“Lo
mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”. San Pablo invita
hoy a considerar la realidad de la
Iglesia de la que formamos parte, y verla no como simple
organización humana, sino como realidad espiritual de comunión con el mismo Jesús
y también con los demás hombres. La realidad de nuestra participación en el
cuerpo de Cristo que es la Iglesia ,
la expresamos de modo especial al reunirnos el domingo para celebrar la Eucaristía , que no es
únicamente un acto oficial, un gesto formal de protocolo, sino un momento de
encuentro con Jesús, realmente presente entre nosotros, para llevar a término su
obra de redención.
Cada
uno de los que venimos a la reunión del domingo somos personas libres, cada uno
con su historia, sus circunstancias propias y sus necesidades. La escucha de la Palabra y la participación
al único Pan eucarístico quieren realizar la unidad entre quienes, a pesar de
ser muchos y diferentes, somos un solo cuerpo en Cristo Jesús, que es la Iglesia , en la que hemos
recibido un único bautismo, hemos sido enriquecidos con un mismo Espíritu, y
participamos de un único pan y de un único cáliz. Aunque en la Iglesia , no todos tengamos
la misma función, ni hayamos recibido el mismo carisma, con todo estamos
llamados a trabajar según la vocación recibida para bien de nuestros hermanos.
Las
lecturas de este domingo invitan a considerar de modo especial una de las
características de nuestras reuniones. En efecto, a partir de la experiencia de
Pascua, los creyentes en Jesús se reunen periódicamente para repetir el gesto
del pan y del vino, recibido del Maestro en la noche del Jueves Santo,
inmediatamente antes de la
Pasión. Esta práctica cultual de los cristianos desde sus
comienzos aparece íntimamente enlazada con la lectura y comentario de la Escritura. Ya el
autor de los Hechos de los Apóstoles, al esbozar la primera comunidad de Jerusalén,
afirma que los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los
apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones. Es el esquema más antiguo
de nuestras celebraciones.
La
primera lectura de hoy hablaba de la celebración que tuvo lugar en Jerusalén en
los momentos de restauración a la vuelta del destierro a Babilonia. El pueblo
se reúne para escuchar la lectura de la
Ley , de la
Palabra de Dios contenida en la Escritura. El
sacerdote Esdras, desde un púlpito, leía el texto sagrado y el pueblo,
llorando, expresaba sus sentimientos al recordar la voluntad de Dios y también
sus propias debilidades. La lectura de la Escritura , al decir de los sacerdotes y levitas,
ha de ser motivo de alegría, pues Dios quiere la salvación de su pueblo y el
gozo en el Señor es la fortaleza de su pueblo.
En
esta misma linea va el evangelio de hoy. Jesús participa en una asamblea, en
una reunión del pueblo, en la sinagoga de Nazaret. Hombres, mujeres y niños se
sienten unidos por el deseo de escuchar la lectura del texto sagrado y, sobre
todo, el comentario que iba a pronunciar su compatriota, un maestro que iba
adquiriendo fama por sus enseñanzas y por los signos que realizaba. Jesús
recibe de pie, en signo de veneración, el libro del profeta Isaías y lee: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido, me ha enviado para
dar la Buena Nueva
a los pobres, para anunciar el año de gracia del Señor”. Las palabras del
profeta se refieren al Mesías y a su actividad.
La
lectura de la Escritura
en nuestras celebraciones litúrgicas no es un elemento decorativo y mucho menos
un lujo. Cuando los lectores proclaman la Palabra , es el mismo Espíritu que vivifica
aquellos textos antiguos y, a través de ellos, hace resonar de nuevo la voz de
Dios que nos interpela, que solicita nuestra atención y espera nuestra
respuesta. Conviene tener presente que quien no conoce las Escrituras no conoce
el poder de Dios ni su sabiduría, y de ahí se sigue que ignorar las Escrituras
es ignorar a Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario