14 de enero de 2013

LA FUENTE DE ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA EN CASIANO

 1.   Distinguir entre la vida práctica y la vida contemplativa

Casiano escribió con idea de que su texto fuera un guía espiritual. Las dos obras: Instituciones y Conferencias, corresponden a la división entre vida práctica y vida contemplativa. Estas dos obras van dirigidas a todos los monjes, cenobitas y eremitas. Casiano se interesaba, sobre todo, por la vida interior, por el hombre interior y esto vale para ambas formas de vida monástica.
Los nombres que Casiano da a Jacob e Israel: Jacob, representa a la persona que lucha contra los vicios para obtener la virtud práctica; Israel, representa la vida contemplativa. Es la misma persona con dos nombres. Cuando Jacob realiza un progreso, recibe el nombre de Israel. Estos nombres se remiten a Filón de Alejandría. Jacob es el suplantador, el que lucha contra los vicios para alcanzar las virtudes (se dice que el origen de este nombre fue, porque Jacob nació cogiendo el talón de Esaú, que representa el vicio; ya desde el principio, nació luchando contra el vicio)
Israel (el que ve a Dios), vida contemplativa. En la lucha contra el vicio tiene como premio de victoria la contemplación.
Jacob e Israel, dos puntos de la vida espiritual. Estas ideas también las encontramos en la tradición filosófica. Ascesis (askesis), ejercicios que realizan los atletas para lograr el premio en la competición. La palabra tiene un sentido muy positivo. Estas palabras ya sobre el siglo IV a. de C. se usaban en sentido espiritual. Lucha contra los razonamientos. Razonamiento, logismoi[1]. Casiano traduce esta palabra con la palabra Cogitaciones, pensamientos. Estos pensamientos son los ocho vicios principales.
Para Casiano esta descripción de las dos fases de la vida espiritual, es muy importante porque todo lo que enseña, parte de estas dos fases entre vida práctica y vida contemplativa.
La diferencia entre la vida práctica y la vida contemplativa: viene de Filón y también lo encontramos en Orígenes Homilía 27, 6, sobre el libro de los Números. Para salir de Egipto, que representa el cuerpo humano como sede de las pasiones, se necesita la mano de Moisés y también la de Aarón. Moisés, representa la ciencia de la ley; Aarón, representa la pericia en sacrificar e inmolar a Dios, fruto de las obras con las que se complace a Dios. En las manos debemos ver las obras.
Para salir de Egipto se necesitan las dos manos para tener la perfección de la ciencia y la perfección de las obras. Pero estas dos manos son una sola mano, y todo es cumplimiento de perfección. El autor usa “la mano” de Moisés o de Aarón y lo hace en singular, es una figura retórica de la antigüedad. Él, pretende usar el singular para que veamos que la vida práctica y la vida contemplativa van juntas.
No se puede gozar de la vida contemplativa sin progresar en la vida práctica. En la Conferencia 14, Casiano explica la diferencia entre la vida práctica y la vida contemplativa. Si uno quiere alcanzar la vida contemplativa deberá dedicarse con empeño a la vida activa. Con todo empeño, la idea es la de los ejercicios espirituales, que son parte fundamental en la vida práctica. Antes ya de Casiano se traduce el concepto griego de ascesis.
La ciencia activa se funda en dos principios, conocer bien la naturaleza de los vicios y el modo de subsanarlos; conocer el orden de las virtudes y que la mente no esté sometida a una violenta impetuosidad, sino reposada en un bien que lleva a lograr las virtudes. ¿Cómo alcanzar las virtudes y conocer los misterios de las cosas espirituales si no se comprende antes la naturaleza de los vicios y no se ha preocupado de extirparlos?
Los últimos ocho libros de las Instituciones: ocho vicios (es diferente a los siete vicios capitales). Esta idea de luchar contra los pensamientos, se encuentra en el texto de Mt 15,19. Casiano lo cita en las Instituciones 6, 2; y también encontramos estos pensamientos en la vida de Antonio. ¿Por qué ocho? A partir de Evagrio, son ocho los vicios que hacen la guerra al monje. Egipto es el primer vicio del que ya nos hemos librado, los otros siete vienen representados por los siete pueblos que lucharon contra Israel en el desierto. Lucas 11,24, habla del espíritu malo que vuelve al alma acompañado de otros siete.
En el quinto libro de las Instituciones, lucha contra la gula, es también una introducción a la vida práctica, y contiene unas indicaciones más generales. Tres etapas: investigar la naturaleza de los vicios, luego sus causas y en seguida, cuidados y remedios contra los vicios. Aquí cita a Antonio y su intención cenobítica. Quiere usar esta idea de Antonio como abeja prudente. No deberá recordar el ejemplo sólo de uno para adquirir virtudes. Un monje, se distingue por la virtud de la sencillez, el otro se distingue por su misericordia, el otro por su continencia. El que quiera llegar a la vida espiritual deberá portarse como una abeja prudente y elegir entre quien tiene tal virtud de una forma segura.
Subraya Casiano la moderación de los alimentos. En la tradición filosófica encontramos lo de los ejercicios espirituales, porque la tradición filosófica era un estilo de vida. Casiano dice, que el vientre llenado de alimentos, alimenta la lujuria. El objeto de la moderación es mantener la capacidad de discernimiento. El comer mucho, embota la mente e impide el discernimiento, comer sólo por necesidad. La debilidad del cuerpo consigue la victoria de la continencia.
Casiano introduce en occidente la corriente culturalizante de Evagrio sobre la vida monástica, aunque en forma un tanto desordenada. Por eso, su doctrina ascético-mística descansa en una antropología muy evagriana: el hombre es su propia alma. La oposición alma/carne debe considerarse desde un ángulo más profundo, dividiendo la actividad humana en dos campos bien definidos: la vida práctica o activa[2], en la que predomina el combate contra el mal de las pasiones, y la vida contemplativa, el ámbito de la apatheia, del ocio y de la tranquilidad espiritual, plataforma humana de la contemplación (theoría)[3]. El desorden de los tres estados de alma entre si: carnal, animal, y espiritual. La prevalencia de lo carnal o de lo animal sobre lo espiritual es el origen del cuerpo del pecado[4]; porque en estos dos estados inferiores del alma radican los ocho vicios capitales.
Se precisa una ascesis bien atinada[5] para restablecer el orden y dar preeminencia a lo que el hombre es, lo racional[6]. De aquí, el sentido de la vida monástica como combate[7], de hecho una psicomaquia; y a su vez medio para descubrir la naturaleza del alma racional, corazón puro[8], capacidad de amor[9], de oración íntima[10] y de la sabiduría. De este modo progresará en el conocimiento y en la asimilación del misterio de la Palabra de Dios[11]. La expresión vital de esta vida transformada ya en contemplación[12], se traduce en el recuerdo continuo de Dios[13].

