En Andalucía se dice que ellos están
alegres hasta en la Cuaresma
porque miran la Resurrección. Sin
embargo, éste debería ser el distintivo de todos los cristianos también durante
la Cuaresma ,
pues ésta es una preparación para la
Pasión , Muerte y RESURRECCIÓN de Jesucristo. Sin la Resurrección del
Señor, no tendría sentido ni su Vida ni Su Muerte. Jesús ha muerto y resucitado
para redimirnos y darnos la posibilidad de poder vivir eternamente Junto a Él
en el Cielo.
Por eso, la Semana Santa no es algo
trágico, pues tiene un final feliz, es como esos cuentos que nos contaban de
niños, donde los protagonistas sufrían muchas tribulaciones pero al final, todo
acababa bien y “fueron felices”.
Ya San Benito en su Regla, en el capítulo
49 dedicado a la Cuaresma ,
nos habla de la alegría en dos ocasiones:
-“Cada uno por su propia voluntad,
ofrezca a Dios algo extraordinario en la alegría del Espíritu Santo”[1].
-“… espere la Santa Pascua con la alegría de
un deseo espiritual”[2].
Es decir, la Cuaresma no anula la
alegría, pero no se refiere a cualquier clase de alegría, como hemos visto en
San Benito, se trata de una “alegría espiritual”. Cuando se proponen como
ejercicios propios de la
Cuaresma destinados a la conversión la oración, el ayuno y
limosna (referida también a todas las demás obras de misericordia para con el
prójimo en el que debemos ver a Jesús), no son referidos a prácticas meramente
externas, sino que lo que tiene valor es la motivación interna, el unirnos a
Cristo más profundamente. Y es aquí donde nace la alegría viva y profunda del
encuentro con Cristo y con Su Amor, con Su misericordia, es a este fin al que
debe llevarnos la conversión y las prácticas que nos ayudan en este camino.
Entonces, vivamos la Cuaresma preparándonos a la Pasión y Muerte del Señor
teniendo muy presente el horizonte de la Resurrección que se
abre ante nosotros como un mar infinito de gozo. Recordemos que la conversión
es más un trabajo espiritual e interior y que las prácticas externas deben
ayudarnos a esta interiorización. La conversión nos une más a Dios y por tanto,
nos hace más felices porque si Dios es Amor, también es Alegría, Paz y
Felicidad infinitas. Estamos hechos para Dios, como nos recuerda San Agustín, y
por lo tanto, hechos para el Amor y la Misericordia. Este
Amor y Misericordia que recibimos de Dios debe desbordar desde nuestros
corazones hasta llegar a todos los hombres. Hay que “compartir a Dios”, e
imitar Su vida, y sólo podremos hacerlo si antes nos hemos llenado de Él y de
Su gracia.
Desde aquí, os deseamos una muy
feliz y SANTA Cuaresma.
Hna. Marina Medina
No hay comentarios:
Publicar un comentario