“Os aseguro
que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta
por la otra parte, ése es ladrón y bandido”. El tema del pastor y del rebaño,
Muy utilizado en la cultura de los pueblos antiguos, ha sido utilizado muy a
menudoen en el Antiguo Testamento para expresar las relaciones entre el monarca
y su pueblo, como para definir la actitud de Dios hacia los hombres. San Juan,
sobre todo en el capítulo décimo de su evangelio, lo utiliza también para
subrayar aspectos o facetas de la misión
de Jesús.
En el fragmento que se proclama hoy, el
evangelista contempla la relación que el
contacto cotidiano establece entre un pastor y sus ovejas. De hecho, los
interlocutores de Jesús estaban familiarizados con la práctica del pastoreo: el
rebaño, que durante la noche es encerrado para protegerlo de eventuales
peligros, y que, al amanecer, es conducido a los pastos por el encargado de la
grey, que entra por la puerta del aprisco y llama a las ovejas por su nombre.
Las ovejas atienden a su voz, y le siguen donde vaya, porque tienen confianza
en él. Pero hoy, esta imagen del pastor y del rebaño queda sólo como telón de
fondo, dado que las palabras de Jesús se orientan en otra dirección.
En efecto, Jesús hace hincapié en la
puerta que permite el ingreso en el aprisco. Es por la puerta, precisa Jesús,
que tendrá lugar la entrada en el aprisco del verdadero pastor, del que tiene
cuidado de las ovejas. Existen sin duda otras personas interesadas en entrar en
el aprisco, los ladrones y bandidos, que pretenden robar, matar y hacer
estragos. Éstos no pasan por la puerta, sino que saltan por el muro. La
parábola, como es habitual en el cuarto evangelio, termina con una solemne
declaración: “Yo soy la puerta de las ovejas: quien entre por mí se salvará, y
podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Si se examina con atención el texto,
queda claro que existe el rebaño, protegido en el aprisco, que existen también
quienes maquinan atentar contra la vida y la integridad del rebaño, de las
ovejas, que han de ser cuidadas y protegidas. Al aprisco sólo tiene derecho a
entrar el que sea realmente el pastor, y este pastor sólo puede entrar por la
puerta. Y Jesús reclama para sí ser la puerta, la única puerta que permite
acercarse a la ovejas. Jesús, como puerta, proteje ciertamente, pero no aisla,
no separa, sino más bien más bien el contrario, abre nuevos horizontes, de modo
que las ovejas, entrando y saliendo por la puerta, encontrarán los pastos ricos
y abundantes.
Jesús no dice: Yo soy la puerta del aprisco, sino la puerta de las ovejas.
La Iglesia que Jesús ha establecido no es un aprisco cerrado, un ghetto que
aisla del resto del mundo, considerado como algo perdido y condenado. La
Iglesia quiere ser una familia de hermanos, una fraternidad destinada a heredar
la promesa del Espíritu, una vez los hermanos hayan sido reconciliados con Dios
por el bautismo. Pasar por la puerta que es Jesús: he aquí la cuestión. Sólo
podemos ser cristianos, sólo es posible salvarse, tener vida y tenerla en
abundancia si pasamos por Jesús, sin limitaciones, sin restricciones mentales.
En estos últimos tiempos, y como expresión de la preocupación que supone
ver como muchos se alejan del camino del Evangelio, y siguen por la senda del
agnosticismo y de la indiferencia, se oyen invitaciones que proponen una revisión del
mensaje cristiano, de la herencia que tantas generaciones de cristianos nos han
legado. Pero Jesús dice y repite: “Yo soy la puerta”. Sólo pasando por él
podemos hallar la salvación, entrar y salir y encontrar pastos. Es una
advertencia y seria. A nosotros queda el aceptarla o rechazarla.
En la primera lectura, Lucas recordaba
la pregunta que la multitud que escuchaba a Pedro le planteba: “¿Qué tenemos
que hacer, hermanos?”. La respuesta ya la conocemos y no se puede olvidar
nunca: “Convertíos, bautizaos para que se os perdonen vuestros pecados y
recibiréis el don del Espíritu”. Este es el único camino de salvación, que pasa
por la puerta que es Jesús y que hace posible lo que afirma la colecta de hoy:
que el débil rebaño de Jesús pueda llegar a tener parte en la admirable
victoria de su Pastor.
J.G.
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