Sin la santidad no se puede alcanzar el fin. Debemos poner la finalidad en la pureza de corazón para llegar al fin, el Reino de Dios, la “vida contemplativa”. Eliminar los vicios y adquirir las virtudes, es la finalidad y fin de la vida contemplativa. Contemplar el Reino de Dios, viene de Lc 17, 20-21, y dice que, el Reino de Dios está nosotros. Y para Evagrio y Casiano, el Reino de Dios, se identifica con la vida contemplativa, el desarrollo pleno de la vida espiritual en nosotros. No se puede gozar de la vida contemplativa sin el trabajo previo de eliminar los vicios y adquirir las virtudes.
Debemos ofrecer un corazón perfecto, custodiarlo y mantenerlo lejos de cualquier contaminación. Las virtudes secundarias (el ayuno, vigilias) son necesarias para llegar a la pureza de corazón a la caridad. A diferencia del amor pasional y egoísta, la caridad (ágape) es un amor de benevolencia que quiere el bien ajeno. Su fuente está en Dios que fue el primero en amar[14].
Vida contemplativa: Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios[15]. Este principio evangélico, nuestros monjes lo llevaron hasta las últimas consecuencias. La experiencia les confirmaba que cuanto más purificada está el alma, más ve y posee a Dios, más anticipa la visión celeste por la contemplación. Esta es y no otra la razón última de toda la disciplina monástica ut divinis rebus ac Deo mens semper inhaereat[16]. Ideal que une un concepto muy elevado de la divinidad, con la posibilidad de una divinización del hombre.
El intelectual no es tal mientras le dominan las pasiones, pues para ver claro es menester recobrar la naturaleza, la salud del espíritu. Entonces podrá percibir las realidades; mientras tanto sólo balbuceará meras palabras y conceptos abstractos. La verdadera gnosis de los Padres, es una percepción directa, una experiencia[17].
Aquí radica la necesidad de purificación, para llegar a la contemplación. El mundo moral, realidad más cierta e interesante que el mundo físico, es una participación del ser Supremo: Dios, su Verbo, Su Espíritu. El hombre participa de El, no tanto por su esse, cuanto por su bene esse. Echando mano de la expresión bíblica que hace del hombre la imagen y semejanza divina, se nos dirá que el alma es imagen de Dios por su cualidad espiritual, libre e inmortal; y semejante a El por la bondad de sus acciones Por el pecado han quedado ambas debilitadas y obscurecidas, no suprimidas, y desde entonces el espíritu humano está dividido en sí mismo y sometido a la esclavitud de los sentidos y realidades exteriores. Cristo, imagen perfecta y personal de Dios, se ha hecho semejante al hombre, y le ofrece, con su sangre, la renovación de su naturaleza espiritual. Siguiéndole, el hombre recobra su verdadera naturaleza, por la contemplación o conocimiento amoroso de Dios[18].
Con esto, Casiano abre al monje de par en par, las puertas de la más pura mística evangélica. Semejante a Dios, el monje tiende con todas sus fuerzas a la divinización, es decir, a un intercambio de amor con Dios; su amor, su celo, su deseo, sus trabajos, sus pensares, toda su vida respira Dios. Exactamente lo que pidió para nosotros el Salvador: para que el amor con que Tú, Padre, me has amado esté en ellos y ellos en nosotros[19]. Una intimidad donde han desaparecido el temor del esclavo y el interés del mercenario, sólo abundan los sentimientos de hijo a padre, de hermano a hermano, de amigo a amigo, de esposo a esposa[20].
Los canales que encauzan este torrente de vida divina, los resume en dos: la inteligencia espiritual de la Escritura y la oración. La inteligencia de la Biblia, es el verdadero alimento del hombre interior, es decir, del contemplativo. Es un vasto campo en el que cada uno cosecha en proporción a su trabajo[21].
Todo tiene valor en la profundidad del alma, cuando ya no hay vicios, se funda el Reino de Dios, este Reino que está dentro de nosotros[22]. Depende en parte de nosotros la calidad de pensamientos, y por esto es necesario practicar la lectura frecuente y la meditación continuada de las Escrituras para que nuestra memoria pueda llegar a la elevación espiritual.

2. ¿Cuál es el papel de las Escrituras y cómo conviene explicarle?

