“Las fuentes de la espritualidad monástica
(Capodocios)”
II- SANTA
MACRINA LA JOVEN
La hagiografía de Santa
Macrina es, cronológicamente la primera que conservamos sobre una Amma. Se cree
que fue escrita por su hermano San Gregorio de Nisa hacia el año 380.
Macrina la Joven es nieta de Santa
Macrina la Antigua ;
ésta fue discípula de San Gregorio Taumaturgo (siglo III). Cuando el emperador
Maximino Galerio decretó una persecución contra la Iglesia , Macrina la antigua
y su esposo huyeron al desierto abandonando todas sus riquezas. Hacia el 313,
regresaron a la ciudad pero el marido murió en la persecución de Maximino Daia.
II.1- PERÍODO HISTÓRICO
El período en que Santa
Macrina vivió (325-380), fue marcado por una fuerte controversia entre varias
corrientes de pensamiento dentro del cristianismo. De ser una religión
perseguida por los emperadores romanos fue la religión oficial del imperio a
partir del Edicto de Milán del emperador Constantino (313). Lo que entonces se
trataba era sobre “la
Creación , la naturaleza de Cristo y su relación con el Padre
y el Espíritu Santo; es decir: el cimiento del cristianismo, la Santísima
Trinidad”[1].
En el año 325, el Concilio
de Nicea que fue convocado por Constantino, condenó las ideas de Arrio
(260-336), obispo de Alejandría, ya que afirmaba que Dios y Cristo no poseían
la misma substancia (ousía), es decir, el Hijo sería inferior al Padre,
diferente en substancia, aunque hubiese sido creado antes del tiempo y fuese
superior al resto de la
Creación. En Nicea se adoptó el concepto de homousios (de substancia idéntica) para
establecer la relación entre Padre e Hijo, y así se describió en el Credo de
Nicea.
Mas no hubo unanimidad en
Nicea, y después del Concilio, el arrianismo siguió su andadura durante sesenta
años más, prácticamente durante toda la vida de Macrina, que junto a las
persecuciones imperiales a los cristianos de Oriente van a ser el telón de
fondo en la redacción de la vida de Macrina escrita por su hermano Gregorio
entre los años 380-383. San Gregorio fue un fuerte opositor al arrianismo y
participó activamente en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el
emperador Teodosio I (379-395), donde se reafirmó la consubstancialidad entre
el Padre y el Hijo. Confirmada en el Credo de Nicea[2].
II.2- LA FAMILIA DE
ANNESI
Fallecida Macrina la Antigua , hacia el año 350,
quizás un poco más tarde, encontramos a miembros de su familia viviendo en
Annesi, una posesión que se alzaba a la orilla del río Iris, en el Ponto
-riberas del Mar Negro-. Annesi quedaba cercana a la ciudad de Neocesárea.
Aquí nos encontramos con una
familia compuesta por la madre, Emelia, su hija Macrina y sus dos hermanos
Naucracio y Pedro y compartían una vida ascética bajo la dirección de Eustacio
de Sebaste.
Emelia y su marido tuvieron
diez hijos; la mayor, Macrina, nació sobre el 327y fue prometida con doce años
a un joven capadocio que murió. Y ante tal desgracia, Macrina decidió
permanecer fiel al recuerdo de su prometido y consagrar su virginidad al Esposo
inmortal manteniendo una piedad profunda y una gran ascesis. Macrina fue de
gran ayuda a su madre en la educación de sus hermanos; tres de ellos, Basilio
de Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, fueron santos y obispos. Naucracio,
destacó por su piedad y su vida de gran ascesis y murió siendo joven todavía.
Pedro, el menor, fue educado
íntegramente por Macrina. Dirigió algunos años un monasterio en el Ponto antes
de ser nombrado obispo de Sebaste. Este hermano hizo una inteligente defensa
del Espíritu Santo en el primer Concilio ecuménico de Constantinopla.
