30 de septiembre de 2016

SOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

          

     “¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes?”. La primera lectura ha recordado el lamento del profeta Habacuc que, contemplando las desgracias que se abatían sobre su pueblo, se dirige a Dios, preguntando el por qué de la triste experiencia que le es dado vivir. Después de Habacuc, miles y millones de personas han repetido este angustioso “por qué”, cada vez que contemplaban como sufren los inocentes, como la justicia es conculcada, en lugar de contruir codo a codo un mundo de rostro más humano. Nuestro deseo no halla siempre una respuesta capaz de dar al espíritu, sino la paz verdadera, al menos un cierto consuelo, pero el profeta que recibió de Dios un oráculo esperanzador: “El justo vivirá por su fe”. El que se atreva a creer, el que no dude en poner su confianza en Dios, verá la salvación prometida.

            Pero la experiencia enseña que no siempre es fácil vivir de sola fe, porque necesitamos disipar la oscuridad que nos rodea y llegar a poseer la razón de los acontecimientos de cada día. Y así puede ocurrir  que la llama de la fe vaya apagándose, que el ardor inicial se enfríe, que la crisis se insinúe. Desde esta perspectiva ayudan los consejos que san Pablo daba a su discípulo Timoteo, que debía pasar un momento de dificultad. Le recuerda el don recibido de Dios, le invita a avivarlo, a despertar del sopor y prepararse de nuevo para el combate. Las palabras del apóstol recuerdan que, si bien existe la posibilidad de un debilitarse en la fe recibida, existe también seguridad de que es posible empezar de nuevo, fortalecidos por la gracia del Espíritu Santo que habita en nosotros.

            En el evangelio, los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Los apóstoles habían convivido con Jesús, fueron testigos de sus milagros, escucharon sus enseñanzas, pero a pesar de todo son conscientes de la debilidad de su fe y le piden ayuda. Como hace a veces, Jesús no da una respuesta directa a la cuestión planteada, sino que se entretiene en exponer dos parábolas.

            En primer lugar, Jesús les dice: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería”. La parábola corresponde al género literario de la paradoja, bastante común entre los orientales y que conviene saber interpretar. Jesús nunca hizo milagros de este tipo y sus signos  tienden siempre a confirmar sus palabras, nunca a suscitar el entusiasmo de los presentes. Jesús quiere decirnos con esta parábola que la fe, por pequeña que sea, cuando es viva y se convierte en el motor que mueve a las personas, puede obtener resultados de otra manera difíciles de imaginar. Nada es imposible para el que cree. Esta es la primera lección de Jesús a sus apóstoles, y a través de ellos, a nosotros mismos.

            Jesús añade una segunda parábola, la del criado que cumple con su deber y que, según las costumbres de la época, no puede exigir ningún agradecimiento por el trabajo realizado. La parábola hay que colocarla en el contexto de la petición de los apóstoles y quiere recordar que la fe, esta fe que los apóstoles tienen ya en modo incipiente, esta fe que puede obtener grandes resultados, en el fondo es algo gratuito, es puro don de Dios. Y si nos preguntamos sobre el origen y la razón de este don, hay que decir que es fruto del amor que Dios nos tiene y que espera una respuesta radical, sin reservas ni pausas, como manifestación del amor que responde al amor.
             Jesús concluye: “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Con estas palabras indica que espera de nosotros una disponibilidad total para convertirnos en instrumentos de su voluntad, para hacer llegar a nuestros hermanos la salvación que Dios quiere dar a manos llenas. En este contexto, creer es abrirse a Dios y a su proyecto de salvación, y contando con su ayuda y no con nuestras propias fuerzas, decidirnos a seguir el camino que Jesús nos ha trazado.


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