No es una exageración decir que la espiritualidad monástica es eminentemente una experiencia religiosa, que nace del encuentro con la Palabra de Dios. Además de la lectura o la audición, el monje se dedicaba a la meditación de la Palabra de Dios, que no es un mero ejercicio mental o discursivo, sino una compleja operación que va desde la lectura, memorización, la intelección plena del sentido y el cumplimiento del contenido, la praxis cristiana. Para ello, el monje tenía tiempo disponible, porque esa tarea era lo principal de la jornada.
Anacoretas y cenobitas buscaron y hallaron en la Sagrada Biblia modelos y ejemplos que imitar y reproducir en sus propias vidas. Se diría que no le bastaban los dechados -los grandes héroes de los desiertos cristianos- salidos de sus mismas filas. Sentían la necesidad de referirse siempre a “la autoridad de las Escrituras”[23]. Su Regla, era la Palabra de Dios; sus modelos tenía que proponérselos también la Palabra de Dios. Y cuando escribían la semblanza de algún monje distinguido por sus virtudes y milagros, se esforzaban en poner de relieve que toda su vida se había desarrollado de acuerdo con los arquetipos de la Escritura.
El objetivo de la vida del monje, tal como lo ha expresado Casiano, es la oración continua, que él describe como una atención constante a la presencia de Dios, que se realiza a través de la pureza de corazón. A esta se llega, no a través de tal o cual observancia, tampoco a través de la lectura o la meditación de la Escritura, sino dejándose transformar por ella.
Por eso, el contacto con la Palabra de Dios, es el punto de partida de un diálogo con Dios, que se establece y se prosigue en la medida en que el monje ha alcanzado una cierta pureza de corazón, una simplicidad de corazón y de intención, y también en la medida en que ha puesto en práctica los medios para llegar a esta pureza de corazón y para mantenerla. Ese diálogo, en el curso del cual la Palabra interpela sin cesar al monje a la conversión, mantiene esa atención continua a Dios que los Padres consideran como una oración continua y que es el objetivo de su vida.
La clave de las obras de Casiano hay que buscarla en el uso frecuente de la Escritura[24] aplicada en un marcado trasfondo estoico[25] asimilado en el sistema evagriano, que asume. La Biblia es el libro y el material de lectura por excelencia, que alimenta y suscita la oración[26]. Se destaca entre sus conferencias la 14, protagonizada por el abad Nesteros, acerca de la ciencia espiritual. Aquí Casiano ofrece un mensaje que clarifica y define la hermenéutica bíblica tal y como se practicaba en el desierto en función del progreso espiritual del monje.
El único libro que recomienda Casiano y ¡con qué insistencia!, es el libro por excelencia, la Biblia. La Escritura es, según él, el alimento de la vida monástica, el instrumento necesario para la formación del monje, a quien debe acompañar a lo largo de todo su itinerario espiritual; constituye el medio por excelencia y absolutamente indispensable en orden a llegar al fin que el monje persigue: la pureza de corazón y, a través de ella, el Reino de los cielos[27].
Casiano desea que el monje tenga continuamente ocupado el espíritu con algún texto sagrado, bien se halle en el trabajo, refectorio o en la celda. Recordemos la comparación del molino; nuestro espíritu está siempre bajo el impulso torrencial de pensamientos y tentaciones. Que el monje se ocupe en la meditación de la Escritura y sus pensamientos serán espirituales. No basta una lectura superficial. Casiano, como sus antecesores, pide la ruminatio, un triturar lenta y sabrosamente cada frase y palabra revelada, para percibir con el paladar de la fe, todo su rico contenido y fortalecerse para la lucha[28].
Así, el papel de la Sagradas Escrituras es que va educando al monje, que se aplica con sencillez a la práctica de sus enseñanzas. La misma vida de ascesis y trabajo en que vive, es un medio excelente para penetrar su sentido. No basta la especulación intelectual; porque una cosa es tener facilidad de palabra y otra penetrar hasta la sustancia escondida de estas Palabras celestes, y contemplar la profundidad del misterio con un corazón purificado; esto supera las posibilidades de cualquier enseñanza o ciencia humana[29], fruto del esfuerzo ascético, esta ciencia de la Escrituras es asimismo su alimento. Si al tratar los vicios Casiano se entretiene en catalogarlos, con las virtudes se olvida -voluntariamente- de hacerlo. El encargado de conducir al alma por este camino es el mismo Dios que habla por su Palabra, a cada uno según su vocación y el esfuerzo que realiza para vaciarse de sí mismo y aceptar su mensaje.
¿Y cómo leer, explicar las Escrituras? Apropiándose y haciendo tan suyas sus frases, que lleguen a ser la expresión de su propia vida: Vivificado con este alimento, el monje se penetra de tal modo de todos los sentimientos de los salmos, que llega a recitarlos no como palabras del profeta, sino como si él mismo fuera su autor, como una oración personal[30].
Esta lectura-oración del Antiguo y del Nuevo Testamento, revela y entrena al cristiano en la plenitud de la ley. El Evangelio no es la corrección de un primer ensayo de Dios sobre el hombre, es su perfección, la Nueva Ley no rectifica, sino que completa. Más que ley es gracia, a la que todos son llamados y sólo los esforzados la alcanzan: es la medida de la plenitud de Cristo[31]. El ideal evangélico es, pues, un ideal de generosidad.
La ciencia contemplativa se nutre sobre todo con la interpretación de las Escrituras, y nos enseña a interpretarlas en sentido alegórico[32].

En su Conferencia 14, Casiano, un excelente transmisor de la espiritualidad del desierto egipcio en el que ha vivido durante muchos años, en la misma época que Evagrio, distingue dos formas de ciencia: la práctica y la teorética, siendo esta última la contemplación de las cosas divinas y el conocimiento de los significados más sagrados. A esta teorética o contemplación de las cosas divinas, la llama también ciencia verdadera de las Escrituras, y la divide en dos partes, la interpretación histórica y la inteligencia espiritual. Una y otra pertenecen a la contemplación. Dice Casiano: …Si quieres llegar a alcanzar la ciencia verdadera de las Escrituras, a fijarte, en primer lugar, de una manera estable, en la humildad de corazón. Esta te conducirá no a la ciencia que hincha, sino a la que ilumina por la consumación de la caridad[33]. Entonces, lo que hace que el estudio de la Escritura sea o no una actividad contemplativa, no es el método de lectura o de interpretación utilizado, sino la actitud del corazón.
En la Conferencia 14, 8, la vida contemplativa se divide en dos partes: interpretación histórica y la inteligencia espiritual. Tres tipos de ciencia espiritual: tropología, alegoría y anagogía. Tres sentidos que pueden darse a la Escritura: sentido literario, sentido moral, y sentido doctrinal[34]. La ciencia espiritual para Casiano, a su vez, comprende tres géneros: tropología, alegoría y anagogía. Tropología, explicación moral, cuyo fin es la enmienda de la vida y la enseñanza práctica. Alegoría, el texto dice una cosa pero el sentido verdadero es otro, está entre renglones, subyacente. Por cuanto se habla de cosas que prefiguran otro misterio. Una forma era buscar la etimología del nombre o del sustantivo, otra regla interpretar las Escrituras, con las Escrituras, (si vemos una palabra y luego en otro texto vemos otra parecida o un texto parecido, podemos conectar estos textos y encontrar el significado)[35]. Idea fundamental: Las Escrituras son un texto en clave y una parte de los significados importante están más ocultos, Ellas son para nosotros, y deben tener un significado para nosotros, y que sea útil (2 Tim 3, 16). Anagogía, partiendo de los misterios espirituales asciende a los secretos del cielo, más augustos y sublimes. Todo lo que tiene que ver con la bienaventuranza del cielo, es la anagogía.
            La figura de Jerusalén se puede interpretar en cuatro niveles: histórico, (la Jerusalén alegórica) es la Jerusalén espiritual y también la Iglesia; Jerusalén de allá arriba, la del futuro, la escatología (sentido anagógico), Jerusalén como figura de nuestra alma (sentido tropológico).
            Muchos textos, no todos, podrían conllevar cuatro interpretaciones diferentes para encontrar el alimento del alma en las Sagradas Escrituras. Casiano nos da otros ejercicios de interpretación espiritual, pues el fin es llenar la mente con una interpretación espiritual. En la Conferencia 14, hay otro texto que expresa la idea de la interpretación espiritual, querubín, que significa plenitud de la ciencia. La interpretación de las Escrituras nos ayuda en nuestra vida práctica. Cubren sin cesar el propiciatorio de Dios[36], o sea la tranquilidad de tu corazón, guareciéndola contra los ataques de los espíritus del mal[37].

