21 de julio de 2013

LA AMISTAD EN SAN ELREDO (2ª Parte)


II. DESCRIPCIÓN DE LA TEORÍA DE LOS TRES BESOS
Entre las ventajas de la amistad, tres son principalmente las que predominan: la amistad es, en primer lugar, un remedio al aislamiento o a la soledad; es también un bálsamo incomparable en la vida[1], porque como dice el Apóstol[2], ayuda a llevar con alegría la carga de la vida y permite respaldarse mutuamente los amigos. Y la amistad es, sobre todo, un grado próximo a la perfección, un escalón hacia el amor y el conocimiento de Dios (n. 18), y por así decirlo, un anticipo de lo que un día será la dulzura de la unión espiritual perfecta y plena con Dios.
Amistad espiritual, significa, amistad en el Espíritu Santo. La amistad consiste en pensar y querer lo mismo, conforme a la definición de Cicerón: el consenso sumo en todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y caridad[3]. Es desinteresada; Se opone a lo que provoca sólo el placer y a la que busca sólo la utilidad. Únicamente es posible entre los buenos, ya que sólo el amor a la virtud es desinteresado. Produce espontáneamente beneficios; en primer lugar, hace agradable la vida, más soportables los males y más suaves los bienes. Es fruto a la vez del afecto y de la razón. La plenitud de la amistad es la unión espiritual… coincide con la plenitud de la caridad, y entonces los amigos constituyen con Dios y entre sí un mismo espíritu. La teoría sobre las relaciones entre amistad y el amor de Dios es justamente lo más original del libro de Elredo[4].
La excelencia de la amistad se desprende, sobre todo, de ser la amistad espiritual un camino para subir a la amistad con Dios; la amistad es el peldaño paralelo al de la perfección integrada por el amor y conocimiento de Dios, y de la amistad humana se asciende a la amistad divina. Es el tema central del tratado; y fue, sin duda, la idea que movió a Elredo a escribirlo.
A continuación de estas afirmaciones categóricas, el autor intenta probar cómo la amistad humana es realmente una preparación para la amistad divina, amistad con Cristo.
En un análisis profundo, Elredo expone el paralelismo entre la caridad y la amistad, y manifiesta que, en algún aspecto, ésta supera a aquella. Efectivamente, la caridad puede no ir acompañada del gozo y la alegría que lleva siempre consigo la amistad. La unión de las virtudes exigidas por la amistad: rectitud y suavidad, verdad y gozo, dulzura y comunión de voluntades, sentimiento y acción, permiten al hombre pasar fácilmente a la amistad con Cristo, que es quien hace brotar, quien promueve y perfecciona todas esas virtudes. Por eso el ascenso del amor humano inspirado por Cristo al amor del mismo Cristo es muy fácil.

El texto más elocuente sobre nuestro tema lo encontramos en la doctrina elrediana sobre los tres besos: Los diversos elementos, o los diversos momentos del ósculo, permiten sintetizarlos en tres clases: Existe un beso que es corporal, un beso espiritual y un beso intelectual...[5].
Para precisar la naturaleza de este último fruto -¡tan eminente!- de la amistad espiritual, Elredo se apoya en tres textos bíblicos. Los dos primeros[6] que tienen en común el hecho de situar la unidad del Espíritu como fundamento y horizonte de toda relación de amistad. El tercer texto, tomado del Cantar de los Cantares que me bese con el beso de su boca[7], permite a Elredo trasponer lo que acaba de evocar en término estrictamente ético (la unidad del Espíritu como acuerdo o identidad de dos voluntades) al plano simbólico del beso. Analógicamente, en efecto, existe una similitud entre el intercambio de un beso y la consecución del acuerdo por parte de dos voluntades (o consensus), ya que en uno y otro caso existe mezcla, encuentro, y unión, sea en el beso con dos alientos -y entonces se hablará de beso carnal-; sea en el contexto de relaciones humanas y de amistad, de dos conciencias y entonces se hablará de un beso espiritual.

