los demás, para la sociedad, para el mundo, para Dios.
La primera lectura ha recordado el texto de la bendición que el sumo sacerdote pronunciaba sobre el pueblo escogido, en las grandes solemnidades. Hoy ponemos nuestra vida, este nuevo año bajo la bendición de Dios, invocando su nombre, para que nos acompañe. El Señor tiene designios de paz y no de aflicción, él quiere el bien de todo lo creado, si bien el mal que pecando hemos desencadenado, estorba a menudo los planes de Dios. Que el Señor nos bendiga y proteja, que nos mire con benevolencia, que nos conceda su favor y su paz, en esta nueva etapa de nuestra vida que es el año 2018.





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