3. El concepto de apatheia según Casiano.

La vida de los ascetas del desierto fue una continua soledad y vigilancia y una constante búsqueda de Dios, para conseguir de este modo, un gran conocimiento de la persona humana y encontrar el verdadero rostro de Dios. Ammas y Abbas se fueron a la soledad del desierto para disponer el corazón para el encuentro con Dios; para lograr la apatheia, la paz del corazón o -como dice Casiano- la pureza del corazón.
Luchar contra los demonios y sus logismoi constituye la parte negativa del combate espiritual; la aparte positiva consiste en la adquisición y práctica de las virtudes. Los monjes -es éste un rasgo muy característico de su espiritualidad- practicaron el ascetismo con gran optimismo, pues tenían una fe muy profunda tanto en la gracia de Dios como en el poder de la voluntad humana que también es obra de Dios.
Habiendo escalado la cumbre de la purificación e iluminación, penetraron en un mundo nuevo, empezaban a vivir una vida nueva, semejante a la de Adán antes del pecado. Esta vida se caracteriza sobre todo por la apatheia, vocablo polivalente, que en otros autores significa el absoluto dominio de las pasiones. Casiano prefiere la expresión pureza de corazón[38], y la gnosis (theoría, scientia, spiritualis), conocimiento de Dios y de su misterio diferente del de la simple fe.
El tratado de espiritualidad que constituyen las Conferencias de Casiano se abre, con la pureza de corazón, que es el objetivo del monje aquí abajo. No es aún la visión de Dios, que está reservada al mundo futuro, pero ya es unión con Dios, puesto que es sinónimo de santidad, de caridad, de contemplación. Podríamos decir que la pureza de corazón es, de manera dispositiva, lo que estas últimas palabras son de manera perfectiva. El corazón puro está atento para quitar todos los obstáculos capaces de entenebrecer la morada interior donde Dios quiere habitar. En sus dos obras, Casiano se refiere constantemente a las pasiones que infestan el alma y la turban, tornándola inepta para el amor y la contemplación de Dios. La pureza de corazón es el estado de un alma liberada de sus pasiones, disponible para escuchar las sugerencias  del Espíritu Santo; ella no ve a Dios, pero como un lago de superficie tranquila, puede reflejar la belleza de Dios, que puede realmente devenir su imagen.
Para Casiano la oración no sólo no está agitada por mirada alguna o visión de imágenes, sino ni siquiera por voz o palabra alguna: se profiere por la inflamada intención de la mente por medio de un inefable transporte de corazón y por una inexplicable velocidad del espíritu. Oración altísima, elevada a Dios por el alma con gemidos inenarrables y suspiros. Estado altísimo de contacto con Dios justificado sólo por la cima de perfección alcanzada por el alma en su larga ascensión: respuesta de Dios a la generosidad de quien, con corazón puro, lo ha buscado y alcanzado[39].
Los monjes saben que el camino espiritual comienza con el esfuerzo de la persona por reconocer la propia verdad, por nombrar y aceptar los propios límites y asumir e integrar las propias sombras. Esto sólo es posible permaneciendo consigo mismo, evitando toda tentación a la evasión, la distracción y enfrentando los movimientos interiores, los pensamientos y los sentimientos, las tentaciones o los demonios, como ellos los llamaban.
Avanzar hacia la paz del corazón sólo es posible pasando por la propia verdad y entonces la verdad os hará libres[40]. La persona que busca la paz del corazón debe luchar con los pensamientos, no contra ellos. No se trata de reprimir, ni de ocultar lo que hay en mi, se trata de reconocerlo, aceptarlo y asumirlo para integrar y transformarlo. Solo aceptando e integrando mis sombras podré ser entero y yo mismo. La ascesis de los monjes consistía en reconocer y luchar con los pensamientos, los vicios, o los demonios.
En la primera conferencia, Casiano trata de explicar de una forma más evidente, lo que él llama el objetivo de apatheia y el fin, la finalidad de la vida espiritual. No se puede alcanzar el fin que es la contemplación sin apuntar, sin dirigirnos al objetivo. La distinción entre el objetivo y el fin es fundamental para que podamos entender el camino de la vida espiritual. En la primera conferencia cap. 4-5, él nos dice: por lo que significa al fin habéis contestado de una forma muy inteligente, y tenéis que conocer ante todo cuál tiene que ser nuestro objetivo, es decir, nuestro destino. Cuando se adhiere sin cesar a ésta, nosotros podemos alcanzar el fin, y por lo tanto el final de nuestro camino es el Reino de Dios. Tenemos por lo tanto que indagar bien para ver que es lo que conlleva esta dirección, este camino. Que si por nuestra parte esto no nos queda muy claro, entonces nuestros esfuerzos serán totalmente vanos e inútiles. Y continúa diciendo: El fin último de nuestra profesión es el Reino de Dios, o Reino de los cielos[41]. La dirección, el objetivo, es la pureza de corazón y sin la pureza es imposible alcanzar ese fin.
Apatheia, es un concepto muy importante para Casiano y para sus predecesores. No debes esperar que tu paciencia derive de la virtud de los demás. Ésta se formará gracias a la gracia, a tu humildad y a tu generosidad, depende de tu libre albedrío. La virtud no depende de los demás, nuestra virtud es una cualidad de nuestra alma.
El principio de nuestra sabiduría es el temor de Dios del cual deriva la compunción del corazón y de aquí nace la renuncia y la humildad, de ésta nace la mortificación de la voluntad propia, y esto lleva a extirpar los vicios y así nacen las virtudes: pureza del corazón, perfección que es algo propio de la caridad apostólica. La pureza de corazón[42]. Evagrio ya usó este versículo para describir la vida espiritual: “Bienaventurados los limpios de corazón, (vida activa, lucha contra los vicios), porque ellos verán a Dios” (vida contemplativa). Limpios de corazón para Evagrio era el equivalente de apatheia.
Es necesario que sólo los perfectos, ya purificados tiendan a la vida eremítica. Los vicios que no se corrigen, se llevan a la soledad y la soledad en quienes no se han corregido, mantiene y agrava los vicios. El cenobio es el lugar más adecuado para corregir los vicios, donde se presentan las ocasiones favorables para encarar, reconocer.
Quienes van en busca de la perfección, no es suficiente alejarse de los hombres, hay que saber adquirir la paciencia para reprimir la ira, incluso con los objetos. Germán en la Conferencia 19, pregunta qué deben hacer los que dejan el cenobio demasiado pronto: Encontrar oportunidades para identificar y eliminar los vicios. También en el desierto hay ocasiones que provocan la cólera y se puede así reconocer los vicios si prestamos atención a los impulsos de nuestra alma.
El fin de la paciencia no es sólo airarse (enfadarse, irritarse) por una justa causa, si no, no airarse. La medicina perfecta es estar convencidos de que no se nos permite airarnos de ninguna manera, ni por causa justa, ni por causa injusta. Y así nuestra alma podrá ser templo del Espíritu. Para Casiano, es importante reconocer la cólera. La cólera no puede ser nunca el motivo de nuestro comportamiento, porque ella excluye la razón.
Casiano distingue la finalidad y el fin de la vida espiritual. La finalidad: la apatheia, el fin, la vida eterna, o bien, el Reino de Dios. Debe ser evitado todo lo que perturbe nuestro corazón, y poner la finalidad en la pureza de corazón para llegar al fin.
Sor Florinda Panizo
Casarrubios del Monte (Toledo)

4. Bibliografía

Casiano Juan, Instituciones, Ediciones Rialp, Madrid 1957.
Casiano Juan, Instituciones Cenobíticas, Ediciones Monte Casino, Zamora 2000.
Casiano Juan, Colaciones, Tomo I, Ediciones, Rialp,  Madrid 1958.
Casiano Juan, Colaciones, Tomo II, Ediciones, Rialp, Madrid 1958.
De La Torre, Juan María, Literatura cristiana antigua, entornos y contenidos V, Ediciones Monte Casino, Zamora 2009
De Pablo Maroto, Daniel, Historia de la espiritualidad cristiana, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1990.
Colombás García M., La Tradición Benedictina Tomo I, Ediciones Monte Casino, Zamora 1989.
Colombás García M., La Biblia en la espiritualidad del monacato primitivo, Yermo (1963) 3-20.
Colombás García M., La Biblia en la espiritualidad del monacato primitivo, Yermo (1964) 113-129.
Laporte Jean, Los Padres de la Iglesia, Ediciones San Pablo, Madrid 2004.
Masoliver Alejandro, Historia del monacato cristiano, Ediciones Encuentro, Madrid 1994.
Pierre, Miquel, Vida activa y vida contemplativa, Cuadernos Monásticos (1985) 258-259.
Quirós, Aurelio, Casiano Doctor Monástico, Cistercium 90 (1964) 7-17
Un Monje De San Isidro,  La contemplación según Juan Casiano, Cistercium 109 (1967) 15-31.


[1] Los logismoi (término griego), esto es, los pensamientos, los impulsos, las pasiones, los vicios -tales son las principales acepciones que puede revestir este término, que tantas veces aparece en la literatura monástica antigua-, constituyen, una hueste al mismo tiempo doméstica y enemiga, con la que el monje debe luchar a brazo partido. Dada su importancia, los logismoi ocuparon, más que cualquier otra cosa, a los monjes antiguos, muy particularmente a los “psicólogos del desierto”, como Evagrio Póntico, Macario y Casiano, por no citar sino a los principales.
[2] Col. 14, 1.
[3] J.-CL. FREDOUILLE, Vie active et vie contemplative selon Jean Cassien. Les antécédents philosophiques, en Jean Cassien entre l’orient et l’occident, 148-167; C. M. CHIN, Prayer and Otium in Cassian’s Institutes, en StP 35, 2001, 25-29; Col. 14, 1.
[4] Col. 24, 16.
[5] Col. 8, 25.
[6] Col. 24,15.
[7] Col. 13, 13.
[8] Col. 1, 7.
[9] Íbidem.
[10] Col. 9, 10.
[11] Col. 14, 10. 17.
[12] Col. 14, 3.
[13] Col. 2, 3.
[14] 1 Co 13; 1 Jn 4, 19.
[15] Mt 5, 8
[16] M. Olphe-Galliard: La Pureté de coeur d’apres Cassien” en RevAscMyst. XVII (1936) p. 60.
[17] Col. 1, 8.                                                                                                                    
[18] Col. 1, 14; 8, 25; 5, 6, 23; 11, 7.
[19] Jn 17, 26, 21; Col. 10, 7.
[20] Col. 11, 13.
[21] Col. 8, 3.
[22] Lc 17, 20-21.
[23] Inst. 2, 5; Col. 18, 4-5.
[24] O. Chadwick, Cassianus, Johannes, en TRE 7, 1971, 652; Id, John Cassian, Cambridge 1988, 101 ss.
[25] M. L. Colish, o. c. 114-122.
[26] Ch. Kannengiesser, Handbook of Patristic Exegesis, Volume two, 1272-1276.
[27] Col. 1, 3, 4 y 7.
[28] Col 1, 18; Inst. 6, 4.
[29] Col. 14, 9, 7; Inst. 5, 34.
[30] Col. 10, 11.
[31] Col. 8, 24; 21, 5.
[32] Orígenes fue el primero en intentar comentar casi todos los libros de la Biblia con este sentido alegórico que se remonta a Homero en la literatura griega. Los niños estudiaban sus libros, filósofos del siglo V o un poco antes, criticaron a Homero porque hay ideas y hace atributos a los dioses que no son convenientes ni buenos ejemplos para enseñar a los niños. Los defensores de Homero, dijeron que había un sentido subyacente entre renglones, y este sentido es el sentido filosófico, porque Homero era un filósofo. Orígenes dice, que Pablo es el que nos dio la clave correcta para interpretar las Escrituras, porque él, varias veces interpretó las Escrituras; y dice que sus explicaciones eran alegóricas y por eso, la palabra del texto representa, dice algo más.
[33] Cf. Col. 14, 10; 1 Co 8, 1.
[34] Para Orígenes sólo valen el sentido moral y el sentido doctrinal.
[35] Ejemplo: Sal 136. 8, feliz quien agarre y estrelle contra la roca a tus pequeños. Los pequeños (los niños), son el principio de los pensamientos, y la roca es Cristo, Cf. 1 Co 10,4.
[36] Is 11, 1.
[37] Col. 14, 10.
[38] Casiano pone gran cuidado en evitar el término apatheia, por el uso que hacían de él los pelagianos. Lo traduce por “inmutable tranquilidad del alma”. Cf. M. OLPHE-GALLIARD, Casien (Jean), en “Dictionnaire de Spiritualité, t. 2, Col. 247-249; G. BARDY, Apatheia, ibíd., t. 1, Col. 727-746.
[39] Casiano, citado en: Ermanno Ancilli, Diccionario de Espiritualidad, Tomo I, 1987, p. 347.
[40] Jn 8, 32.
[41] Col. 1, 4.
[42] Mt 5, 8.

31 de diciembre de 2012

ORACIÓN PARA FINALIZAR E INICIAR EL AÑO

 
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de TI.
 
Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto
fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que
pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos
y lo que con ellas pude construir.
 
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo,
el dolor y la alegría.
 
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado,
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.
 
También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente te pido perdón.
 

En los próximos días iniciaremos un nuevo año
y detengo mi vida ante el nuevo calendario
aún sin estrenar y te presento estos días
que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
 

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
 

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno
de comprensión y paz.
 

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios
a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
 

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones
y las derrame a mi paso.
 

Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí
encuentren en mi vida un poquito de TI.
 

Danos un año feliz y enséñanos
a compartir la felicidad.

 

28 de diciembre de 2012

LAS COLACIONES JUAN CASIANO

 http://www.meditacioncristiana.net/sites/default/files/Conferencias%20IX%20y%20X%20de%20Juan%20Casiano%20sobre%20oración.pdf

INTRODUCCIÓN 

            Nacido en el año 360 en la ciudad de Dobrudja, en la desembocadura del Danubio, de nacionalidad escita. De familia poderosa, terminó siendo aún muy joven sus estudios clásicos. Junto con su amigo Germán, al cual se sentía muy unido, se embarcó en un viaje hacia Oriente, interesándose sobre todo en el testimonio cristiano que daban los monjes que poblaban esos lugares.

            Se detuvo en Palestina por unos dos años, en un monasterio de Belén. No consta, sin embargo, que haya conocido personalmente a Jerónimo. Aparentemente, lo conoció y lo estimó sólo por sus escritos. Después de dos años, Casiano y Germán se dirigieron a los desiertos de Egipto, en particular a Escete y a Nitria. Volvieron ocho años después y nuevamente partieron por tres años más.

            En el 399 se dirigieron a Constantinopla, debiendo huir de Egipto a causa de su "origenismo." Casiano fue admirador y partidario de Orígenes, particularmente en lo que se refiere a su exégesis escriturística. Mantuvo, sin embargo, una posición equilibrada y evitó seguirlo en ciertos aspectos más dudosos y menos ortodoxos. En Constantinopla, Casiano fue ordenado diácono por Juan Crisóstomo, por el cual conservó siempre una profunda devoción. Luego que Juan Crisóstomo fuera expulsado, también los dos amigos se tuvieron que ir, y se dirigieron a Roma, al papa Inocencio I, para solicitar su ayuda en favor del obispo perseguido. Desde ese momento se pierde el rastro de Germán, a quien suponemos muerto en Roma.

            Con toda probabilidad, Casiano fue ordenado presbítero en Roma. De allí se dirigió a Marsella, en el año 415, donde fundó el monasterio de San Víctor y un monasterio femenino, Murió alrededor del año 435 en el monasterio por él fundado de San Víctor.

            Por medio de sus dos grandes obras, Instituciones cenobíticas y Colaciones espirituales, Casiano transmitió a Occidente un conocimiento bastante exacto a propósito de la institución monástica en Oriente y Occidente.

            Durante el tiempo transcurrido en Marsella, Casiano intervino en las disputas doctrinales relativas a la gracia y, poco dotado para este tipo de cosas, incurrió en formulaciones erróneas o imprecisas, de carácter semipelagiano. Sin embargo, aun en este delicado tema, su santidad y su tendencia hacia la dulzura y la sumisión, no fueron menos evidentes. Casiano, no bien advirtió su error, se retiró y calló.

            El programa monástico de Casiano era audaz y preciso: reformar el monacato occidental, para devolverle la luminosidad de la tradición de los tiempos apostólicos, y además intentar adaptar a la vida cenobítica las prácticas de la anacoresis vivida por él en Oriente. El primer fruto de esta labor son los doce libros de las Instituciones. Es un tratado no precisamente sistemático compuesto de dos partes muy diversas. La primera describe las “instituciones” monásticas y litúrgicas que conoció entre los Padres de Egipto, Siria y Capadocia:

                        “Lo que… hemos tratado de cumplir o aprender, o constatado con nuestros ojos,

            ahora no podemos ya retenerlo íntegramente, alejados después de tantos años de su        frecuente compañía (de los monjes orientales, sobre todo egipcios) y de la imitación de            su vida”[1].

            La segunda parte, comprende los libros V al XII y habla de los ocho vicios capitales del monje y de la manera de combatirlos.

            Más importancia tiene su segunda obra literaria, las Conferencias o Colaciones (Collationes), divididas en tres libros, que versan sobre las principales cuestiones de la vida monástica.

            Las Colaciones son la prolongación, en un plano hondamente espiritual y místico, de su obra anterior, Las Instituciones. Y en cuanto reflejan una parte de las reacciones de su vida íntima, son como la autobiografía de su alma. Alma enamorada de Cristo y de la vida monástica que se centra en Cristo.

            En Casiano se encuentran descritas todas las fases de la vida mística que describen nuestros más modernos tratados de espiritualidad. Sólo que no se hallan sintetizadas ni expuestas en un orden sistemático. Sin embargo, se puede afirmar que su espiritualidad es, como la de todos los autores antiguos, una espiritualidad de combate: es un ejercicio, un ascetismo. Casiano quiere, no obstante, que la mortificación exterior sea siempre moderada.

            Con su obra, Casiano da a la vida monástica una nueva vigencia. El monacato occidental le parecía desquiciado, lánguida. Por eso concibió el plan de reformarlo. Para ello introduce las observancias del cenobitismo egipcio, mitigada por las de Palestina y Mesopotamia[2], e integra en la vida del cenobio –por una transposición que representa el gran hallazgo de Casiano- lo esencial de la anacoresis[3].

            Digamos, en fin, que sus experiencias, las fuentes en que bebe el oro puro de su doctrina, la índole y trascendencia de los temas y aun la forma documentada y sagaz en que los pone de relieve, le colocan en la línea de los grandes autores espirituales.

Las Colaciones constituyen la obra principal del abad de Marsella y la más original, tanto por su estructura como por su contenido. No tiene pues, ningún modelo en la literatura cristiana precedente. En ella se adivinan todas las facetas de su carácter y recia fisonomía moral.

Casiano la intitula Seniorum Conlationes: “Colaciones o Conferencias de los ancianos”, y en otro lugar, Conlationes spirituales: “Colaciones espirituales”. Son el coronamiento de las Instituciones y ya en el prefacio precisa:

      “Del aspecto exterior y visible de la vida de los monjes, de que nos ocupamos en disposiciones del hombre interior, que, por ser invisibles, se ocultan a la mirada”[4].

