“Entrégame el
balance de tu gestión, porque quedas despedido”. La parábola del administrador
infiel que Jesús propone hoy, aunque está encuadrada en el ambiente
socio-económico de aquellos tiempos, puede adap`tarse bien a nuestro tiempo y a
nuestra sociedad. El propietario de una hacienda se ve obligado a despedir al
gestor de la misma a causa de sus irregularidades administrativas. Para todos, se quiera o no, llegará también
el momento en que se nos pedirá el balance de nuestra existencia, de cuanto
hemos realizado mientras hemos disfrutado del don de la vida en esta tierra. Y
esta reflexión debería reavivar nuestro sentido de responsabilidad: hemos sido
creados por Dios para llevar a cabo una misión concreta como colaboradores de
Dios en el conjunto de la historia del universo. Tiene su importancia ser
conscientes del papel que se nos ha confiado en esta aventura.
El panorama que la noticia del despido planteó
a aquel empleado, agudizó su picaresca y le indujo a urdir una última jugada a
costa de su amo, para que una vez caído en desgracia, los deudores beneficiados
por su fraude le ayudaran. No deja de sorprender cómo Jesús concluye a la
parábola, ya que el amo felicita al administrador injusto, por la astucia con
que había procedido. Ni el amo de la parábola ni Jesús que la cuenta podían
aprobar el fraude del gestor, pero el evangelista deja entrever que poseían el
humorismo suficiente para apreciar la habilidad demostrada por aquel individuo
y sacar conclusiones válidas para todos.
Jesús constata que los hijos de este mundo son
más astutos con su gente que los hijos de la luz. Esta afirmación contiene una
útil advertencia acerca de la precariedad del momento presente, mientras
esperamos que se nos pida el balance de nuestra gestión en esta vida. Quienes
hemos recibido el don de la fe no podemos reducir nuestro cristianismo a concretas
prácticas religiosas, dejando de lado todos los demás campos. No basta
pertenecer al pueblo de Dios, a la estirpe de Abrahán o a la Iglesia, pues en
lo que atañe la salvación no existen seguridades basadas en presuntos derechos
adquiridos. Quien quiera tener parte en el Reino de Dios ha de esforzarse en
aceptar con la práctica de cada día el mensaje de Jesús, colaborando al máximo
en el plan de Dios sobre el mundo y sobre cada uno de nosotros.
El gestor infiel, ejemplo de los
hijos de este mundo, demostró ser hábil para procurarse amigos de cara al
futuro con bienes que no eran suyos, que eran fruto de la injusticia. Jesús
invita a los, hijos de la luz, a ser hábiles, decididos y audaces para utilizar
los bienes que, de alguna manera se nos han confiado en esta vida, a fin de dar
testimonio de amor a los hermanos, y en consecuencia a Dios, y preparar así el
momento de nuestro encuentro con él.
Es significativo que san Lucas, al
hablar del dinero y de los bienes materiales, les aplique el término “injusto”.
Da la impresión que, para el evangelista, las riquezas a menudo son fruto de
injusticia o, en todo caso pueden convertirse en instrumento de opresión. Los
bienes materiales son lo suficientemente ambiguos para poner en peligro un
servicio justo a Dios y a los hermanos. Jesús invita a comprender que, para
nosotros, cristianos, el uso de la riqueza material debe orientarse siempre al
bien de los hermanos. No basta dar simplemente lo superfluo. Se nos invita a
considerarnos administradores de lo que se nos ha confiado en vista a crear una
verdadera comunidad, en la que todos reciban lo que es necesario para una vida
digna y equilibrada.
“No podéis servir a Dios y al dinero”.
Así concluye Jesús su discurso. El modo cómo administremos los bienes
materiales de que disponemos condiciona de alguna manera a nuestra relación con
Dios: Si no fuisteis de fiar en el dinero injusto, ¿quien os confiará lo que
vale de veras? Si no fuisteis de fiar lo ajeno, ¿lo vuestro quien os lo dará?
No existe un prontuario que proponga formulas capaces para resolver estas
delicadas cuestiones. Teniendo en cuenta nuestra propia situación, tatemos de
encontrar la respuesta más ajustada, de manera que nuestra vida muestre que
somos hijos de la luz, hábiles, decididos y audaces en el servicio de Dios y de
los hermanos.