1 de diciembre de 2013

TIEMPO DE ADVIENTO TIEMPO DE GRACIA



          El tiempo de Adviento nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. Debemos aprender a “esperar” y nos sentiremos más pacificados.
            Cada año cobra actualidad el Adviento, porque siempre necesitamos la venida de Dios a nosotros. Sería señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya tenemos.
           Esta oportunidad de renovación cristiana que nos ofrecen los “Tiempos litúrgicos”  nos ayuda a mantener o recuperar la sensibilidad de lo divino, que  podemos ir perdiendo  a causa de las actividades puramente humanas si no se ofrecen a Dios, a lo largo del año. Nos conviene que el Adviento comience a despertar en nosotros el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. En esta sociedad en la que nos toca vivir, los que nos consideramos cristianos, debemos ser el CORAZÓN que la mueva por caminos de esperanza.
          Las personas que nos rodean deben ver en nosotros unos valores evangélicos claros: justicia, servicio, generosidad etc. evitando todos aquellos valores que pro­mulga la sociedad de consumo: tener más, ser el más poderoso, más sabio, mas famoso.


          1. ¿QUÉ ESPERAMOS?

            El pueblo de Israel estuvo durante siglos y siglos esperando al Mesías. Pero nosotros vivimos en el Nuevo Testamento: Cristo nació de María Virgen y apareció entre nosotros. Desde que El llegó todo ha cambiado en la historia: vivimos el tiempo de Cristo.  Si Jesús ya ha venido ¿qué esperamos?
            Esperamos la venida gloriosa de Cristo al fin de los tiempos, para establecer definitivamente su Reino. Desde que llegó Cristo a nuestra historia, la plenitud de los tiempos está ya comenzada. Después de Cristo no esperamos a nadie más. El inauguró ya su reino: este irá creciendo y madurando a lo largo de los siglos, hacia la plenitud final.
            Mientras tanto recordamos gozosamente el nacimiento de Jesús en Belén, celebramos su aniversario y aprendemos las entrañables lecciones que sus protagonistas nos dieron.

 II.- HISTORIA DEL ADVIENTO

 La Fiesta de la navidad se comenzó a  celebrar  en la primera mitad el siglo IV. Era una celebración nueva, en esa época, pues antes de ella sólo se celebraba la Pascua del Señor, cada domingo. Surge la fiesta de la Navidad para celebrar el aniversario de la venida del Señor y también como ocasión para combatir las fiestas paganas -que se celebran el 25 de Diciembre en Roma y para los egipcios el 6 de Enero- proclamando la fe de la Iglesia en la Encarnación y Nacimiento del Verbo.
 Hasta el siglo VI no señaló litúrgicamente el tiempo de preparación para la navidad. Esta  práctica de la preparación, comenzó en Francia y España; y en el siglo VII, aproximadamente, se extiende a Roma  y con esto, nace el tiempo litúrgico de “Adviento”. Es así, cómo la palabra latina “Adviento” (venida) pasó a designar “el período  precedente a la Navidad del Señor”.
            Ya desde los orígenes, el Adviento se descubre con carácter escatológico a la vez que de preparación a la Navidad, lo cual ha llevado a la discusión sobre el sentido su verdadero sentido  originario. En estas discusiones unos han optado por la tesis del adviento orientado a la Navidad, mientras otros preparación a la venida escatológica.


 CONTENIDO LITURGICO DEL ADVIENTO

Como hemos visto, el adviento tiene un significado preciso y por lo mismo tiene una estructura también precisa: su celebración del dura cuatro semanas que están divididas en dos etapas. Durante este tiempo se prepara la Venida del Señor contemplada en dos aspectos: la Venida escatológica y la venida histórica.
 La primera etapa (venida histórica) inaugura el tiempo de salvación. Empieza el primer domingo de Adviento y termina el día 16 de diciembre. En esta etapa la Venida del Señor es contemplada en sus dos dimensiones, los creyentes son invitados a prepararse para salir al encuentro del Señor y recibirlo en la existencia concreta.
 La segunda etapa (venida escatológica) será el cumplimiento. Esta etapa,  es como una "Semana Santa" que prepara la Navidad.
            De lo señalado hasta el momento se puede inducir en profundidad, cuál es el sentido del Adviento, lo más importante es que se trata de la Venida del Señor, el Señor vendrá y por eso hay que estar preparado; no de cualquier manera se puede recibir al Señor, es necesaria una preparación previa. Esta preparación es la conversión del corazón acompañada del gozo y la alegría, la esperanza y la oración. El tiempo de Adviento, por tanto, es el tiempo de la esperanza, de poner en ejercicio esta virtud que con la fe y el amor que constituyen la trama de la vida espiritual.
  Las lecturas de este tiempo también nos orientan en las dos dimensiones que hemos señalado ya. En la primera lectura se hablan a los profetas mesiánicos, especialmente Isaías, anunciando al Salvador y los tiempos nuevos y definitivos; en el Evangelio se oyen exhortaciones del Señor a la vigilancia y textos del Evangelio de la infancia.
            Este sentido ya indicado más arriba, de espera del Señor, se expresa en la liturgia mediante la supresión de los símbolos festivos, falta todavía algo para la fiesta pueda ser completa, porque ésta,  sólo llagará a su culmen de  alegría cuando el Señor llegue  y more en su pueblo.