Gregorio, debido a sus
triunfos, había entibiado su fervor religioso y a los veinte años, siendo
lector, abandonó el ministerio y quizás, contrajo matrimonio. Pero debido a la
educación de sus padres y a la influencia ejercida por sus hermanos Macrina y
Basilio, tomó la resolución de consagrarse a Dios. El joven volvió a Annesi
para ejercitarse como monje antes de ser obispo de Nisa. Es elocuente el
influjo de su hermana en la vida y escritos de Gregorio y también escribió una Vida de su hermana
Neucracio, gracias a la
educación recibida por Macrina, dio abundante frutos de virtudes cristianas en
su joven existencia. Era considerado por un ángel por quienes le conocían y murió
debido a un accidente de caza. Poseía una profunda vida interior y un fuerte
espíritu de renuncia a favor de los pobres ancianos que recogía en un edificio
construido en el bosque. De él, Gregorio escribe: “…era superior a los demás
por la bondad de su carácter y belleza física, por su complexión atlética,
capacidad de trabajo y por sus muchas habilidades… Atraído por Dios, despreció
un porvenir halagüeño, y siguiendo los impulsos de su corazón se retiró a una
vida solitaria e indigente sin llevar consigo más que así mismo…; cuidaba a
unos ancianos enfermos y pobres en extremo… Era solícito y obediente a cuanto
su madre pudiera mandarle”.
Es posible que Basilio, ante
el ejemplo de la vida de su hermano Naucracio, se inspirara para en el 366
construir una ciudad que él llamo Basilíades, en donde hallaban cobijo y
caridad cristiana los peregrinos,
enfermos e incluso leprosos, a quienes besaba el santo; también había
alojamiento para miembros del clero y obispos de Cesarea[3].
II.3- VIDA DE SANTA MACRINA
La vida de esta piadosa
mujer fue escrita por su hermano Gregorio recordando también a su abuela
Macrina. Basilio la recuerda con ternura a su abuela y dice que fue debido a
esta ilustre mujer por la que su hermana recibió este nombre de Macrina.
Su madre Emelia la dio desde
los seis años, una educación no profana en aquella niña de grandes dotes
naturales y clara inteligencia y sembró en ella todo lo que la Escritura da y son
asequibles para las primeras edades. Ya recitaba el Salterio a lo largo de su
jornada.
A- Macrina, la hija
Para salvaguardar su
virginidad, Macrina pensó que el mejor modo era permanecer junto a su madre.
Existía una gran compenetración entre ambas además de una íntima comunión
espiritual.
Macrina ayudaba a su madre
en los asuntos temporales y compartía con ella la educación de sus hermanos. A
cambio, la madre se encargó de educar a Macrina para que llevase una vida
intachable y así, Macrina acabó atrayendo a su madre a una vida pura y de total
desprendimiento.
Macrina absorta en Dios,
daba mucha importancia al trabajo manual; no ignoraba la sentencia de los
Padres antiguos: “Ora el labora”, que más tarde recogería San Benito. Y fue
ella quien interesó a la madre por la vida monástica.
La fue convenciendo para que
se despojase del lujo y la preocupación por el servicio, rechazando todos los
privilegios que esto conllevaba.
También fue la fortaleza de
su madre ante la muerte de su hermano a pesar del dolor que le producía la
pérdida de este hermano tan querido.
Y así, consiguió que Emelia
entrase de lleno en la observancia monástica de Annesi, alejándose de todas las
ataduras mundanas.
B- Muerte de
Emelia
Cuando renunció su hermano
Pedro a los honores del mundo, vivió con ellas su hermano Pedro y quizás en la
hambruna que asoló Capadocia en los años 368-369, gracias a las dotes
administrativas de Pedro se consiguió incluso dar alimentos a los pobres.
En este tiempo Emelia era
una anciana que abandonó este mundo en los brazos de sus hijos Macrina y Pedro.
C - Legado espiritual de Amma Macrina
El legado monástico femenino
de Santa Macrina, fue modelo de las generaciones sucesivas. Ella marcó con su propio ejemplo, unas pautas de vida
que constituían un eco fiel de lo practicado en los desiertos de Egipto:
desprendimiento de todo lo mundano; carencia de lo superfluo; pobreza en el
vestir; austeridad en la comida; canto ininterrumpido de salmos, bien el Oficio
coral o como rumia a lo largo de la jornada; trabajo manual moderado.
Mas en Annesi también hubo
notas distintivas y originales dotadas de más sensibilidad: espíritus más
instruidos; sentimientos más delicados; formación ascética más íntima; y
apariencias externas menos espectaculares. Hasta el mismo paisaje era
encantador pues estaba constituido por las bellas riberas del Iris.
