30 de noviembre de 2024

EL PROFETA ISAIAS Y EL ADVIENTO

 

El profeta Isaías fue...:

Isaías es el gran heraldo del Antiguo Testamento, de la venida del Señor. Una venida de salvación y de paz, que nos trae el reino de Dios e inaugura los nuevos tiempos, las nuevas relaciones entre Dios y los hombres, las cuales se establecerán a partir del Mesías.

Isaías es el profeta por excelencia del tiempo de la expectación que está cercana. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; y lo es hasta en su arte literario, en el que nuestro siglo vuelve a encontrar su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza. Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino.

El adviento

La esperanza de los creyentes es el lema del tiempo de adviento, y el pueblo de Israel es un gran maestro de esperanza. En él, como en un embalse de anhelos, se remansa toda la esperanza de la humanidad, y la Iglesia recuerda la trayectoria de este pueblo, para sostener el itinerario de su propia peregrinación por la historia.

Tres personajes protagonizan esta esperanza: el mismo pueblo, Isaías el profeta y Juan el percusor. Sus textos, como trompetas de un evangelio de liberación individual y social, son fuente de la celebración de estos días.

La Iglesia celebra también esa ininterrumpida venida del Reino de Dios al mundo actual, que culminará con la litúrgica es la celebración del nacimiento del Salvador.

Durante este tiempo se intensifican actitudes fundamentales de la vida cristiana: la espera atenta, la vigilancia, la fidelidad en el trabajo, como manifestaciones del Dios Salvador que está viviendo con gloria.

A lo largo de estas semanas tenemos que esforzarnos por descubrir y desear eficazmente las promesas mesiánicas: la paz, la justicia, la relación fraternal, el nacimiento de un mundo nuevo desde la raíz.

El descubrimiento de la acción de Dios en nuestro tiempo despierta en el corazón de la Iglesia una ansiosa espera. Los que sabemos que la primicia de la nueva creación ya está en nuestras manos, experimentamos que aún no hemos llegado a su plenitud. Esta última etapa que deseamos alcanzar no es obra nuestra, sino don de Dios.

Mesianismo real

         Aunque Isaías no utiliza el término «Mesías», es el profeta más representativo del llamado mesianismo regio, que concibe y describe al futuro salvador con rasgos tomados de la figura del rey. A este personaje magnífico se le califica de «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz»      Jerusalén, donde habitan los que durante la invasión permanecen fiados sólo en Dios[1], los humildes y pobres del Señor[2], será también fuente de paz mesiánica para todos los pueblos[3]; allí acudirán, a sentarse en el banquete mesiánico, los de Etiopía[4], los de Tiro[5], los de Egipto y los asirios[6], es decir, todas las naciones.

         La figura del Enmanuel concentra todas las promesas[7]: él reinará sobre su país, será el restaurador de la dinastía davídica, reducida a una simple cepa; será el rey eterno prometido por Dios. En él se sintetizarán las grandes corrientes de la esperanza de Israel: la dinástico-real[8], la profética[9], la paradisiaca[10] y la escatológica[11].

        Conclusión

         La esperanza mesiánica de los hombres se ha visto colmada por Dios en Jesús de Nazaret, ya que en él se cumplieron las promesas hechas a través de los profetas del pueblo elegido, como garantía de la fidelidad de Dios con toda la humanidad.

         Mientras esperamos la manifestación definitiva del Reino de Dios, los cristianos debemos de permanecer vigilantes, atentos a la Palabra que el Señor quiere comunicarnos y a los movimientos del Espíritu Santo, y a los signos de los tiempos.

         La falta de amor y de justicia reaviva en los hombres la fe y la esperanza de un Dios que imponga en la tierra el derecho y la justicia. Por eso, a la espera angustiosa y atemorizada de muchos hombres se opone el ánimo y esperanza firmes de cuantos han tratado de mantener la coherencia de su obrar. Estos no tendrán miedo de que sus obras aparezcan malas ante la luz y la verdad que es Cristo el Hijo de de Dios hecho Niño.

Hna. Florinda P.



[1] Is 10,20.

[2] Ibíd 30,18;33,2.

[3] Ibíd 2,1-5.

[4] Ibíd 18,7.        

[5] Ibíd Is 23,17-18.

[6] Ibíd s 19,18-25.

[7] Ibíd. 7,14.

[8] Ibíd. 7,14; 8,8.

[9] Ibíd. 9,7;11,12.

[10] Ibíd. 11,6-9.

[11] Ibíd. 11,9.

30 de marzo de 2024

FELIZ Y SNTA PASUCA DE RESURRECCIÓN - 2024

                                                                                


Cristo, 

alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo


         Servid al Señor con alegría, porque la tristeza y el mal humor dañan la generosidad. Ama a Dios con toda el alma y con buena cara. Así agradarás a Él y a los hermanos. Dice la Escritura que la alegría alarga la vida en muchos sentidos (Eclo 30, 21):

         Primero porque la vida sin alegría no merece la pena, y el hombre deja de luchar por ella si está triste. Ante los agobios y calamidades, se suele decir: “¡Esto no es vida!” La alegría siempre abre caminos hacia delante, alarga la vida, no sólo en años sino en calidad y en vivencias de paz. Además, la alegría tiene los brazos muy largos  para poder llegar lejos compartiéndola con los hermanos.