El beso corporal se da por la impresión de los labios, y se debe dar sólo en determinadas circunstancias que lo hacen legítimo; tales como la reconciliación, la paz y el afecto. De él abusan los malos. (AE, 67).
El beso corporal, obviamente, se da con los labios. Se da y recibe en circunstancias especiales. Es signo de reconciliación entre amigos, de amor entre esposos, de paz en la liturgia, acogida de un huésped, de unidad en la fe católica… Pero también puede ser signo de adulterio y traición[8]. Dado que la amistad comienza en Cristo, Cristo está ya presente en este beso, aunque los amigos no piensen en El ni perciban su presencia.
Los sentidos espirituales nos abren a una rica experiencia interior. De este modo, a partir de la lectura del texto podemos descubrir una doble enseñanza: y es que tenemos dos suertes de sentidos, uno es el corporal y el otro es el espiritual. El beso es la obra del sentido del tacto, ya que los labios se tocan. Así también se toca el alma y el Verbo. Es como la operación de un contacto incorporal y espiritual como dice el texto de 1 Jn 1, 1: lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida.
Mediante el beso, el Creador se une a la criatura. Dios da un beso a la humanidad en Cristo, y a partir del Verbo encarnado, Cristo se hace nuestro Esposo y nos comunica el Espíritu. En la Encarnación, toda la humanidad ha sido invitada a participar de este desposorio[9]. Así podemos decir a partir del texto de Sal 44, 3: Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios[10]. Por ello, el Cantar nos habla de este único amor que sin perder intensidad abarca y abraza a todos los hombres. Este amor es la más alta encarnación del amor de Dios llamado Jesús[11]. Amor que es también el Espíritu Santo en el beso personal entre el Padre y el Hijo.

El beso espiritual consiste en la unión de almas. Como quiera que Cristo es el autor de la amistad, se puede decir con toda verdad que este beso es el beso de Cristo[12].
El beso espiritual, no se da por el contacto de las bocas sino por el afecto de las almas o la fusión de los espíritus y es propio de los amigos. Es precedido y preparado por la acción purificadora del Espíritu Santo. Cristo está presente en este beso, es Él quien besa al amigo con la boca del otro, es Él quien inspira la santísima afección que une a los amigos, se puede hablar por consiguiente de osculum Christi[13].
Fuente es la boca de Cristo de donde brotan palabras de vida eterna. Por ello, Su Palabra sacia la boca sedienta, como el profeta que con su boca atraía al espíritu. Abro mi boca franca y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos[14]. Hay que dar a la boca el agua que sacamos de la fuente a la cual se refiere el Señor diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, Jn 7, 37. Por eso el alma quiere atraer, aproximar hasta sus labios aquella boca que es manantial de vida y exclama: ¡Que me bese con el beso de su boca![15]. Este es el beso que hace manar vida y salvación para todos, beso del cual el Señor no desea privar a nadie.
El alma pide que, por iluminación del Verbo, merezca recibir su beso y luego de haberlo conseguido es adentrada por el pensamiento en los secretos interiores. Así, no solo desea andar por los atrios del bien, sino suspira por las primicias del Espíritu. Su gracia la ha hecho digna de escrutar las profundidades de Dios, e impulsada cada vez por un deseo más ardiente desea aproximarse a aquella boca de la cual mana vida y salvación. La boca del Esposo es fuente y manantial de esos besos, a los que desea aproximarse y ser saciada en plenitud.