Macrina debió legar a su
hermano Basilio la simiente de su monacato muy diferente a las extravagancias
del monaquismo de Eustacio de Sebaste. Basilio llegó a Annesi en el 356 y
quedando asombrado del cenobio de vírgenes y de su pujanza e influenciado por
su hermana, renunció al mundo y sus seducciones y abrazó la vida monástica.
Basilio muere en el 379 y
Macrina, libre ya de compromisos familiares, vende lo que le queda del
patrimonio familiar repartiéndolo seguidamente a los pobres, y se entregó de
lleno a la vida espiritual.
D- Su tránsito
La muerte de Santa Macrina
nos es narrada por su hermano San Gregorio de Nisa, para éste, Macrina era su
hermana preferida, se sentía muy querido por ella. “Pocas descripciones habrá
en su género que dejen un sedimento más emocionante de lo divino. Por otra
parte, el espíritu que en toda la narración se respira da una idea más precisa
que largos comentarios acerca de aquel momento de la virginidad cristiana en
sus comienzos claustrales”[4].
Al llegar a Annesi, Gregorio
es recibido por los monjes del monasterio fundado por su hermano Basilio, y
Gregorio recuerda: “Entré en el monasterio donde ella habitaba. Tenía Camuy
avanzado el mal, y la vi tendida sobre un lecho, ni siquiera sobre un triste
camastro, sino sobre el suelo mismo, sin más intermedio entre y su cuerpo y la
tabla que el saco, y a modo de almohada, otro trozo de madera, que sostenía
algo elevada su cabeza, no sin grave dignidad”[5].
Siguiendo el relato de
Gregorio, vamos “viviendo” paso a paso la muerte de esta santa mujer: “…alzando
las manos al cielo exclamó:´Gracias a Ti, mi Dios y Señor, que me has concedido
esto y has satisfecho lo que tanto ansiaba en mi corazón, moviendo a tu siervo
para que hiciese esta visita a tu esclava`… Hacía por sembra alegría en su
alrededor, introduciendo ella misma conversaciones gustosas y haciéndome mil
preguntas para dar materia de conversación.
“Pero cuando en el
curso de esta llegamos a hablar de
Basilio -había muerto a los 49 años. El 1 de enero del 378 ó 379- ya no pude
contener más la emoción: una honda tristeza cubrió mi rostro, y las lágrimas
comenzaron a correr por mis mejillas. Ella, serena, tomando precisamente
ocasión de la muerte de nuestro hermano para remontarse a la más subida
filosofía cristiana, explayó en magnífica exposición las causas de los
acontecimientos humanos y las ocultas leyes de la Providencia , aun lo
que se tiene por desgracia entre los hombres. Como inspirada por luz celestial,
disertó largamente sobre los bienes de la vida futura; e hizo esto de modo que
al influjo de sus palabras, mi misma alma, sobrecogida de lo que oía de sus
labios, transportada a regiones más altas, quedó como fuera de todo lo humano…
“Recordó muy al vivo la vida
de nuestros padres y todo cuanto sucedió antes y después de mi nacimiento. Todo
ello venía para terminar en una acción de gracias a Dios. Respecto a sus
padres, no insistía en su nobleza o en su posición social, sino en el gran
beneficio que Dios les había otorgado de sufrir, siendo perseguidos y vejados por
confesar a Cristo.
“Como en el curso de la
conversación le indicase lo mucho que hube yo que padecer, primero por parte
del emperador Valente, que ordenó mi destierro, y después por la agitación y
luchas internas de tantas Iglesias entre sí, que me obligaron a salir en
defensa de la verdad con tanto peligro, díjome ella:´¿Y dejarás de agradecer
esos divinos beneficios al Señor? ¿Serás capaz de tener el vicio de la
ingratitud? Pórtate como aquellos de quienes somos hijos. Dichoso de ti, de
cuya fama se sirven ciudades, pueblos y naciones, pudiendo con tus idas y
venidas proporcionarles alguna ayuda espiritual y restablecer las cosas de la Iglesia. ¡Gran don y
merced es ese de Dios! ¡No desconozcas su fuente!”[6]
Después, Gregorio sigue recordando el curso
de esa noche en que él se fue a rezar Vísperas y dejó a su hermana sumergida en
Dios. Y entonces, sigue recordando el ya último día de Macrina:
“Agonía admirable. Nada de
zozobra; nada de turbación… Al oírla filosofar, creía verme no ante un ser
humano, sino ante un ángel que por providencia de Dios hubiera tomado forma
humana.