Pero además aquí hablamos de la alegría que tiene su origen en Cristo, en su amor redentor que estamos viviendo tan intensamente en estas celebraciones pascuales. Solo esta alegría es real y duradera, compatible con el sufrimiento que la vida humana conlleva inevitablemente.

         Esta alegría que viene se Dios  tiene como resultado que no sólo tú vas a ser feliz, sino que vas a ayudar a los demás a que también lo sean, ya que se transmite  espontánea y sencillamente, porque es  auténtica y cuanto más se vive y comparte, mayor es la felicidad para poder comunicarla y mayor es  la paz que te devuelve.

La liturgia del tiempo pascual nos repite con mil textos diferentes estas mismas palabras: Alegraos, no perdáis jamás la paz y la alegría; servid al Señor con alegría, pues no existe otra forma de servirle.

     Esta es la autentica y única alegría, no surge porque las cosas van bien, -en este caso  sería una alegría muy efímera-, sino cuando viene de sabernos  amados y salvados por Dios.

     En un himno de la Liturgia de las Horas de este tiempo pascual, se le denomina al Señor: ¡Alegría del mundo!  Cristo, es la fuente de la verdadera alegría, porque Él es la Alegría. Tras su resurrección, todo es novedad en el universo, y en cada uno de nosotros. Él nos ha ganado la vida, la Vida Eterna, y en esperanza la gozamos ya en este mundo. Y la esperanza no es evasión a tiempos mejores, sino  vivir conscientemente el presente que es lo más adecuado para preparar el futuro.

Así, estando  alegres, es la forma de dar gracias a Dios por su amor salvador. La alegría es el primer regalo del nuestro cariño y agradecimiento que le debemos, la manera más sencilla y sincera de demostrar que tenemos conciencia de los de ese amor loco e infinito que nos ha manifestado dando su vida en la cruz por nuestra salvación.

Nuestro Padre Dios está contento con nosotros cuando nos ve felices y alegres con el gozo y la dicha verdaderos. La tristeza nace del desamor o al menos, de la indiferencia con relación a  Él.

Jesús llama dichosos a todos los que sin ver creen, sintámonos así, dichosos de saber que Jesús ha resucitado y con ello, ha vencido a la muerte, ha vencido al pecado, y nos ha devuelto la gracia que perdimos por el pecado.

Vivamos la alegría de la resurrección, en cada uno de los acontecimientos que nos toque vivir, tenemos motivos más que suficientes para ser felices, Dios nos quiere felices, es por eso, que dejándose llevar por su Amor, ofreció a su propio Hijo como Redentor

Dios quiere que le sirvamos con alegría. Por lo que estamos alegres en el Señor dándole gracias y aclamándole con cantos de agradecimiento.
        



                                                                Hna. Adoración V. 

SÁBADO SANTO: Reflexión mística

 

SÁBADO SANTO, DIA DEL GRAN SILENCIO

 El Sábado Santo se conmemora el misterio de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo y con esto cierra el Triduo Pascual: Jueves Viernes  Sábado Santo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos. Es una jornada, en la que la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. Se le acompaña especialmente a María tras la pérdida de su hijo.

Reflexión mística

“¿Qué es lo que sucede hoy? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme. «La tierra temió sobrecogida» porque Dios se durmió en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado.

Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, hijo de Eva, va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.

El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos. Y tomándolo por la mano le dice: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

Yo soy tu Dios que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo: tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran en las tinieblas: iluminaos; y a los que dormís: levantaos.

A ti te mando: «despierta tú que duermes», pues no te creé para que permanezcas cautivo en el Abismo; «levántate de entre los muertos», pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me he hecho hombre, «semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos»; por ti que fuiste expulsado del huerto he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas que he soportado para reformar de acuerdo con mi imagen tu imagen deformada.

Contempla los azotes en mis espaldas que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados que habían sido cargados sobre tu espalda. Contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero; por ti los he aceptado, que maliciosamente extendiste una mano al árbol.

Dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado por ti, que en el paraíso dormiste y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tu costado. Mi sueño te saca del sueño del Abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.

Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el Trono Celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol que te alimenta, yo que soy tu Vida y que estoy unido a ti. [Este es el Paraíso Celeste para ti, que comienza ya aquí en la tierra]

El trono de los querubines está preparado, los portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos, se han embellecido los eternos tabernáculos y las moradas, los tesoros abiertos y el reino de los cielos que existe antes de los siglos está preparado para ti.

Con la Celebración Vigilia Pascual, esta noche, toda nuestra tristeza se convertirá en gozo, porque la muerte no ha vencido la vida, todo lo contrario la Vida ha vencido a la muerte. Cristo con su muerte nos grano la vida, la salvación eterna”.

De Una homilía antigua

Oración

Señor todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro: te pedimos que nos concedas, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna.

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Te has dado cuenta de tu implicación en la pasión y muerte de del Señor y de su infinito amor para contigo, que a pesar de todo ha querido  seguir viviendo contigo y en ti?

¿Qué te dice y cuestiona la  el misterio de la Cruz Redentora que fue elegida por el Señor como instrumento de salvación y crees estos días de Semana Santa, ha cambiado en algo la comprensión de tal instrumento Redentor?

¿Te has dado cuenta  la necesidad que tendría la Virgen María, Señora de la Soledad, de compañía y compasión  el sábado  Santo?