Por tanto, el objeto del autor es darnos una visión panorámica, lo más completa posible, de la vida interior del monje. Estas conversaciones habidas por él con los solitarios de Egipto, se ordenan a establecer toda la doctrina monástica por la que se ha de regir la vida de los monjes de Occidente.

La obra “casianense” es un legado de la doctrina de los Padres. Nos dice cómo se siente, cómo se vive en el desierto. Casiano introduce, a no dudarlo, conceptos de su propia cosecha; pero aun éstos aparecen sugeridos y, por lo mismo, subordinados a los que van exponiendo los ancianos.

Por otra parte, lo que más da calor y viveza a su obra es precisamente este diálogo que entabla con los monjes. El papel de discípulo que interroga va a cargo de Germán, su amigo entrañable y compañero de peregrinación, pero también alguna que otra vez lo desempeña este papel, el mismo Casiano[5]. Las respuestas de los quince maestros que responden están condesadas en veinticuatro conferencias. Entre los maestros están Moisés, Serapión, José, Nesteros… Casi siempre nos describe los rasgos personales de estos héroes, sus virtudes, sus preferencias, su idiosincrasia…

Si a ello se unen las descripciones topográficas que prodiga el autor, tenemos la grata impresión de revivir las circunstancias y situaciones de aquel mundo monástico en que se hallaron un día los dos monjes peregrinos. Y es que Casiano, en este sentido, puede llamársele con el justo título “intérprete de los Padres del yermo”.

Entre sus fuentes es de máxima importancia Evagrio Póntico y así, nos dice el P. Marsili que la obra de Casiano es una “codificación de la docta espiritualidad de los maestros alejandrinos para uso de los monjes”[6].

2-    Esquema ideológico 

      Las Colaciones constan de tres partes, al frente de las cuales figura su respectivo prefacio, original de Casiano. Los tres grupos de conferencias están estrechamente coordinadas.

      Como se componen de veinticuatro, en la última el autor subraya el carácter simbólico de este número, que evoca a los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Es que redacta la obra como un homenaje ofrecido al Codero Salvador[7]. Casiano vuelve reiteradamente sobre los mismos temas y toca a menudo los puntos de vista de los sucesivos Padres, y de ahí, que repita una y otra vez las mismas ideas insistentemente, como si temiera no exponer claramente la doctrina. A pesar del aparente desorden a que dan lugar tales repeticiones, las tres partes -que comprenden respectivamente, diez, siete y siete colaciones- forman un todo cuyo esquema ideológico es:

      Primera parte: consta de diez conferencias, escritas, igual que las Instituciones, a petición del obispo Cástor. Pero al fallecer éste durante la redacción del a obra, van dedicadas al obispo Leoncio y al solitario Heladio. Estas conferencias corresponden al largo período que pasó el autor en el desierto de Escete[8]:

A-   Fin del monje y medios de alcanzarlo (Col. I-III).

B-    Obstáculos que empiezan en la consecución del fin (Col. IV-VI).

C-    El combate espiritual que libra el alma (Col. VII-X).

Segunda parte: Comprende siete conferencias dirigidas a los hermanos Honorato y Euquerio. Esta serie de conferencias corresponde a los principios de la permanencia de Casiano en Egipto y se sitúan en Panéfesis[9]:

A-   Complemento y aclaración de lo dicho sobre la perfección (Col. XI-XIV).

B-    La perfección consumada y sus indicios (Col. XV-XVII).

Tercera parte: siete conferencias destinada a los cuatro abades de la isla de Hyeres, Joviniano, Minervio, Leoncio y Teodoro. Las tres primeras datan de su permanencia en Diolcos; las otras cuatro, que se sitúan generalmente en Panéfesis:

A-   Sobre los monjes y diversas modalidades de la vida monástica (Col. XVIII-XIX).

B-    Adiciones y suplementos sobre la vida espiritual (Col. XX-XIV). 
3-    La doctrina: Doble fin en la ascensión espiritual 

Casiano concibe dos fines en la búsqueda y posesión de Dios: el inmediato y el mediato. El inmediato es lo que él llama “la pureza de corazón”. Implica la purificación total del espíritu y el desprendimiento completo de todas las cosas. Este fin inmediato tiene su valor sólo en razón del fin último o “Reino de Dios”, que es la vida eterna poseída en el cielo[10]. A estos dos fines –próximo y supremo- corresponden dos aspectos de la vida espiritual: la scientia o vita actualis, que es sinónimo de “vida ascética”; y la scientia o vita theorética, que es lo mismo que “vida contemplativa”.

Para alcanzar el fin próximo o “la pureza de corazón”, que es caridad[11], santidad[12], el monje renuncia a todo y abraza una vida de total consagración a Dios. El conjunto de estas renuncias y prácticas religiosas constituyen la vita actualis o práctica, es decir, el ascetismo monástico[13]. El conocimiento de los vicios y el modo de curarlos; el de las virtudes y la manera de adquirirlas, son los dos jalones de esta scientia preliminar de ascesis.

Esta ciencia le lleva de la mano a la vita theorética o contemplación, que le pone en posesión del fin último de su vida: el Reino de Dios[14]. Por la ascesis, pues, camina el monje hacia la unión con Cristo; por la “ciencia práctica”, a la “ciencia teórica”; por el ascetismo, a la contemplación, que es, para Casiano, la realización incipiente del quehacer eterno en el cielo.

Ahora bien, para vivir la vita actualis y la vita contemplativa es esencial la “discreción”[15]. Esta virtud distingue lo que favorece el bien, lo que fomenta el mal, lo que viene del hombre y lo que procede del demonio[16]. Pero para obrar el bien se precisa de continuo la gracia de Dios. En esto, Casiano insiste fuertemente, sin embargo, yerra en un punto notable. Al contrario de S. Agustín, Casiano cree que para salvaguardar la libertad de la voluntad se debe admitir en el libre albedrío un mínimun de iniciativa personal del todo independiente. Este desliz fue parte para que se le considerara como autor del semipelagianismo. No obstante, Casiano no fue el creador pues los orígenes de esta doctrinase remontan más allá en la historia de la teología y de la ascesis. Orígenes y S. Juan Crisóstomo, entre otros, trazaron ya inconscientemente los primeros esbozos doctrinales de la misma[17].


4-    La contemplación 

La ascesis no es el fin del a vida espiritual, nos suministra los medios para llegar a la contemplación.