“Para mí era evidente: lo
único que allí actuaba era el amor purísimo hacia su Esposo Jesús, siempre
escondido en el más secreto sagrario de su ser, pero que en esta coyuntura
salía fuera de sí y rompiendo el velo del corazón, se manifestaba al exterior
en ansias de volar hacia el que era las delicias de su alma. Su cuerpo le
estorbaba; su único anhelo era llegar cuanto antes a su amor. Completa en toda
virtud, ¿Cómo podría interesarle ya ni atraer sus ojos cosa alguna que no fuera
Él?
“A todo esto, el día estaba
muy avanzado y el sol desaparecía pronto del horizonte. Ella conservaba aún
vivacísima la actividad de su alma. Cuanto más se acercaba a su fin, tanto más
se despertaban sus ansias de volar a Dios. Parecía contemplar cada momento con
mayor claridad la belleza de su Amado, con lo cual, su corazón pujaba por ir a
sus brazos, y así, sin hablar ya con los presentes tenía sus ojos clavado en
Aquél a quien dirigía sus anhelosas súplicas… Su oración era tal, que
evidentemente subía hasta el mismo Dios y el Señor la escuchaba”[7].
Ahora Gregorio nos
transcribe la oración que su hermana lanzó al corazón de Su Amado Señor y sin
darse cuenta ya de lo que le rodeaba:
“Tú, Señor, nos quitaste el
miedo a la muerte.
Tú has hecho que el remate
de esta vida sea comienzo de la vida verdadera.
Tú, que has mandado que
entreguemos nuestros cuerpos al sueño del sepulcro, harás que a la voz de la
trompeta salgan de él resucitados.
Arcilla somos plasmada por
tus manos. Ahora la confías en depósito a la tierra, pero volverás a
reclamarla, haciendo lo que en nosotros es actualmente mortal y deforme sea
hermoseado con la inmortalidad y con tu gracia…
Tú, Dios eterno, diste a
quienes te temen, para destrucción del enemigo y seguridad de nuestra verdadera
vida, la señal de la cruz; esa cruz a la que pertenezco desde las entrañas de
mi madre, a la que he amado con todas las fuerzas de mi corazón y a la que
desde mi niñez tengo consagrados mi alma y mi cuerpo…
Si en algo te he ofendido
por debilidad, de palabra, obra o deseo, Señor, apiádate de mí.
Tú, que tienes en la tierra
el poder de perdonar los pecados, haz que mi alma halle alivio y no se
encuentre indigna de presentarse ante Ti, sino que sin mancha ni culpa sea
recibida en tus brazos como incienso de holocausto”[8].
Hermosa plegaria de esta
mujer ya pronta a unirse eternamente con el Amor de su alma. Pero no acabó aquí
su súplica sino que la continuó, pero debido a la fiebre y a su debilidad, sólo
se la oía balbucir palabras y emitir voces inconexas.
“A todo esto, la noche se
echaba encima, y cuando ya la oscuridad iba dominando todo, ella abriendo por
completo los párpados, como si quisiera absorber las últimas luces, se disponía
a recitar las preces de acción de gracias vespertinas. La falta de voz suplíala
con el corazón y con el movimiento de las manos, mientras un movimiento casi
imperceptible de sus labios mostraba el afecto del corazón. Terminadas las
preces, se santiguó con la mano, dando señales de que sus deseos estaban ya
cumplidos; luego exhalando un suspiro profundo, dio fin justamente a su vida y
a su oración”[9].
En discurso piadoso hermano
y hermana dialogaban de la vida del más allá y de su encuentro en el cielo.
Habiendo muerto ya su hermana, Gregorio escribió "Diálogo sobre el alma y la Resurrección ",
basada en la última conversación
mantenida con su moribunda hermana. En dicho escrito, Macrina aparece como
profesora, y trata temas como el alma, la muerte, la resurrección, y la restauración de todas las cosas.
Muerta Macrina, su hermano
continúa el relato:
“Mi alma se hallaba bajo dos
fuertes impresiones diversas: por una parte, lo que veían mis ojos; por otra,
los gemidos de las vírgenes, que rompieron a sollozar a mi lado con un llanto
que taladraba el corazón. Hasta entonces se habían conservado valientes y
silenciosas, cohibiendo su dolor y la expresión de sus lágrimas, por el respeto
que profesaban a su gran maestra y por temor que aun sin palabras las
reprendiese. NO querían en modo alguno darle ocasión de disgusto. Pero ahora ya
sin fuerza posible que cohibiese el ímpetu de sus lágrimas, prorrumpieron en
sollozos y gemidos tan hondos y amargos como si el fuego abrasase sus
corazones, fatigados de tanto reprimirse. Yo mismo sentía que mi espíritu
perdía fuerzas de contención, como si un golpe
irresistible arrastrase violentamente en pos de sí toda mi alma entre
gemidos. ¿No era obvio y justo que aquellas vírgenes dieran expansión tan natural
a su dolor?”[10].
Estas vírgenes de las que
nos habla Gregorio, llamaban a Macrina “Madre” y “Nodriza”, y era debido a que
a muchas de ellas las había recogido estando en la indigencia, quizás en aquel
período de hambre ya citado. A otras las recogió cuando erraban sin rumbo y
sometidas a miles de peligros. Las nobles, recordaban que Macrina las había
salvado de la esclavitud del cuerpo y las había devuelto a la libertad de los
hijos de Dios.
Gregorio, con acento cálido,
sigue con esta narración, pero tomando las riendas de la situación y diciéndoles
a las vírgenes llorosas:
“Ved a vuestra madre,
miradla y recordad sus consejos, sus exhortaciones que en cada momento de
vuestra vida monástica os ha dado a conocer lo que es propio y correcto. Esta
alma pura y divina, al prescribiros que solamente dejarais correr vuestras
lágrimas durante la oración, ya os fijó el tiempo para este desahogo. Ahora
podéis convertir las lamentaciones en salmodia”[11].
Aquella muerte habría de
cubrir con sus semillas, naciones enteras. En efecto, los monasterios llamados
basilianos[12],
tanto masculinos como los femeninos, fueron gota de aceite que se corrió por el
mapa del imperio oriental.
E- Mortaja y sepelio
Habiendo expirado
Macrina, y retirándose las vírgenes, en
la celda permanecen sólo Gregorio y las
vírgenes que más habían compartido la vida con Santa Macrina, en especial
Veciana, que siendo noble y de gran belleza, quedando viuda muy joven, se fue a
Anneci con Macrina. San Gregorio le
comunica a esta virgen su deseo de vestir a su hermana para la sepultura adornada
con ricos y hermosos vestidos y velos; pero Veciana que conocía bien a Macrina
no le parece que ese fuera el deseo de Macrina, y así es la diaconisa
Lampadión, maestra de coro, la que informa de la voluntad de Macrina y
preguntada, responde a San Gregorio: “El aderezo por el que se esforzó la santa
es una vida pura. Ese fue su ornamento durante su vida y la mortaja durante su
muerte. En lo que concierne al ornato del cuerpo, no poseyó nada durante su
vida, ni preparó nada para la presente situación, de forma que, ni queriéndolo
nosotros, se encontrará algo más que lo que hay aquí”. Sin embargo, Gregorio
entonces pregunta si no hay nada para adornar el féretro, y la respuesta de
Lampadión es la misma: “¿Qué reservas? Tienes en tus manos todas sus reservas.
He aquí su manto, he aquí el manto con el que se cubría, las sandalias usadas,
esta era su riqueza, esta es su fortuna. Fuera de lo que está a la vista, no
hay nada de cofres escondidos o puestos a seguro en aposentos interiores. Ella
solo conocía un lugar seguro para su tesoro: el Reino de los Cielos, y ha
colocado allí todas las cosas; nada ha dejado en la tierra”.
Gregorio desde su cariño a
su hermana no se da por vencido y vuelve a la carga y esta vez pidiéndole a
Lampadión que le acepten algo de lo que él tenía para su propia sepultura y
ésta acepta declarándole: “Incluso viva habría aceptado semejante honor de ti
por dos razones: por tu sacerdocio al que siempre reverenció y por el
parentesco. Ella, en efecto, no habría tenido por extraño lo que le viniese de
su hermano. Por esta razón pidió que la amortajaras con tus manos”.