El Beso espiritual es el más sublime de los tres; consiste en la unión personal con Cristo, objeto de todos los deseos de las almas buenas[16].
A los dos primeros besos Elredo añade un tercero, y habla del beso intelectual. Semejante calificación no deja de suscitar asombro y curiosidad en el lector. ¿No parece algo inesperado y paradójico semejante acercamiento, ya que se trata de unir lo que existe de más carnal (el intercambio de un beso) con lo más espiritual (la inteligencia)? En el presente contexto no podemos pretender aclarar esa paradoja. Pero podemos sugerir una hipótesis. ¿No se hallará en la conjugación de estos dos términos (beso e intelectual), la trasposición al dominio de la amistad de una fórmula, igualmente paradójica, que utilizó Elredo a propósito de la caridad en el nº 48 del libro III del Espejo?
El alma, acostumbrada al beso espiritual, y no teniendo ninguna duda que toda su dulzura viene de Cristo, suspira por el beso extático o intelectual infundido por la gracia del Espíritu de Dios. Es así como:
Mitigados ya los afectos terrenos y sosegados todos los pensamientos y deseos mundanos, sólo en el beso de Cristo se deleita y en su abrazo descansa, exultando y diciendo: “Su izquierda está bajo mi cabeza y su derecha me abraza”[17].
Notemos, la necesidad de una larga experiencia de la amistad humana; como así también la necesidad de una clara conciencia de que la dulzura de la amistad proviene de Cristo; todo lo cual desemboca en el deseo por una unión más íntima con el mismo Cristo; Quienes llevan en sus entrañas el deseo de Dios nunca se encontrarán saciados. Por ese motivo, se arrebatan y entonces vuelven a ansiar con mayor deseo. Así el deseo del alma será más fuerte que un torrente, puesto que se dirige hacia la inaccesibilidad de la belleza divina. Por esa razón aunque el alma se encuentre unida a Dios declara que no se encuentra satisfecha, ya que cuanto mayor es el gozo, más fuerte será el deseo de ese beso intelectual.
Elredo realiza un esfuerzo para intentar conjugar, en una sola vía ética intermedia -una ética de felicidad- las dos fuentes del obrar humano, la fuente afectiva, de las inclinaciones naturales y la fuente ética del deber

A los ojos de Elredo, la amistad espiritual es el lugar por excelencia donde se mezclan las dulzuras de la afección sensible (el símbolo del beso), con las exigencias éticas de la búsqueda de la santidad (de aquí la calificación de ese beso como intelectual). Para él, la amistad espiritual se presenta como el punto de intersección donde se entrecruzan perfectamente, por una parte, la línea “ética” de una exigencia universal de amar a todos los hermanos, y por otra la línea “afectiva” de las inclinaciones o preferencias naturales. Ese es el privilegio especial (nº 18) de que goza la amistad espiritual: en ella -escribe Elredo-, se halla a la vez la honestidad y el encanto, la verdad y el gusto, la dulzura y la voluntad deliberada, la afección y la acción (nº 20).
La doctrina elrediana de los tres besos presenta un itinerario del alma en su maduración y crecimiento. Un itinerario que va de Cristo a Cristo. Y el paso a un beso superior no implica el abandono del beso precedente sino un enriquecimiento del mismo.
En síntesis, la amistad es un nombre de Dios, que cubre el cielo y la tierra. Los verdaderos y santos amigos son como un resplandor de la amistad con Dios, el Amigo por excelencia.
Toda santa amistad nos debe llevar a la íntima unión con Dios, fuente de todo bien. Toda amistad para serlo realmente debe alimentarse de la Verdad, del Bien y la Belleza. Pidamos, por lo tanto, a la Virgen María, por su intercesión, ya que nos dio, antes que nada, al Primus Amicus -Primer Amigo- Jesucristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
Estos son los besos que Cristo ofreció a la Iglesia cuando en su venida, presente en la carne, le anunció palabras de fe, de amor y de paz, según había prometido y había dicho Isaías[18], cuando fue enviado por delante a la Esposa: no un embajador ni un ángel, sino el mismo Señor quien nos salvará.
 Hna. Florinda Panizo


[1] Ecl. 6, 9.
[2] 6, 2.
[3] De amicitia 20. Para la dependencia de Elredo respecto a Cicerón, cf. J. Dubois, Aelred.
[4] Cf. Referencias en M. Siguán soler, La psicología.
[5] AE, II, 24.
[6] Hch 4, 32; 1 Co 6, 17
[7] Cant 1,1
[8] AE, II, 24-25.
[9] Juan Esquerda Bifet, Hemos conocido el amor, Editorial BAC, Madrid 1987, p. 28.
[10] Íbidem.
[11] Luis Alonso Schökel, El Cantar de los Cantares, Editorial Verbo Divino, Navarra 2002 p. 8.
[12] AE, 69).
[13] AE, II, 26.
[14] Sal. 119, 131.
[15] Cant 1, 1.
[16] AE, 70.
[17] Cf. CC 2, 6; 8, 3; Prv 4, 8; AE, 2, 27.
[18] Cf. Is 33, 22.

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