¡Oh, rosa sin
espinas!
¡Oh, vaso de elección!
de Ti nació la vida,
por Ti Nos vino Dios.
“Oh Dios, por la concepción inmaculada de la Virgen María
preparaste a tu Hijo una digna morada”. Estas palabras con las que inicia
hoy la oración colecta, permiten entender el significado de la celebración de
este día, en pleno tiempo de Adviento, el tiempo que prepara la Navidad , en la que
conmemoraremos el nacimiento según la carne del Hijo de Dios hecho hombre. En
efecto, Dios ha querido que su Hijo, su Palabra creadora, se hiciese hombre,
que asumiese en plenitud nuestra condición humana para ser igual a nosotros en
todo, excepto en el pecado y poder así salvar a los hombres de su pecado y
restituirles su condición de hijos adoptivos de Dios. Pero si el Hijo de Dios
había de ser también hijo del hombre, necesitaba, como todo hombre, una madre.
Y aquí intervino Dios de modo inefable. Dios Padre preparó para su Hijo una
digna morada en la Virgen
María , la mujer destinada a ser la Madre de la Palabra de Dios hecha
hombre.
La primera lectura ha recordado cómo, al principio, Dios llamó a la vida a
Adán, el primer hombre, en condiciones óptimas para responder a su vocación,
pero el hombre no supo o no quiso responder a la llamada divina. El diálogo de
Dios con Adán y Eva después de la caída, muestra la situación en la que el hombre
vino a encontrarse por su desobediencia. El autor del libro del Génesis
describe al hombre escondiéndose de Dios, consciente de su desnudez, es
decir de haber perdido la comunión que lo ligaba a Dios y también a su misma
compañera. Al serle reprochada su desobediencia, aparece como incapaz de asumir
la responsabilidad de su acto y descarga el peso en la mujer y ésta, a su vez,
en la serpiente.
Pero Dios no deja a la humanidad sumida en el pecado: sino que anuncia al nuevo
Adán, nacido de la estirpe de la mujer, que con su fidelidad reanudará la
relación de la familia humana con Dios, venciendo al pecado y a la muerte. Y
así, en contraste con la vocación frustrada de Adán, el evangelio ofrece la
historia de la vocación de María. Ésta, saludada por el ángel como la «llena de
gracia», es escogida por Dios, recibe el favor divino con toda la apertura con
que una criatura puede acogerlo. María está preparada para la misión a que se
le destina, y al pedírsele su parecer, colabora con generosidad: «Aquí está la
esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». María, concebida sin pecado
y generosa en su disponibilidad total, puede acoger a la Palabra hecha carne y
asegurar así la salvación de toda la familia de los hombres.
Pablo recordaba que antes de la creación del mundo, Dios ha escogido, en la
persona de Jesús, a todos los hombres y mujeres para ser sus hijos, santos e
irreprochables ante él por el amor. Este designio de Dios queda supeditado de
alguna manera a que nosotros lo aceptemos libremente. La estirpe humana,
representada en María, escogida por Dios para ser Madre de su Hijo unigénito,
acepta colaborar con Dios en la obra de la salvación. Al celebrar la solemnidad
de la Concepción
Inmaculada de María, conviene recordar que también hemos sido
escogidos por Dios para tener parte en su proyecto de salvación y se nos ha
dado todo cuanto necesitamos para aceptar esta llamada. Toca a nosotros saber
responder con la misma prontitud y generosidad de María para ser santos e irreprochables
ante él en el amor.
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