Entonces, Gregorio cubre el
cuerpo de su hermana con lino y Veciana, pasando la mano por el cuello de
Macrina le dijo a Gregorio: “He aquí el adorno que pende en torno al cuelo de
la santa”; y así, le mostró a Gregorio una cruz de hierro y un anillo de la
misma materia que colgaban de un fino cordón y que siempre habían permanecido
junto al corazón de la santa mujer. Gregorio le dio a Veciana la cruz y él
quedó con el anillo, el cual tenía grabado una cruz. Veciana entonces, dijo a
Gregorio: “Has hecho la elección de este bien con buen sentido. El anillo está
hueco en su engarce, y dentro está escondido un trozo del árbol de la vida. Lo
que está grabado en el exterior, con la propia figura, manifiesta lo que hay en
su interior”[13].
Macrina llevaba el anillo
con la reliquia del lignum crucis,
con seguridad, uno de las primeras manifestaciones de la devoción a la Cruz de Cristo. Lampadión le
cuenta a su hermano otro secreto de la santo donde se pone de manifiesto la
ternura, la delicadeza y la fe en el Señor de Macrina. Ésta tenía una pequeña
cicatriz muy cerca del cuello. Se debía a que hacía muchos años se lo formó en
el cuello un pequeño tumor que iba creciendo y que amenazaba con paralizarle el
corazón. Su madre Emelia le dijo que fuera al médico, pero a causa de su pudor,
no quería ir a que le extirpasen el mal, aunque sabía que era grave. Así que
una noche, en el oratorio postrada hasta la aurora le rogó al Señor la curación
de su enfermedad. Al día siguiente su madre siguió pidiéndole que fuera al
médico y Macrina rebosando de confianza divina y de ternura filial, le dijo a
su madre que el mejor remedio era que ella misma trazara con su mano la señal de la cruz en su
pecho enfermo. Emelia lo hizo como señalaba su hija y quedó curada en ese mismo
instante, quedando sólo una insignificante cicatriz como recuerdo del milagro
obrado en ella[14].
Es San
Gregorio el que relata cómo es vestida su hermana, conforme a sus deseos, y así
es ataviada con un manto oscuro, e incluso así, Macrina resplandecía “porque el
poder de Dios -pienso yo- otorgaba esta gracia al cuerpo, de forma que su
belleza parecía irradiar algunos resplandores exactamente como en la visión que
yo tuve en sueños”[15].
Después, Gregorio nos relata
como al entierro de Macrina acudió el obispo Araxios, de Ibora, con todo el
presbiterio. El féretro fue transportado por sacerdotes -en lo que Gregorio
llama como “una procesión mística”- que la llevaron a la Capilla de los Cuarenta
Mártires donde fue enterrada. Allí también habían sido enterrados sus padres, y
Macrina fue colocada al lado de su madre, dando cumplimiento al deseo de ambas
que habían orado para que después de la muerte, sus cuerpos estuviesen
enterrados juntos, para que la muerte no separase la unión de la que habían
gozado en esta vida mortal[16].
Macrina murió en julio del
año 379 ó 380, un año después de su hermano Basilio, y Gregorio nos cuenta que
recibió el don de profecía, de realizar milagros, curar enfermedades y expulsar
demonios. La iglesia griega celebra su fiesta el 19 de julio[17].
III- INFLUENCIA DE MACRINA EN SUS HERMANOS BASILIO DE CESAREA, GREGORIO DE NISA Y PEDRO
DE SEBASTE
Gregorio, al escribir la
vida de su hermana, recuerda su papel de guía en toda la familia y como fue
relata que de Pedro fue esencial en su educación cuando murió su padre, ya que
según él, su hermana fue a la vez madre, padre, profesora, maestra, consejera
de tal manera que antes de salir de su niñez, Pedro, deseara adquirir la “alta
marca” de la filosofía.
De adulto, Pedro se fue a
vivir retirado como Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se
localizaba una comunidad: la de mujeres, gobernada por Macrina desde la muerte
de su madre, y la de hombres que primero fue dirigida por Basilio y al morir
éste, por su hermano Pedro.
Sobre Gregorio, sabemos por
su propio testimonio que su hermana le dio fuerzas para preservar sus
creencias. Gregorio sufrió mucho al luchar contra la herejía arriana y fue
depuesto de su cargo de obispo y expulsado de Nisa en 376, aunque reasumió sus
funciones cuando murió el emperador Valenciano. Gregorio se quejó a su hermana
de sus penas y ésta le animó a ser fuerte y dar gracias a Dios por la
persecución recibida como un don de Él.
