8 de febrero de 2016

CUARESMA Y ALEGRÍA ¿UNA PARADOJA?


            En Andalucía se dice que ellos están alegres hasta en la Cuaresma porque miran la Resurrección. Sin embargo, éste debería ser el distintivo de todos los cristianos también durante la Cuaresma, pues ésta es una preparación para la Pasión, Muerte y RESURRECCIÓN de Jesucristo. Sin la Resurrección del Señor, no tendría sentido ni su Vida ni Su Muerte. Jesús ha muerto y resucitado para redimirnos y darnos la posibilidad de poder vivir eternamente Junto a Él en el Cielo.

            Por eso, la Semana Santa no es algo trágico, pues tiene un final feliz, es como esos cuentos que nos contaban de niños, donde los protagonistas sufrían muchas tribulaciones pero al final, todo acababa bien y “fueron felices”.

            Ya San Benito en su Regla, en el capítulo 49 dedicado a la Cuaresma, nos habla de la alegría en dos ocasiones:
            -“Cada uno por su propia voluntad, ofrezca a Dios algo extraordinario en la alegría del Espíritu Santo”[1].
            -“… espere la Santa Pascua con la alegría de un deseo espiritual”[2].

            Es decir, la Cuaresma no anula la alegría, pero no se refiere a cualquier clase de alegría, como hemos visto en San Benito, se trata de una “alegría espiritual”. Cuando se proponen como ejercicios propios de la Cuaresma destinados a la conversión la oración, el ayuno y limosna (referida también a todas las demás obras de misericordia para con el prójimo en el que debemos ver a Jesús), no son referidos a prácticas meramente externas, sino que lo que tiene valor es la motivación interna, el unirnos a Cristo más profundamente. Y es aquí donde nace la alegría viva y profunda del encuentro con Cristo y con Su Amor, con Su misericordia, es a este fin al que debe llevarnos la conversión y las prácticas que nos ayudan en este camino.

            La Pasión y Muerte de Cristo, nos pueden llenar de dolor y compasión, `pero también debemos hacer nuestras las palabras del Pregón Pascual que se cantan en la Vigilia Pascual: “Feliz la culpa que mereció tal redentor”. Sí, Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, “Dios de Dios”, se ha hecho hombre por nuestro amor, ha vivido y sufrido como cualquiera de nosotros, ha pasado por el mundo “haciendo el bien”[3] y para salvarnos del pecado y la condenación eterna, ha sufrido  nuestro castigo y ha muerto. Pero no todo ha acabado aquí, ha resucitado para nosotros, es decir, nos ha abierto las puertas del Paraíso cerradas tras el Pecado Original. Todo esto nos debe llevar a vivir la gratuidad del don de Dios y Su Amor, a agradecer al Señor Su infinita misericordia para con nosotros. ¿No es esto un motivo de alegría espiritual que debe llenar toda nuestra vida? ¿Hay mayor felicidad que el ser partícipes de la vida divina que nos ha otorgado Jesús, de vivir unidos a Él, de ser hijos de Dios en el Hijo y de heredar la vida eterna y feliz?

            Entonces, vivamos la Cuaresma preparándonos a la Pasión y Muerte del Señor teniendo muy presente el horizonte de la Resurrección que se abre ante nosotros como un mar infinito de gozo. Recordemos que la conversión es más un trabajo espiritual e interior y que las prácticas externas deben ayudarnos a esta interiorización. La conversión nos une más a Dios y por tanto, nos hace más felices porque si Dios es Amor, también es Alegría, Paz y Felicidad infinitas. Estamos hechos para Dios, como nos recuerda San Agustín, y por lo tanto, hechos para el Amor y la Misericordia. Este Amor y Misericordia que recibimos de Dios debe desbordar desde nuestros corazones hasta llegar a todos los hombres. Hay que “compartir a Dios”, e imitar Su vida, y sólo podremos hacerlo si antes nos hemos llenado de Él y de Su gracia.

            Desde aquí, os deseamos una muy feliz y SANTA Cuaresma.
Hna. Marina Medina



[1] RB 49, 6.
[2] RB 49, 7.
[3] Hch 10, 38.

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