Ella, constituye la esencia de la vida eremítica y Casiano la trata en la Colación IX: la oración pura; las formas de la plegaria; el sentido del Pater Noster; la oración ígnea, constituyen para él, el más alto grado de oración. La compunción y el don de lágrimas son las señales por las cuales sabemos que hemos sido oídos. Por otra parte, la Colación X está dedicada al tema de la contemplación perpetua. Casiano se revela aquí, como en otros puntos, de ser un fiel seguidor de la espiritualidad alejandrina. El medio más eficaz para fomentar ese clima espiritual de contemplación nos lo ofrece Casiano en la Colación XIV, que versa sobre la ciencia del espíritu desde el punto de vista de la gnosis. En el fondo, se trata de un más profundo conocimiento “pneumático” de las Sagradas Escrituras, con aplicaciones a la vida moral.

5- La “Apatheia”, presupuesto de la oración pura 

Par llegar el monje a esta plegaria “ígnea” –que constituye el más alto grado de oración- ha de estar dotado de la impasibilidad, es decir, de la “apatheia”. Para él es lo mismo que “pureza y tranquilidad del alma”[18]. Constituye el ideal del asceta oriental, y Casiano lo propone como objetivo y fin de todo el ascetismo monástico y cristiano[19]. Se caracteriza por la ausencia de pasiones y turbación de la sensibilidad. Deja al monje en una serenidad y paz sin eclipse. Además, afecta también al cuerpo, y es como una inmunización de la carne que logra el alma frente a los efectos de las leyes fisiológicas[20]. Esta perfecta integridad de cuerpo y alma es como una especie de imitación del estado angélico[21] que precede a la “oración pura”.

Así llama Casiano la oración gratuita, don de Dios, superior a todo esfuerzo humano, La denomina “transitoria”[22] y “ocasional”[23],  por lo mismo que es breve y fugitiva. Constituye, en realidad, la cúspide de la perfección, pues en ella reconjugan la elevación más sublime de la plegaria con el fuego encendido de la [24]caridad. La oración pura es propia del alma pura.

Tal es, en bosquejo, la doctrina espiritual contenida en la obra de Juan Casiano.

CONCLUSIÓN 

      De lo que hemos apuntado ya aquí, se desprende que las Conferencias de Casiano no son propiamente una relación de sus viajes. Han sido redactadas mucho tiempo después, y arguyen otras influencias además de los Padres del desierto. No obstante, los pormenores e incidencias que contienen son bastante exactos para permitirnos reconstruir las vicisitudes de la Estancia de Casiano en Egipto. Y ello desde el desembarque hasta que abandona el país del Nilo, al cabo de veinte años, cuando el arzobispo Teófilo de Alejandría expulsa a Juan Crisóstomo.

En esta obra, el lector sigue, año tras año, los avatares de la vida que lleva un monje peregrino (pero un monje que es a la vez, un escritor excepcional), a través de celdas y monasterios.

Casiano no hace consistir la perfección en las austeridades o en las obras de misericordia, ni siquiera en los carismas o dones preternaturales, sino en la caridad que nos une a Dios[25].

En Casiano apunta ya la idea de las tres vías: purgativa, iluminativa y unitiva. Baste citar, entre otros, el pasaje siguiente:

      “Queremon nos dijo: hay tres cosas que alejan a los hombres del vicio: el temor del infierno y de la ley, la esperanza y el deseo del cielo, el atractivo del bien y el amor de la virtud”[26].

Más claramente distingue en el trabajo un doble aspecto: uno, negativo, que se refiere a la renuncia por la cual nos alejamos del mal; y otro, positivo, que es la oración y la contemplación, por la cual practicamos el bien  y nos unimos a Dios.

      “La influencia monástica de Casiano, en particular, con su aspiración a renovar el                        cenobitismo con una ascesis más discreta y a la vez más idealista, integrando el ideal   espiritual del anacoretismo, influyó notablemente sobre la evolución del monacato,        produciendo un tipo de monje más disciplinado, más cultivado y más equilibrado. Esto se        debe, sobre todo, a la acción de Casiodoro y S. Benito. A través principalmente de la Regla   de este último”[27].

Tomadas, pues, en su conjunto, las Colaciones constituyen un directorio completo y de los más autorizados de la vida monástica o simplemente ascética.

Marina Medina Postigo
                                                                                                         

BIBLIOGRAFÍA 

Alejandro María Masoliver, Historia del monacato cristiano, Desde los orígenes hasta S. Benito, Ediciones Encuentro, Madrid 1994.
Alfredo López Amat, El seguimiento radical de Cristo, Ediciones Encuentro, Madrid 1987.
Juan Casiano, Colaciones. Tomo I, Ediciones Rialp, col. Neblí n. 19, Madrid 1958.
Juan Casiano, Instituciones, Ediciones Rialp, col. Neblí n. 15, Madrid 1957.
M. Cappuyns, Cassien (Jean), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques. T. 11,  París 1949.
M. Colombás, San Benito, su Vida y su Regla, B.A.C., Madrid 2006.
S. Marsili, Giovanni Cassiano ed Evagrio Pontico. Dottrina sulla carità e contemplazione, Studia Anselmiana 5 (1936) 162.


[1] Instituciones, prefacio 4.
[2] Instituciones,  prefacio  9.
[3] García M. Colombás, San Benito, su Vida y su Regla, B.A.C., Madrid 2006, p. 34.
[4] Colaciones, prefacio.
[5] Ídem., XIV, 2; XVII, 3.
[6] S. Marsili, Giovanni Cassiano ed Evagrio Pontico. Dottrina sulla carità e contemplazione, Studia Anselmiana 5 (1936) 162.
[7] Ídem., XXIV, 1.
[8] Ídem., XI, prefacio 2.
[9] Ídem., XI, prefacio 2.
[10] Ídem., I, 1, 4 y 5.
[11] Ídem., I, 7-8.
[12] Ídem., I, 5.
[13] Colaciones I, 7; Cfr. Colaciones XIX, 8; e Instituciones IV, 34-35.
[14] ColacionesI, 8 y 15.
[15] Ídem., II.
[16] Ídem., II.
[17] M. Cappuyns, Cassien (Jean), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques. T. 11, p. 1349.
[18] Casiano pone gran cuidado en evitar el término “apatheia” por el uso que hacían de él los pelagianos. Lo traduce por “inmutable tranquilidad del alma”.
[19] Colaciones I, 5-8; II, 6 y 7; IX, 2; XVII, 28; XXI, 12. 14.
[20] Colaciones XII, 11; Cfr. Instituciones IV, 6.
[21] Colaciones XII, 6; XXII, 3.
[22] Ídem., IX, 15.
[23] Ídem., IX, 26.
[24] Ídem., IX, 18.
[25] Ídem., XXIV, 6.
[26] Ídem., XI, 6.
[27] Alfredo López Amat, El seguimiento radical de Cristo, Ediciones Encuentro, Madrid 1987, p. 90.