Sobre Basilio - seguimos con
lo que dice Gregorio en su Vida - habiendo estudiado retórica en Atenas y lleno
de orgullo por sus conocimientos considerándose superior a todos por su
posición y liderazgo, fue conducido por su hermana a despreciar todo orgullo y
las glorias de este mundo y lo condujo por los caminos de la humildad, de tal
manera que su renuncia a la propiedad fue completa para poder llevar una vida
virtuosa.
Este Basilio, el mayor de
los hermano, es llamado Basilio el Grande
y ha sido nombrado como Doctor de la Iglesia.Visitó a
ascetas de Egipto, Siria y Palestina. Considerado como Padre del monacato
oriental, su Regla se inspira en la escrita por su hermana Macrina para su
retiro en Annesi. Fundó hospitales y cuidó a los pobres, y su principal proyecto
fue la formación de fraternidades que se fundaban en la ayuda mutua y en el
voto de pobreza.
Basilio, escribió en contra
del arrianismo y a él se debe la fórmula de Dios como única esencia (hypostasis) con tres Personas (hypostases). Murió nueve meses antes que
Macrina, en el año 379[18].
ONCLUSIÓN
Macrina influyó notablemente
en la historia del cristianismo del siglo IV. Gracias a su influencia sobre su
hermano Basilio, éste se hizo eremita, fundó monasterios y trazó las reglas que
regirían la vida monástica en la Iglesia
Ortodoxa.
Debido a su fuerte e
importante influencia sobre sus hermanos Macrina también ha influido mucho en
la construcción del monacato cristiano: San Benito se inspiró en Basilio de
Cesarea para redactar su Regla. De Macrina a San Benito, la historia del
monacato cristiano, fue modelado basándose en un fuerte ascetismo, el la
lectura de las Sagradas Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas
vivas del Paraíso Perdido.
A través de su vida, vemos
que es una mujer la conductora intelectual de la familia. Como guía y
protectora espiritual era ella la “maestra”, mi “señora”. Y esto representa un
cambio en la mirada masculina en relación a la mujer. Nació dentro de una
familia cristiana y se creía que el principal beneficiario con la devoción de
la virgen, era el dueño de la casa, y por eso, la asceta era un ejemplo de
comportamiento, de pureza. Según nos relata Gregorio en su obra “De la Virginidad ”, las
vírgenes se mantenían siempre unidas y a tiempo completo con Dios, y por eso
Macrina se encontraba en la frontera entre el mundo visible y el invisible.
El modelo de Macrina,
fortaleció la idea vigente de aquel entonces, donde la mujer consagrada era un
depósito de valores para las comunidades cristianas. Estas mujeres consagradas,
eran las kanonikai, es decir, mujeres
comprometidas con un canon, una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño
grupo espiritual y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así,
el ideal ascético cristiano femenino. Macrina también influyó en la actitud
ambivalente de la sociedad patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre
Eva y María, entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del
celibato, y la “promoción” del matrimonio. Por tanto, Macrina es modelo de
mujer santa y de abadesa medieval.
A largo plazo, Macrina y su
modelo ascético fortaleció el discurso del polo positivo femenino cristiano: la
exaltación de la virgen, con su pode e donación, intrínseco a su sexo, su
influencia cristiana dentro de la familia (2 Tim), y su papel de ayuda y
auxilio en la conversión de los pueblos al cristianismo.
Y este papel dentro de la
conversión, es un atributo plenamente femenino y se ve en una carta de Basilio
de Cesarea a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen
de Macrina, la fuerza cristiana femenina en la difusión del cristianismo en el
siglo IV, y como ella les transmitió a todos los hermanos la doctrina de
Gregorio (Taumaturgo) que había conservado de la tradición oral y así, los
formó en los dogmas de la piedad.
La virgen, además de ser un
espejo de la pureza de Dios, el principal papel femenino que los hombres veían
en las mujeres, era la transmisión de la fe en las familias. Propagar la fe por
medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna[19].
Realizando este estudio por
la vida de Santa Macrina, sólo me cabe exclamar: ¡QUÉ MUJER! Sí, realmente, una
gran mujer que sabía lo que quería y a ello se dedicó con todas las fuerzas de
su corazón sin dejar que ningún obstáculo se interpusiera en su camino. No fue
una decisión que acabara en el olvido, la llevó a cabo hasta sus últimas
consecuencias, día a día, sin cansarse pues en Dios encontraba su fuerza, su
gozo y su descanso. Con la mirada dirigida hacia las realidades celestiales desestimó
los bienes de este mundo caduco en nada comparables a los eternos. El inmenso
amor hacia el Señor, permitió a Macrina vivir una vida de total consagración a
Él a través de la austeridad y la ascesis vividas en el amor. Por ella, muchas
otras mujeres abrazaron el mismo estado de vida y aprendieron de ella la vida
de renuncia por Dios.