 PERSONAJES DEL ADVIENTO

            El tiempo del Adviento nos presenta principalmente tres personajes que nos ayudan a preparanos para las fiestas de navidad.
            Isaías es el profeta del Adviento. En sus palabras resuena el eco de la gran esperanza que confortará al pueblo elegido en tiempos difíciles y trascendentales, en su actitud y sus palabras se manifiesta la espera, la venida del Rey Mesías. Él anuncia una esperanza para todos los tiempos. Debemos mirar la figura de Isaías y escuchar su mensaje que nos dice que no todo está perdido, porque el Dios Fiel y no solo no nos abandona sino que nos trae la salvación.
            Juan Bautista, el Precursor, es otro de los personajes del Adviento; con su testimonio y sus palabras prepara los caminos del Señor, anuncia la salvación nos invita a la conversión, él es el que señala a Cristo entre los hombres, nos invita a la penitencia, como ayuda a la preparación para recibir al Señor y nos enseña debemos  cambiar nuestra mentalidad engendradora de malas acciones.
 María, la Madre del Jesús, es el tercer personaje del Adviento. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo. María espera al Señor y con su “Sí” coopera en la obra redentora. El Adviento es el mes litúrgico mariano ya que en este tiempo María aparece activa en los textos bíblicos, sobre todo en la última semana. Su actitud de confianza y esperanza es un modelo a seguir.


 ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO

            Durante el tiempo del Adviento la liturgia pone a nuestra consideración al Dios Amor que se hace presente en la historia de los hombres. Dios salva al género humano por medio de Jesús de Nazaret en quien el Padre se revela.
            El Adviento nos debe hacer crecer en nuestra convicción de que Dios nos ama y nos quiere salvar, y debe acrecentar nuestro amor agradecido a Dios.
            Adviento es el tiempo litúrgico de dimensión escatológica, el tiempo que nos recuerda que la vida del cristiano no termina aquí, sino que Dios nos ha destinado a la eternidad, a la salvación. En este proyecto la historia es el lugar de las promesas de Dios.
            Dios anuncia y cumple sus promesas en nuestra historia. Adviento es el tiempo en que celebramos la dimensión escatológica de nuestra fe, pues nos presenta el plan divino de salvación con elementos ya realizados en Cristo y con otros elementos de plenitud que aún esperamos se cumplan.
 Esta esperanza escatológica supone una actitud de vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensamos. La vigilancia requiere la fidelidad, la espera ansiosa y también el sacrificio; la actitud radical del cristiano ante el retorno del Señor es el grito interior de: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!
            Esperar en el Señor supone estar convencido que sólo de Él viene la salvación, sólo Él puede liberarnos de nuestra miseria, de esa miseria que nos esclaviza e impide crecer.  El tiempo de Adviento nos recuerda que se acerca el Salvador, por eso la esperanza va unida a la alegría, el gozo y la confianza.
           Adviento es también, el tiempo del compromiso; la invitación del Bautista a preparar los caminos del Señor nos presenta como ideal una espera activa y eficaz. No podemos esperar al Señor que vendrá, con los brazos cruzados sino en esa tensión activa , en un esfuerzo sereno por contribuir a construir un mundo mejor, más justo, más pacífico, donde se viva la solidaridad y caridad fraterna.
 La espera del cielo nuevo y tierra nueva nos impulsa a esta acción transformante de nuestro mundo, pues así éste va madurando y preparándose positivamente para la transformación definitiva al final de los tiempos.
 El Adviento nos tiene que  hacer desear ardientemente el retorno de Cristo, pero la visión de nuestro mundo injusto, sembrado de odio y división, nos revela su falta de preparación para recibir al Señor. Los creyentes hemos de preparar el mundo, madurarlo para venida del Señor.

Hna. María josé P

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