“Da a tu siervo un corazón dócil para discernir el mal del bien”. Según el
primer libro de los Reyes, el joven rey Salomón, el hijo de David, al comienzo
de su reinado, hizo esta la petición a Dios, y el autor del libro sagrado
afirma que agradó a Dios. Es posible que para muchos, preocupados por alcanzar
larga vida, riqueza, fama, placer o poder, la petición de Salomón aparecerá
como algo fuera de lugar. El joven Salomón pide a Dios discernimiento para
escuchar y gobernar, es decir para tratar a las personas como personas,
ayudarles y facilitarles la vida, para construir junto con ellos algo positivo.
Esta actitud de Salomón corresponde a lo que la Biblia acostumbra a llamar
sabiduría, es decir aquella actitud necesaria para bien vivir. Y esta sabiduría
corresponde al contenido de la predicación de Jesús acerca del Reino de Dios
que está llegando. Con su anuncio del Reino de Dios, Jesús invita a vivir según
la sabiduría, aceptando la soberanía de Dios, de modo que los hombres se
esfuercen en actuar según el estilo de Dios, ejercitándose en la caridad frente
al egoismo, buscando la sencillez frente a la soberbia, el espíritu de
austeridad frente a la vida cómoda y despreocupada.
Las dos primeras parábolas
del evangelio de hoy, la del tesooro encontrado en un campo y la perla de gran
valor, expresan la importancia que el mensaje del Reino tiene para Jesús. Jesús
habla de de bienes materiales y caducos como pueden ser los tesoros y las
perlas porque conoce el corazón humano. El tesoro, la perla fina despiertan un
afan exigente de adquisición y, en consecuencia, aquellas personas no dudan en
vender todo lo que poseen para alcanzar lo que para ellos supone su gran
oportunidad, lo que puede cambiar su existencia, su modo habitual de ser y de
actuar. Las dos parábolas reclaman la necesidad de gestos generosos, de
decisiones radicales capaces de tranformar una vida, ante el don de Dios. En la
historia ha habido muchos hombres y mujeres que han hecho opciones de este
tipo, y no solo en ámbito religioso, sino también en otros niveles humanos:
darlo todo para alcanzar el ideal. En la perspectiva del Reino, cuando alguien
está convencido que Dios le ama, y que todo sirve para su bien, como recordaba
san Pablo en la segunda lectura, sabe ser generoso. Y un gesto de este tipo
será compensado por la gran magnificencia de Dios hacia quienes se le confían.
La sabiduría que Salomón pide
a Dios y Jesús recomienda en el evangelio no es un lujo superfluo. Es una
necesidad si se tiene en cuenta el mundo en que vivimos. La tercera parábola de
hoy describe la actividad de los pescadores: la red lanzada al agua, los peces
apresados, la selección que se hace una vez terminada la jornada. Con esta
parábola, Jesús evoca la realidad del mundo en que vivimos, un mundo que está
muy lejos del ideal que el anuncio del Reino podría hacer pensar. La comunidad
de santos que Jesús deseaba, mientras esté en este mundo, está sometida a la
contrariedad y a la lucha, al error y a la injustia. Los apóstoles, los nuevos
pes-cadores del Reino, tienen encomendada una tarea onerosa y, a la vez
desalentadora. La evangelización supone lanzar la red, y no siempre los peces
que caen en ella son los mejores. Pero Jesús advierte que no por eso hemos de
desanimarnos, ni angustiarnos. Lo importante es no cansarse nunca, tirar una y
otra vez la red, aceptar lo que se recoge e seguir adelante de nuevo con
ilusión renovada.
El evangelio de hoy deja un
mensaje esperanzador. La suerte del Reino que Jesús anuncia, a pesar de las
reales o aparentes contrariedaes o fracasos, está asegurada. La victoria será
para Dios y su reino, Lo importante es aceptar la realidad de la sabiduría que
viene del cielo, y abrazar con decisión el proyecto del Reino de Dios, sin
buscar compromisos que reduzcan sus exigencias. Tengamos pre-sente que nuestro
Dios, el Dios de Jesucristo, es algo más que un Dios frio y académico, hecho de
definiciones abstractas. Nuestro Dios nos llama a actuar. Es el Dios que nos
dice por Jesús: lo que hiciste con uno de esos pequeños, a mi me lo hiciste. Esta
es la verdadera sabiduría, este es el tesoro, la perla valiosa que ha de
movernos a dejarlo todo para adquirirla una vez por todas.