3 de diciembre de 2023

I DOMINGO DE ADVIENTO (2023)

 

Hoy se abre el nuevo año litúrgico (Ciclo B), con el Evangelio de Marcos, que es el más corto y antiguo de todos. No contiene relatos sobre la infancia de Jesús y se centra en la “buena nueva” que es Él, “el Cristo, Hijo de Dios”[1], para mostrar la belleza de estar con Él y disfrutar de la Vida que Él es y da, para invitarnos a seguir al único Señor. La liturgia nos invita a estar preparados, estar despiertos y orar, porque no sabemos cuándo será el momento, no conocemos el día ni el momento del regreso del Señor[2]. el primer domingo de Adviento, que celebramos al inicio del año litúrgico, es figura y profecía del último Adviento, que meditamos en las últimas semanas del año cíclico A hasta el día solemne de Cristo Rey.

«Velad» -I domingo de Adviento-, «convertíos» -II domingo-, «alegraos» -III domingo- y «encomendaos» -IV domingo- son las acciones que estamos especialmente invitados a realizar en este “tiempo fuerte del Año litúrgico” que nos prepara a entrar en el Misterio de la Navidad: En la 1ª lectura, nos presenta Isaías, el gran profeta mesiánico, que invoca a Dios, nuestro Padre y Redentor, que no nos deja solos el camino sino que viene al mundo haciéndose hombre como uno de nosotros. Él no quiere que nuestro corazón se endurezca sino que  encuentre la alegría y la justicia en sus caminos. La misma convicción, llena de oración, expresa el salmista, que se dirige al Pastor de Israel y le pide que vuelva, que visite su viña, que sostenga con su mano "al hijo del hombre, que ha fortalecido[3]

Reconocemos en la liturgia de este domingo temas y simbolismos ya meditados en los domingos finales, que unen el Adviento, como cada Año litúrgico, a la reflexión escatológica, para invitar a la verdadera conversión: el Señor no quiere sacrificios, sino misericordia[4] y nos pide a cada uno actos de auténtica justicia, que realicen su Reino de Paz ya en la tierra y eliminen las estructuras del mal que angustian a tantos de sus hijos, nuestros hermanos.

Vigilar significa esperar al Señor, esperar su manifestación permanecer firmes hasta el fin, irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo -2ª lectura[5]-: el cristiano es hijo de la luz e hijo del día,[6] sabe que Jesús ya venció y por eso vive en la luz, se alegra ya en el día del Señor, se constituye para ser luz[7], ilumina, lucha contra las tinieblas del error, del pecado y del mal. Su vigilia, según la poderosa invitación del Señor Jesús, significa vivir como redimido y no como un durmiente, observando la historia con la misma mirada del Creador, actuando en ella con justicia y caridad, viendo en ella los signos de los tiempos y los signos de la presencia de Dios, reconociendo el Tiempo de Dios, de su bendición en el hoy. Él viene siempre, en este mundo nuestro que espera la salvación. ¡Maranatha!, Ven Señor Jesús.



[1] Mc 1,1.

[2] Mc 13.

[3] Sm 79.

[4] Mt 12,7

[5] 1 Cor 1

[6] 1 Tls. 5,5

[7] Mt 5,14: Ef 5,8.

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