También resulta admirable el
influjo que causó en los miembros de su familia, ya que sin ella, la historia
no sería la misma. A ella le debemos un San Basilio como hoy día es conocido y
lo mismo podemos decir de San Gregorio de Nisa. Y ni decir tiene, que la Regla de San Basilio le debe
mucho a su hermana y su vida de virginidad junto con otras vírgenes.
De Santa Macrina se puede
hablar, escribir y aprender mucho más de lo que estas pobres páginas pueden
decir. Sólo baste leer lo que de ella se sabe y gustarlo con la inspiración del
Espíritu para sacar provecho espiritual de esta virgen que supo dedicar su vida
a Dios sin otra ocupación que el servirle y amarle.
Hna. Marina medina
[1] Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y
ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión
de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.
[2] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y
ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión
de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.
[3] Sira Carrasquer Pedrós y Araceli De La Red Vega , Madres del Desierto, Matrología, T. 1,
Col. Espiritualidad Monástica, Monasterio de las Huelgas, Burgos 1999. p. 150.
[4] Francisco de B. Vizmanos,
Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística,
B.A.C, Madrid 1949, p. 509.
[5] Gregorio De Nisa, Vitae
Sanctae Macrinae. Rutas de luz,
Madrid 1943, p. 358.
[6] Francisco
de B. Vizmanos, Las vírgenes
cristianas de la Iglesia
primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p.
509.
[6] Gregorio De Nisa, Vitae Sanctae Macrinae. Rutas
de luz, Madrid 1943, p. 123-124.
[7] Francisco de B. Vizmanos,
Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística,
B.A.C, Madrid 1949, p. 125.
[8] Francisco de B. Vizmanos,
Las vírgenes cristianas de la
Iglesia primitiva. Estudio histórico y antología patrística,
B.A.C, Madrid 1949, p. 512.
[9] Francisco
de B. Vizmanos, Las vírgenes
cristianas de la Iglesia
primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949,
p.126.
[10] Francisco
de B. Vizmanos, Las vírgenes
cristianas de la Iglesia
primitiva. Estudio histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p.
512-513.
[11] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid
1995, p. 74.
[12] No
se puede decir que San Basilio fundase una Orden en sentido estricto de la
palabra, ni se puede afirmar que todos aquellos monasterios tuviesen un código
legislativo inexorable salido de las manos de Basilio. Fue más bien el conjunto
de normas ascéticas, como núcleo substancial de los diversos estatutos
particulares de cada casa religiosa, el que sirvió de ocasión para el nombre de
basilianos. Tal vez el comienzo de
una tal nomenclatura haya que buscarlo en la contraposición con San Benito,
patriarca de los monjes de Occidente, y en una fórmula de este último, en que
alude a la “Regla de nuestro Padre San Basilio (Regla de San Benito, c. 73, 6).
El Papa Gregorio XIII reunió todos los monasterios italianos y españoles
inspirados en la Regla
de San Basilio en una verdadera Orden basiliana.
[13] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid
1995, p. 75.
[14]Cf. Sira Carrasquer Pedrós, Madres Orientales. (ss. I-VII),
Ediciones Monte Carmelo, Burgos 2003, p. 130.
[15] L.F. Mateo-Seco, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Editorial Ciudad Nueva, Madrid
1995, p. 130.
[16] Cf. Francisco de B. Vizmanos, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva. Estudio
histórico y antología patrística, B.A.C, Madrid 1949, p. 501-502.
[17] Hay
autores que creen que murió en diciembre, pero J. R. Ponchet, en “Fecha de la
elección episcopal de San Basilio”, cree que murió el 19 de julio, fecha en que
coincide su celebración en el Santoral.
[18] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y
ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión
de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.
[19] Cf. Adriana Zierer y Ricardo Da Costa, Vida de Macrina: Santidad, virginidad y
ascetismo femenino cristiano en Asia MAenor del s. IV, Revista de expresión
de estudiantes de Historia y Ciencias Sociales 6 (2001), Mejico.
Santa Macrina no tuvo fraces filosoficas?
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