Los estudios
de Teología Trinitaria han distinguido entre Trinidad Económica (la proyección
trinitaria “ad extra”) y la Trinidad Inmanente (la vida íntima interpersonal
“ad intra” de la Trinidad, sus relaciones y procesiones etc.) Creemos que
es un buen punto de partida para estudiar el tema que se nos propone.
En los escritos del Nuevo Testamento, apreciamos una
cierta progresión desde los Evangelios de Marcos y Mateo, pasando por el Corpus
Lucano y las Cartas Paulinas, hasta llegar al Corpus Joánico. Veamos dicha
cuestión.
EL ESPÍRITU
SANTO EN MARCOS-MATEO
Dimensión trinitario-económica del Espíritu en Marcos
-Mateo, con preferencia sobre su dimensión trinitario-inmanente. En los Evangelios de Marcos y Mateo, hay pocas referencias a la
Tercera Persona de la Trinidad en el relato general sobre el
Jesús histórico. Al Espíritu se le describe en su obrar, es decir en su
“misión”-lo cual muestra indirectamente su carácter de Persona Divina-. No hay
todavía testimonios en cuanto a su ser íntimo, y además, las relaciones de
reciprocidad-distinción con las otras Personas aparecen de una forma muy
implícita e indirecta: El Espíritu Santo es el poder con el que actúa
Jesús, expulsando a los demonios (Mt 12, 28); el Espíritu asiste a los fieles
en las persecuciones Mc 13,11).
EL ESPÍRITU
SANTO EN EL CORPUS LUCANO Y EN LAS CARTAS DE SAN PABLO.
Dimensión
trinitario-económica y dimensión trinitario-inmanente. En el Corpus Lucano y en el Corpus Paulino hay un paso adelante importante
respecto a los dos primeros evangelistas: el Espíritu actúa plenamente, y en
tal actuación, en tal “misión ad extra”, manifiesta indirectamente su carácter
personal positivo. Es Alguno que actúa amistosamente: quien distribuye los
carismas en la Iglesia a su voluntad (1 Cor 12,11); quien acude en
ayuda de nuestra debilidad (Rom 8,26); aquel que tiene criterio para juzgar, (1
Cor 2,14) e inspira las palabras de los Apóstoles (Hech 4,8); aquel que decide
junto con ellos Hech 15,28.
Pero junto con estos rasgos “trinitario-económicos”,
por primera vez encontramos también otros de índole “trinitario-inmanente”,
aunque ciertamente no son demasiado abundantes: el Espíritu conoce lo íntimo de
Dios, lo que significa una presencia de reciprocidad-unidad con las otras
Personas (1 Co 2,11); Cristo está lleno del Espíritu Santo (Lc 4,1), es decir
unido a Él en vinculación de actuación-unión vital.
EL ESPÍRITU
SANTO EN EL CORPUS JOÁNICO.
Dimensión
trinitario-económica y dimensión trinitario-inmanente bien desarrolladas y en
un equilibrio y coordinación eficaces. El
trabajo de San Juan Evangelista supone un paso adelante muy importante. En su
obra, especialmente en su Evangelio, aparece la actuación ad extra del
Espíritu, su misión entre los hombres, con bastante más abundancia que en los
otros evangelios.
Dimensión
trinitario-económica. Al igual que en los otros
evangelios, e incluso al igual que en Pablo y Lucas el Espíritu actúa
plenamente, y en tal actuación, en tal “misión ad extra”, manifiesta una
proyección decidida y muy favorecedora de los hombres: como un maestro, de
quien se dice educará amablemente: Él os lo enseñará todo (Jn 14, 26); dará
testimonio de Jesús (Jn 15, 26). Los rasgos pues, son muy claros y distintos.
Dimensión
trinitario-inmanente. Pero la gran novedad de Juan
es su capacidad de dibujar mejor la figura del Espíritu, que aparece con rasgos
más claramente personales. Efectivamente, si en Pablo y Lucas, le veíamos con
criterio para juzgar, con capacidad de distribuir carismas, con voluntad de
interceder por nosotros, es decir, como Uno capaz de un amplio haz de acciones
bienhechoras, ahora, en Juan, ese perfil personal se singulariza y
“concretiza”. Nos encontramos en presencia de Alguien con nombre propio: el
Abogado, El Paráclito, el Otro Defensor, paralelo a Jesús. Esta
dimensión está mucho mejor lograda que en los otros autores neotestamentarios;
es, como decimos, más explícita y desarrollada. El Espíritu es llamado Otro
Defensor, Otro Consolador[1], enviado por el Padre y el
Hijo Resucitado (Jn 14,16) lo cual habla ya de unas fórmulas explícitas y
elaboradas de reciprocidad/distinción y de unidad. Tales fórmulas se explicitan
claramente: No hablará por cuenta propia sino que hablará de lo que oye;
glorificará al Hijo, y lo anunciará (Jn 16,13-14).
El Nuevo Testamento, en una palabra, tiene testimonios y rasgos que
permiten una Teología del Espíritu, la cual fue ampliamente utilizada en el
siglo IV para elaborar el dogma en torno a la Tercera
Persona de la Trinidad, y defender la fe frente a teologías
pneumatómacas.